Revista Diario

Siesta

Publicado el 27 julio 2015 por Evamric2012

Me lleno del frescor de tu lengua mojada que va recorriendo ávida cada estallido de mi piel, desde mi lóbulo izquierdo hasta el pezón erguido. Te beso los párpados, suave, dulcemente, bajo el candor de mis labios entreabiertos y jugueteando con las mariposas que aletean jugosas en tus pestañas.

Te libo el aliento como néctar de savia que exhala este calor húmedo, esas gotas de rocío tuyas entre mis muslos. Despiertas mi pubis hundiéndote en él y al penetrar en su corola haces sembrar en ella la cera de tu cirio embrujado por mi incienso. Tus quejidos sublimados por el éxtasis penetran hasta hacer estallar en mil pedazos mis entrañas. Abandonada a esa dulce muerte que dura apenas un instante, abro los ojos y sonrío para llenarme de ti, al vaciarte en mí en ese diminuto instante que revienta los sentidos en la entrega. Una vez despierta, tras el álgido letargo que deja el roce de tu piel en mi piel te pido que tras ese baño de sal de nuestros sudores entremezclados, comencemos de nuevo, descubriendo atajos nuevos. Desnudos y aún guarecidos por nuestras pieles perladas y ese olor confundido que sigue el descuido de las sábanas arrugadas, cierro los ojos. Y es ahora cuando el chasquido de una tormenta cuyo resabio es el indeleble aroma de tus ganas aún incrustado hasta mi último poro, abro la ventana y me cubro con el olor de un nuevo despertar siesteándote/me los sentidos. Cuando álgida tu voz en mi cuerpo, resbalando en cada caricia, duermo recostada en tus pupilas, hasta que de nuevo me cubra como un manto la eternidad de tus besos.


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