Revista Talentos

Senador o carnicero, ¿cuál es la diferencia?

Publicado el 04 julio 2012 por Perropuka

Senador o carnicero, ¿cuál es la diferencia?

Senado boliviano-ABI

El reciente protagonismo político de la remota y tranquila república de Paraguay me dio un motivo para salir de mi ignorancia: no es justificación alguna, pero tenemos tan pocas relaciones culturales y comerciales con nuestro vecino del sureste que hace que apenas sepamos que existe. Como aficionado a la geografía, confieso avergonzado, que es el país que más desconozco de Sudamérica. De Paraguay sólo he vivido de leyendas e historias de la Guerra del Chaco, a pesar de que mi abuelo y sus hermanos han participado en la más absurda de las guerras. Ni nos odiábamos, a tal punto, que he leído en los libros de historia, que apenas convenido el cese de hostilidades, tanto soldados bolivianos como paraguayos se dieron de abrazos espontáneamente, como si hubieran olvidado que hace poco se estaban matando mutuamente. Hasta hace algunos años celebrábamos ambas naciones, esa tregua definitiva mediante un torneo de fútbol, la Copa Paz del Chaco.
Todo lo que sabía sobre Paraguay tenía que ver con la guerra, con su destino marcado a dolor y sangre, con su suicidio heroico encabezado por el presidente Solano López en la Guerra de la Triple Alianza. Con su triste karma de ser gobernado por personajes siniestros como Rodríguez de Francia y Stroessner. Con su hermosa música al son del arpa. Con los relatos angustiosos de Roa Bastos. Y pare de contar.
Ahora descubro apesadumbrado que tenemos idénticos destinos, idénticas realidades; más hermanados de lo que parece: Poblaciones similares en número, economías casi paralelas, los dos únicos países alejados del mar. Y la misma politiquería, a nuestro pesar. 
Por qué será que las naciones más pobres, ensimismadas y golpeadas por la historia,  tienen sistemas políticos de lo más rancio, estrafalario y oneroso para el tesoro público. Una nación de apenas 6 millones de habitantes posee el vergonzoso lastre económico de sostener a 45 senadores, aparte de lo que significa costear a la otra casta de privilegiados representados por los diputados. Suena increíble que el país más pobre del cono sur, tenga casi la mitad del senado del país más rico y poderoso del mundo (EE.UU. posee 100 senadores). No es consuelo tonto, los bolivianos tenemos la misma estúpida realidad.
Desgraciadamente no estamos lejos de nuestros vecinos. Durante los gobiernos republicanos, el sistema parlamentario contemplaba un senado con 27 representantes: tres por cada departamento, dos por simple mayoría y uno al segundo partido más votado. Era un sistema más o menos razonable, porque implicaba el necesario equilibrio de fuerzas, dándole al Senado el poder de veto en decisiones controversiales. Ahora la Cámara Alta es un apéndice más del Poder Ejecutivo. Conscientes de los obstáculos para sus planes totalitarios, Evo Morales y sus congresistas, modificaron la Carta Magna a su antojo, con la complicidad de algunos parlamentarios de la oposición: el “cambio” significó el aumento abusivo del senado, a un total de 36 representantes, similar a la situación paraguaya. Pero lo peor de todo fue que modificaron el mecanismo de elección, dando al partido oficialista toda la ventaja, a tal punto que en algunos departamentos se quedó con los 4 senadores respectivos y ninguno para la oposición. Entonces  no es de extrañar que tenga mayoría absoluta, aunque las votaciones reales no reflejen tal cosa.
Menos mal que el territorio tiene apenas 9 departamentos, qué distinto sería si tuviéramos una veintena. Aunque no es descabellado que en un futuro próximo,  las 36 naciones artificialmente creadas por el Estado Plurinacional exijan también su cuota de senadores, es fácil cambiar la Constitución como papel de cocina.
Sin ser apologista de los gobiernos neoliberales, en aquel entonces, el Senado era una institución respetable con todos sus defectos. Siempre había algún intelectual reconocido, juristas experimentados, ciudadanos de larga trayectoria, etc., que le daban la suficiente autoridad moral y contrapeso a los excesos del Poder Ejecutivo. Ahora cualquier pelafustán se hace llamar “honorable” senador.
Basta con destacarse en las “luchas sociales, como políticamente le llaman ahora a la trayectoria de esta nueva casta de políticos que se han encaramado en el poder a base de huelgas, bloqueos de caminos, marchas de toda índole, sabotajes políticos, y un sinfín de actividades “revolucionarias”, en las cuales Evo Morales es el mejor graduado con creces.
A tal punto se ha devaluado el Senado que,  ahora mismo, apenas conozco las actividades de dos senadores de mi departamento, los otros dos restantes seguramente entran en esa categoría insigne de levantamanos oficiales. O tienen tan poco que decir que no asoman la cabeza para no quedar en evidencia.  Como reza el tango, la vida se ha vuelto cambalache. Ahora resulta que un degollador de perros, un escandaloso borrachín, y otros,  sindicados en todo tipo de tráfico de influencias miran con altanería desde sus altos estrados y se hacen llamar padres de la patria. Qué le vamos a hacer, los detalles folclóricos del Proceso de Cambio, diría alguno. Y un asco de gente diría yo.

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