Revista Diario

Serendipia

Publicado el 10 diciembre 2014 por Evamric2012
SERENDIPIAEste otoño tan extraño como travieso ya casi se nos se va bostezando, y se arrastra melancólico entre los días de tormenta y las noches de lluvia persistente, como para decirnos que llegó tarde, pero que quería hacernos un guiño antes de marcharse.  
Sacamos por fin los paraguas del armario y guardamos las pupilas detrás del espejo.
Dejamos las hojas secas en el asfalto cubiertas de lluvia para volver a soñar un invierno, bañando los recuerdos cobijados bajo la inercia del tiempo, emprendiendo así de nuevo el camino de las chimeneas.  
Como hace tiempo que ya no salgo en las fotos de familia,  ni recorto ideas, ni me maquillo para encontrarme  en mis cuadernos de viaje, tampoco me pongo a mirar por el retrovisor lo que ya fue. Me conformo con atesorar las ausencias, acurrucando palabras, frases, historias de lo observado y lo vivido, sabiendo que regresaré  al despeñadero de lo conocido como  volveré  a mi exilio cotidiano.
Lo que más me gusta del transcurrir de las estaciones que siempre asocié a los ciclos de una vida, es la etapa del tránsito, la del abandono a un tal vez, a lo que ha de ser y será, o no, y la mimo como una mera espectadora que se asobina ante el miedo a un mañana empañado de tristezas que sabe que irá menguando entre el calor de unas sábanas por estrenar, o un metro por el que cada mañana navegarán y naufragarán,  acompasada a nuestra mirada, la solidaridad de otras miradas tristes, o las citas,  que ilusionados, nos quedarán por envolver en papel de celofán.
El no haber sabido vivir la vida como un destierro voluntario, y el haberme negado a ser protagonista inclusive de mi propia película, me hace regresar a la guarida, con nubes  de color rosáceo pero sin humedad en los huesos,   aprendiendo que la rutina de las estaciones tiene el tinte descolorido de lo conocido, y que bajo su manto logramos sentirnos protegidos por una masa de recuerdos, que en un descuido, puede bañarnos con sus lágrimas de perlas, o bien abrazarnos a los brotes de las flores de un cerezo, o a los árboles que ya andan inquietos esperando su Primavera, o a ese beso tuyo, improvisado, que es mi serendipia.

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