Revista Diario

* savanah y los albatros

Publicado el 27 abril 2012 por Chinopaper

Las plumas, me dice. ¿Las plumas?, pregunto. Sí, las plumas. Las plumas son todo. Lo miro. Camuflaje, ventas, marketing. Así son los pájaros, mentirosos, falsarios, estafadores. Porque todo lo que importa está bien adentro. Lo miro. Seguimos caminando. Trato de pensar en las alas pero no puedo, no lo entiendo. Doblamos por Esmeralda y nos metemos en un cine porno. Continuado homenaje a Savanah. Savanah se terminó pegando un escopetazo en la cara antes de cumplir los veintidós años. Yo siempre preferí a Brittany, rubia también, pero más madura, más tetona y, sobre todo, más puta. Pensá en los albatros, me dice. Hago el esfuerzo pero no tengo la menor idea de cómo es un albatros. ¿Qué mierda es un albatros? Imagino algo parecido a un pelícano, pero dudo, porque si fuera así me hubiera dicho directamente pensá en un pelícano, no me hubiera dicho pensá en un albatros. Lo miro. Empieza la película. Savanah se voló la cabeza con una escopeta, le digo. No me extraña, me contesta, se nota que no tenía ningún propósito en la vida. Buen culo, sí. ¿Y eso que tiene que ver?, pregunto. Todo. Savanah chupa pija, las alas de los pájaros están constituidas principalmente por cartílagos, en el interior, que se unen entre sí, Savanah come verga por la concha, se entrelazan armónicamente y después, conformada la totalidad, Savanah garcha en cuatro patas, conforman el ala en sí, pero nosotros nunca vemos los cartílagos, sólo vemos el ala, Savanah coge por el culo, ¿entendés?, no, Savanah cabalga enorme chota, los cartílagos por separado no sirven para nada, para nada, pero si faltara sólo uno, apenas uno en ausencia, Savanah traga leche, la estructura compositiva del ala sería defectuosa, y ese pájaro del orto sería incapaz de volar, Savanah frota penes con las tetas, y así estamos, condenados, no vemos nada, nada, y nos creemos libres, Savanah se mete dos dedos, pero por más que ahora estemos tan contentos de que se nos pare la pija (como si además tuviéramos tremenda pija) mirando a esta puta de mierda, Savanah nos mira fijo, el vuelo siempre es corto y controlado, y todos, escúchame bien, pibe, todos terminamos pidiendo pista para aterrizar sin problemas, luces más, luces menos, Savanah grita. Lo miro. Trato de pensar en un albatros y no lo logro. Tres butacas más adelante vemos volar por el aire el chorro de semen que un gordo de sobretodo hace saltar a pura paja. ¿Sabrá el gordo que Savanah está muerta y por eso se excita tanto? ¿O preso de su ignorancia le da lo mismo ver coger a cualquier rubia para sacarse la leche de encima? ¿El karma de las pornstars es que se las sigan cogiendo después de muertas? ¿El karma de las de ojos claros es que las obligues a mirarte mientras te la chupan? ¿Qué debe esperarse de una mujer que se hace las uñas francesas? ¿Qué mierda es eso? Arranca la segunda película y en el cine somos cuatro. Tengo hambre pero también tengo miedo. No entiendo nada sobre alas ni libertad. Supongo que la clave es dejarse caer y averiguar qué pasa después. Pensá en las ciudades medievales, me dice. Lo miro. La clave es ir a menos, ir a la desesperación del instante único, le digo. Me mira. Sí. Seamos otra cosa, seamos más o seamos menos. Savanah sonríe. Vayamos a menos. A lo básico. Vayamos a la pornografía del primer impacto. Volvamos a los dedos tibios que acarician labios y orificios, que estimulan y penetran. Es imposible concebir una ciudad pensando en los detalles, me dice, la clave está en la estructura. Cartílagos. Entiendo el propósito, le digo. Savanah se arrodilla. El propósito es sexual. Me mira. El sexo comienza con una idea, pura intensidad, impulso y deseo, y después el sexo ya no importa. El propósito del ser humano es dejarse poseer por una idea. Una marea verde y voraz, espesa y pegajosa, incongruente, destructiva, inevitable y efímera. Savanah llora. Las torres y los corredores de las ciudades medievales tenían la función de protección y evacuación. Es imposible que fueran agregados al diseño inicial, ¿entendés?, no, no entiendo, pero sigo pensando en pájaros tullidos y en señores feudales. Le pregunto si conoce alguna estructura que pueda soportar el sismo del deseo. Me mira. Savanah duerme cubierta de esperma. Nuestra percepción, me dice, está tan atrofiada que ni siquiera podemos sospechar que nuestros ideales puedan ser falsos o erróneos, estamos seguros de que no lo son, porque ellos mismos representan nuestro sentido mismo de realidad; no hay cosa que nos haga ser más auténticos que el hambre por concretar un deseo. Energía, combustible. Somos bestias que nos buscamos por el olor, nada más que eso. ¿Qué es un albatros?, le pregunto. Un albatros es un buceador, pero también puede ser una cárcel, me responde. Nos vamos antes de que termine la película. Vuelvo a casa. Mamá duerme. Me acuerdo del gordo y pienso que no es ético cogerse a una muerta, pero tampoco es algo que pueda juzgarse apresuradamente. Salgo al balcón y mientras me acaricio la verga pensando en Brittany (¿estará viva?) siento la firme sensación de que la belleza es una víscera prendida fuego, una olla hirviendo que explota y chorrea, siento que la belleza es hacerse daño a sí mismo. Y es horrible.

 

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