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Rufián, Nacho y el amor 1 y 1/2… Rufián y el sexo

Publicado el 27 agosto 2010 por Rufianynacho

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  Como os comentamos hace unas semanas, Rufián y yo llevamos viviendo juntos poco más de un año, pero este tiempo ha bastado para aprender algunas cosas el uno del otro. Y la verdad es que, en este tiempo, el que más ha aprendido  he sido yo, posiblemente porque soy el que más cosas ignora, pero también porque Rufián es un perro humilde que no tiene necesidad de demostrarte a cada momento todo lo que sabe.

   Y donde Rufián demuestra ser todo un señor y un profesional es con el género femenino. Cuando uno ha tenido ya un perro y conoce unas cuantas decenas más sabe que, como en el caso de los humanos, los hay más y menos listos, más y menos persistentes, más y menos pesados, más y menos sexuales.

   Y Rufián es el rufián que toda dama desearía.

   Primero de todo, y al contrario que otros, Rufián no es el típico perro que intenta montarse todo lo que mueve, ya sea macho, hembra, humano o pierna. No señor. Rufián sólo está interesado por el mundo perruno y, aunque yo hubiera respetado cualquier orientación sexual, su interés se reduce al género femenino.

   Segundo: Rufián tiene un radar. Rufián, como todos los perros, percibe cuando una perra está en celo. Pero en su caso lo hace de una manera casi perfecta. Si Rufián se muestra más amistoso de lo habitual, la perra está en celo. A veces sin que el dueño lo supiera. Si la perra está en celo pero no en los días en los que verdaderamente está dispuesta, mientras el resto de los perros del parque le dan la murga de una manera considerable, Rufián lo observa todo desde lejos con una especie de sonrisa en la boca. Él sabe que están perdiendo el tiempo.

   Tercero: Si la perra no está en celo, Rufián ni lo intenta. Se acerca amistoso, le da los lametones, juega un poco con ella, y después sigue a lo suyo. Resultado: todas las perras del parque se acercan a Rufián y, cuando están en celo, un poco más y con más aviesas intenciones.

   Cuarto: La vida sexual de un perro, y más cuando no tienes un sobrevalorado pedigrí, no es fácil. Así, cuando hay una perra en celo y dispuesta y Rufián también está interesado, generalmente es su dueño el que no está interesado en tener cachorros (y Rufián y yo defendemos siempre maternidades responsables, porque hay demasiados perros no deseados y abandonados). En esos casos, aunque Rufián lo intenta unas cuantas veces y me esquiva otras tantas a mí, cuando le pongo la correa y hemos caminado unos metros, se olvida del asunto. Sin rencor, sin malos rollos, no es posible, pues no es posible, la vida sigue y quedan un montón de cosas por explorar.

   Y es estas cosas es donde compruebo que Rufián tiene una inteligencia natural mucho mayor que la mía. Porque siempre es amable, porque sólo lo intenta cuando hay posibilidades, porque acepta los contratiempos con deportividad y sin lamentos, y no echa de menos lo que no puede ser y no se obsesiona.

   Sí, me temo que tengo muchas cosas que aprender de Rufián. Y estoy seguro de que recorriendo Europa  con él en un Citroën Ds3 conseguiré aprender algunas e incluso enseñarle otras, aunque me temo que en mi caso las cosas que podré enseñarle serán mucho más banales.

   Y, quién sabe, tal vez, en cualquier momento de nuestro viaje, él ceda su asiento de copiloto a una mujer y esta mujer y yo observaremos desde el espejo retrovisor a Rufián y su compañera perruna.

   Estaría bien, ¿verdad?

   Rufián y yo admitimos solicitudes… :-)


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