Revista Literatura

Saber amar, saber a mar.

Publicado el 13 febrero 2015 por El Perro Patricia Lohin @elperro1970

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Lionel-Noël Royer, Cupid and Psyche, (1893)

¿Por qué no festejar un día de los enamorados?

Que no es una fiesta nacional como el día de la tradición?  ¿Que hay que exorcizarla como a Halloween? Que no sean amargados! ¿Que estás desilusionado? Pero, ¿quién a muerto de amor? ¿O quién no ha renacido luego de un desengaño?

Dicen que San Valentín fue un sacerdote, que desafiando al emperador Claudio II que prohibía a los jóvenes casarse –supuestamente los jóvenes solteros eran mejores soldados para la guerra-, celebraba casamientos en la clandestinidad.

Pero a pesar de la existencia de amores grises, sin pasión, en soledad, con sueños, con el horizonte que no llega nunca, con un baile solitario en la cocina, las velas apagadas y el beso que no fue; ¿por qué no recordar lo hermoso que es estar enamorados? Aunque de ese suceso hayan pasado tres millones de años luz, y no estemos seguros de si nos pasó a nosotros o lo vivió otra persona.

Aunque tengamos la piel seca por falta de caricias,  aunque la rutina haya detenido el galope del corazón o el vuelo de las mariposas, aunque las mejores estrofas de ese poema estén borroneadas y nuestra edad siga haciendo estragos en la escasa reserva de  sueños. Aunque la desesperanza haya aniquilado a la esperanza, aunque hayamos dicho nunca más …

¿Cómo es que era eso de estar enamorados?

El enamoramiento te pone hermoso desde los cuatro puntos cardinales. No queda un detalle en tu fibra que no irradie luz. Tus ojos se encienden, tu sonrisa llega para instalarse, caminás erguido, con actitud, con todas las plumas paradas y relucientes. Sos amado y correspondido. Sos como el dueño del universo. Estás seguro que sabés amar o  sabés a Mar, que es casi lo mismo.

Si hay un paraíso debe estar plagado de enamorados. Pero no de esos enamorados lujuriosos, que viven  apagando la sed de deseos carnales. Sino de esos mortales que se saben eternos, que se conforman con la mirada, o el toque sutil de la pupila sobre la piel del otro. Es el amor lento y despejado de apuros, ¿porque a dónde ha de irse tanto amor? Ellos saben que no se va a ningún lado, tienen la certeza y la honran. El amor que se materializa en suaves gestos y en la comunión del cuerpo que danza en una misma vibración.

Es el amor alegre, porque el amor tiene mil y una sonrisas. Es como una noche estrellada, y los amantes yacen tirados de espaldas sobre el pasto intentando capturar una estrella fugaz, mientras tararean juntos esa canción que tanto les gusta, callan y se entienden, así sin más, y la certeza de saberse inmortales vuela por allí mezclada con las luciérnagas.

Y llega Valentín, San Valentín, el día de los enamorados, el 14 de febrero se presenta como un cuco para las víctimas de desengaños y desamores.

¿Por qué no recrear un poco de la magia de aquellos días en los cuales todo comenzó?

Por ahí, quién te dice y volvés a creer.

“Es un instante, pero este instante, sólo este rato, es una traca que revienta en el pecho. Es llenar la eternidad. Es hablar con Dios. Atrapar el infinito. Eso que llaman estar enamorado.” Joan Manuel Serrat


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