Revista Literatura

Semblanza de Marcel Proust

Publicado el 14 octubre 2016 por Amtaboada @amtaboada

Flor Méndez

Jueves 29 de septiembre de 2016Semblanza de Marcel Proust3
Este artículo forma parte de la serie “En busca de Marcel Proust”, de la venezolana Flor Méndez, sobre el escritor francés y su obra cumbre, En busca del tiempo perdido.Lee aquí la serie completa.Marcel Proust, autor de En busca del tiempo perdido,1 nació el 10 de julio de 1871 en Auteuil, cerca de París. Criatura muy frágil y delicada al nacer, a partir de los once años hasta su muerte sufre de asma. La principal característica de su personalidad es la hipersensibilidad, sufre de una falta constante de afecto y de protección. Sobre este trazo de su carácter descansa la fuerza de su genio: le da una extraordinaria capacidad para disfrutar y sufrir. Poseedor de una inteligencia ingeniosa, espiritual, sensible, emotiva, fecunda, intuitiva y perspicaz, tiene inclinación desde muy joven a las especulaciones intelectuales. Su comportamiento social es agradable, amable y atractivo por sus brillantes dotes artísticas y psicológicas. A los once años comienza sus estudios en el liceo Condorcet de París y a los dieciocho ingresa en el ejército por un año. Al finalizar este período de su vida, estudia derecho y ciencias políticas. En 1890 comienza a establecer sus relaciones mundanas; entre otras con la princesa Matilde, sobrina de Napoleón, Anatole France, Henry de Rothschild y el músico caraqueño Reinaldo Hahn. Comienza sus actividades literarias en 1892 a los veintiún años y es cofundador de la revista Le Banquet, donde publica siete artículos en ese año. En 1893 se diploma de licenciado en leyes y en 1894 se inscribe en la Escuela de Filosofía de La Sorbona y obtiene esa licenciatura en 1895. Entre 1895 y 1899 redacta la novela autobiográfica Jean Santeuil, seguida de Contra Sainte-Beuve. Lee con voracidad, entre otros a Dumas, Rousseau, Balzac, Shakespeare y Goethe, y publica Los placeres y los días. En 1898 traduce La Biblia de Amiens, de Ruskin, viaja a Venecia el siguiente año y en 1902 visita Holanda y admira La vista de Delf, de Vermeer. Entre 1903 y 1907 publica en Le Fígaro de París varios artículos y crónicas y escribe Sésamo y los lirios. En 1908 Proust comienza a escribir En busca del tiempo perdido. Durante quince años (1908-1922) desarrolla su magna obra en siete volúmenes. Encerrado en su apartamento en París, trabaja en su habitación forrada en corcho para aislarse de los ruidos y del polvo. Proust comienza su día alrededor de las cuatro o cinco de la tarde; se desayuna, lee su correspondencia y los periódicos. Después de cenar solo hace su salida nocturna alrededor de las once de la noche para asistir a alguna soirée o cena, donde nunca come, y regresa a su apartamento a las 2 o 3 de la madrugada; enseguida se mete en la cama a trabajar sentado, sirviéndole las rodillas de pupitre, hasta las 7 u 8 de la mañana, y luego duerme hasta la mitad de la tarde. La fortuna familiar de los Proust es cuantiosa y a la muerte de sus padres los hereda, por lo que no tiene preocupaciones de dinero que entraben su carrera de escritor. Le encantaba jugar al baccarat en los casinos y en 1911 tuvo fuertes pérdidas. A principios de octubre de 1922 padece una gripe y, durante una salida nocturna, cae enfermo de bronquitis, que se complica en neumonía, y muere el 22 de noviembre de ese año. Es enterrado en el cementerio del Père-Lachaise de París. Su legado es la obra literaria más importante del siglo XX y su influencia en la literatura universal es indiscutible. En busca del tiempo perdido, la monumental obra de Marcel Proust, comienza con la palabra “tiempo” contenida en la frase más célebre de la obra: “Longtemps, je me suis couche de bonne heure…”.2 Esta palabra mágica presagia la deliciosa saga que nos lleva por varios lugares de la Francia de Proust entre 1879 y 1919. A los 38 años —luego de la muerte de sus padres— comienza Proust su obra concebida como una estructura única compuesta de siete partes: 1) Por el camino de Swann (1913); 2) A la sombra de las muchachas en flor (1919); 3) El mundo de Guermantes (1921); 4) Sodoma y Gomorra (1922); 5) La prisionera (1923); 6) La fugitiva (1926); 7) El tiempo recobrado (1927). En busca del tiempo perdido o La Recherche —como llaman los franceses a la novela— plantea la imposibilidad de recobrar el tiempo perdido y lo vacío de la amistad y del amor, la pérdida de la inocencia a través de la experiencia y el triunfo del pecado. Sin embargo, Proust concluye que la vida de cada día es supremamente importante, llena de alegría y belleza, y advierte que, a pesar de ser éstas indestructibles y recobrables, el hombre puede perderlas por faltas inherentes a la naturaleza humana. A juicio de G. Genette, “…el tiempo perdido no es en Proust el pasado —como pretende un error muy extendido— sino el tiempo químicamente puro que Proust construye mediante la fusión de un instante presente y de un instante del pasado, lo contrario del tiempo que pasa: lo extratemporal, la eternidad…”.3 El tema central de La Recherche es el tiempo tratado por medio de la memoria y el olvido. Proust hace distinción entre la memoria intelectual y la memoria involuntaria; afirma que solamente gracias al olvido podemos de tiempo en tiempo reencontrar el ser que hemos sido. Para él, la realidad es una forma de memoria. La trama de la novela —que no siempre guarda el rigor cronológico— se teje con los recuerdos de Proust y sus juegos narrativos mentales. Proust construye su obra —con una escritura narrativa única— sobre pares de oposiciones complementarias: arte-realidad, infancia-el mundo de los adultos, realidad-representación. Opuestas son también las partes felices de la obra y las sombrías. La Recherche es considerada erróneamente la autobiografía de Proust. Previniéndonos del error, el mismo Proust dice que “…un libro es el producto de un yo diferente del que se manifiesta en nuestros hábitos, nuestras relaciones, nuestros vicios…”. Según Dezon-Jones “…existen múltiples pruebas de que las experiencias descritas por el Narrador en la novela corresponden con un evento real que el autor ha experimentado o presenciado, que tal personaje es un amigo de la infancia, una relación mundana, o una figura conocida en el mundo de la época…”.4 Sin duda el arte de escribir literatura no escapa del proceso mental creativo humano que se basa en modelos aprendidos, vividos y creados. Proust diseñó más de veintisiete lugares, creó 245 personajes, numerosos eventos, situaciones y diálogos que constituyen el universo proustiano.
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Flor Méndez

Ensayista venezolana (Maracaibo, Zulia, 1944). Es arquitecta egresada de la Universidad del Zulia (1970). Es magister en Planificación Urbana y Regional por la Universidad Nacional de Ingeniería, de Lima, Perú (1973) y máster en Urban & Regional Planning por laUniversidad de Iowa, Iowa, EUA (1980).

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