La verdad es que me lo he currado durante estos diez últimos días de mi vida, lo que perfectamente podría haber hecho en unos seis meses. Pero yo soy así, y trabajo mejor bajo presión. He de decir, que he acabado DIECIOCHO DÍAS ANTES mi trabajo. ¿Cómo? Subcontratando a filólogos en paro. No, o tal vez sí. El caso es que he estado durante diez días tecleando sin parar, hasta conseguir escribir dos capítulos al día, a falta de uno.
Ayer por la tarde tenía claro que la novela llegaría a su fin, estaba todo apuntado en mi libreta. Así que agarré los bártulos y me fui a aquel lugar que tanto amo para acabarla: el Starbucks de Plaza de España.
Subía a su segunda planta con mi Chai Tea Latte, me puse los cascos y comencé a teclear dejándome arrastrar por la historia. Hubo un par de ocasiones en las que casi se me saltan las lágrimas, tal vez por la emoción de ver que esa minúscula idea, había germinado y ahora se había convertido en una preciosa novela.
Así, en torno a las siete y media por fin pude poner la palabra FIN a mi novela, he aquí la fotografía de aquel preciso instante:
Si os soy sincero, la sensación fue algo extraña: sentía pena y alegría. Pena porque tenía que ponerle un punto final a mi duro trabajo, y alegría porque por fin podría compartirla con vosotros.
¡Y esta ha sido la aventura de escribir! De todas maneras os lo estoy registrando todo en un vídeo. Ahora sí, toca ponerse a reseñar tooooooooodas esas novelas que tengo pendientes.
¡Un abrazo y que la locura os lleve al a felicidad!
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