Residuos patogénicos

Ron Hicks – “The Long Kiss Goodbye”

Hay muchas maneras de quemar residuos.

Apliquemos los algoritmos del feng shui. y toda esa filosofía oriental del dejar ir, que aparentemente estaría ayudando a despejar este monoambiente apestoso y abarrotado de recuerdos.

Si tenés cartas o recortes de un desamor y si hay una estufita a leña o una salamandra, en un acto inconsciente -para eso tratá de impregnarte con al menos dos o tres copas de vino- entre copa y copa las vas largando como surja: de a una o todas juntas.

Si se te da por leerlas, quiero hacerte una salvedad: esas cartas no son un cheque a fecha, ni un pagaré, menos que menos acciones en la bolsa. Acordáte del billete de dos pesos que te quedó en el saco de invierno del año pasado: no sirve, no cotiza, no suma.

Recorré tu monoambiente para donar o sacar a la vereda cualquier regalito que pulule por allí. Dicen que la materia de esos obsequios se transforma por la noche en pesadillas, hipos, frío crónico en los pies, calambres y saltos nocturnos, y lo peor: espanta a Campanita, duendes y ángeles de la guarda.

Luego del incendio viene la parte de erradicar las frases dichas que se te metieron como las agujitas de acupuntura en la zona del cerebro que guarda los recuerdos: esas oraciones que te daban calor en mitad de la mañana. Ya llega la primavera y el sol te va a entibiar dulcemente.

La verdad es una sola: la que acontece.

El resto son residuos patogénicos.

Patricia Lohin