Revista Literatura

Relato corto. Febrero sin nombre

Publicado el 02 febrero 2014 por Icaro @ateneo

Poco después de media noche, el coronel Casado abandona España con dirección a Inglaterra. Traidor para unos y otros, el artífice de una guerra civil dentro de una guerra civil no ha conseguido su objetivo, una paz negociada. Deja, después de tan singular batalla, una capital llena de cadáveres ayer hermanados en la lucha contra un enemigo que espera fuera para entrar triunfalmente en ella.

FIN.

Es Domingo y, llegando la noche, la ciudad se recoge melancólicamente en el mes mas corto del año.

Los dos jóvenes caminan abrazados lentamente hacia Plaza de España. Sus caras están marcadas por el frío y, quizás, por algo más que no tardará en desatarse.

-No me gustan estas películas -dice ella- <> – piensa.
-Yo no quise entrar ¿recuerdas? Habíamos salido para hablar y tú, en vez de eso, has preferido escaquearte con el cine.
-¿Por qué se juntan los anarquistas y los republicanos contra los comunistas? -interrumpe ella.

-¿Me estás escuchando? -pregunta él- Hace una pausa, parece dudar y finalmente comienza a hablar:

No se ponían de acuerdo en la forma de rendirse, el gobierno de la República quería resistir más tiempo, pensando que finalmente la situación internacional cambiaría y Europa les terminaría ayudando. Casado, militar profesional y anticomunista, no piensa igual y pacta en secreto una rendición. Ayudado por los anarquistas, dan un golpe de estado y derrocan al gobierno comunista de la República. La situación es grotesca, después de miles de muertos entre comunistas y anarquistas, Franco no acepta negociar nada y la República cae como fruta madura.

El joven aparta su brazo de ella y se coloca las manos en los bolsillos, está a punto de preguntarle algo cuando le viene a la mente: fue la batalla del ser contra la vida.

-Y gana Franco -asevera ella.

-Síí -dice él mientras sonríe amargamente y se para de nuevo.

Reanudan la marcha. Llegan al viejo canódromo, con tan poca luz como gente en su interior, casi no pueden verse las caras ¿Te puedo hacer una pregunta? -dice, sin dejar de sonreír. Estás enamorada de él, ¿verdad? No hace falta que contestes, se ve desde lejos que él esta enamorado de ti y tú te muestras encantada.

Se hace un silencio, las puertas se abren y los galgos corren tras su liebre.

-No, no estoy enamorada, le querré toda mi vida pero no estoy enamorada, le quiero y le querré como quiero a Lucia.

-Y ella a ti, no lo dudo, por eso le trajo a cenar ayer a casa… pero no la metas a ella en esto por favor. Cada día es peor, la cena de ayer fue horrible, me sentí emboscado en mi propia casa, Lucia me odia desde que la rechacé y tú…, he pasado todo el día en casa esperando que vinieras de despedirle, y cuando llegas… no se te ocurre nada mejor que ir al cine… estoy muerto de pena y de rabia, sé sincera con los dos, contigo y conmigo, por favor. Me estas haciendo daño y te odio por ello, y no quiero.

-Te quiero pero…

-¡Y yo! -acierta a decir únicamente ella.
- …estamos destruyéndolo todo, ¿no lo ves? Háblame, cuéntame lo que te ocurre, pero no lo hagas así porque al final no quedará nada entre nosotros.

Pero ella no puede pronunciar palabra alguna. Cuando se siente amor y miedo, la frontera entre la traición y la desesperación no existe.


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