Revista Diario

Sigilo

Publicado el 14 julio 2011 por Mixha
"La borró de la fotografía de su vida no porque no la hubiese amado, sinoprecisamente, porque la quiso.”   Milan Kundera (El libro de la risa y el olvido)
Le pegaron casi hasta matarlo, cada golpe era el recuerdo de cada calle, avenida, esquina donde él la beso. Cada recuerdo era un dolor más, sobre su cuerpo macerado de un alma partida en dos. Un alma que se había vuelto una contradicción y que gritaba delirante ante la locura. Al voltearse se encontró cercado y supo en ese instante que no había salida.
SIGILOSe sentía el intenso aroma desde la vereda. A pesar del vaho penetrante de la calle y el olor de gasolina del taller; en medio de la oscuridad, olía su cuerpo. Podía atisbar la piel que se deslizaba a través de la ventana, entre los barrotes oxidados y los vidrios sucios. A oscuras, la casa brindaba el silencio de esos viejos solares resquebrajados por el tiempo. Ese recuerdo de algo que jamás podría quitar de su memoria. Atravesó el corredor que daba al vértice de la calle, sin quitar los ojos de la ventana, esperando cualquier indicio de existencia. Encendió un cigarrillo ante el desvelo de esa noche y se acopló al grupo de la tienda, esperando un vistazo desde la abertura del segundo piso.
La reja entreabierta daba una invitación al solar, las luces revoloteaban desde el fondo; inquietándolo a penetrar directamente por los estrechos pasadizos que daban al apartamento. Pero sabía que si entraba se perdería, no era fácil deshacerse de ese embrujo extraño que lo estaba atrayendo hace un par de meses. Sabía que era cuestión de tiempo que sus aliados de jolgorio, descubrirían sus entuertos y estaría perpetrado para siempre en la cárcel justiciera de los hombres verticales.
La vio al cruzar la calle de la estación del tren, podría ser casualidad que esa noche saliera tarde de trabajar. Supo que al seguirla cambiaría su rumbo vital. Y ese día sentía hambre de sueños. No era el momento de amilanarse ante los detalles y se lanzó al encuentro de ella, sin saber a dónde iba ni por qué. Se encontraban en la misma línea del tren, a lo lejos la máquina venía y pudo oler su agitación al sentir la velocidad que raspaba su halo cercano y escudriñar cada cabello ante la fuerza de la máquina.
SIGILORespiraba de tal modo que sus pechos se elevaban ante la mirada de cualquier hombre que estuviese cerca, no importaba a que estipendio pertenecieran, unos eran por deseo y otros por escarnio encubierto. Pero estaban examinándola siempre por ese ángulo externo del ojo.  Podía haber sido ese día o cualquier otro, cuando se quedó clavado en un punto que se estiró y creció hasta ser una sonrisa; al levantar la vista se encontró con unos ojos que se achinaron sutilmente al encontrarse con los suyos. Volteó el rostro de tal modo que pudiera soslayar sin ser sorprendido. De vez en cuando despegaba la vista del diario para captar cada acción desarrollada por ella. Al llegar al paradero final, él se acercó, cuando de manera repentina ella giró y le pidió su diario. Él se quedó en estado catatónico, ella se lo arrebató y revisó la parte C; levantó  las cejas y se arrojó encima de él con tal fuerza que lo hizo trastabillar y despertar de su letargo. Ella lo cogió del brazo y lo llevó casi a jalones por las escaleras que daban a la calle. El vaho del viento les congelaba el rostro, de tal manera que parecía impulsarlos uno contra el otro al avanzar cada paso. Sin hablar se refugiaron en un cafecito oscuro. Nadie lo había avasallado de tal manera, se había dejado invadir como si no tuviera cuerpo; extraviado en el sistema de una mujer desconocida de la cual sólo conocía su aroma.
Se sentó en un banco, que le dejase ver directamente la ventana, esperando que ella saliera a otear por el marco de la vidriera, pero no salió. La pregunta era que esperaba realmente al verla en ese momento. No podía hablar con nadie al respecto. Qué podrían entender de sus deseos más perpetuos.  Ese aliento que ella aspiraba y le llevaba la vida, contra sus sentidos. Un  golpe de oreja lo hizo voltear hacia atrás: “¿Qué miras con tanta insistencia, no sabes que allí vive la Lilít?”, no lo negó, sólo cambio el rumbo de su mirada y empezó una conversación sobre nada y todo lo necesario para reirse un buen rato sin motivo alguno. No era casualidad ese momento, todos juntos en la misma ciudad. Una ciudad expectante, marcada por el recuerdo de los que quieren olvidar, y el frío te destroza el alma, te marchita el corazón y te endurece. Pero Lilít, conservaba la tibieza de una sonrisa guardada en un baúl que ha sido conservada a pesar de los años, esas carcajadas crujientes nunca impostoras. Él supo desde esa tarde que la vio subir al tren que quedaría atrapado en su memoria. Cuando ellos por fin decidieron partir, el dobló la cuadra; un par de bromas, un cigarrillo por allá y un hasta mañana. Cuando ya estaba a media hora de la despedida, regresó por la espalda del solar y subió por la escalera de atrás, trepando por el alfeízar  apoyandose en la cornisa.SIGILO
Hasta que sintió una mano que lo jalaba hacia adentro, al penetrar a la habitación sintió su aroma que flotaba en el ambiente que lo rodeaba paralelo a un efluvio incandescente. Sintió el temblor ante la humedad de su cuerpo, quería morder la pared para no tocarla, podía escuchar sus latidos rozando su pecho, frotándose, cerró lo ojos para aspirar la humedad de sus labios y sus manos delinearon su cuerpo, dónde su risa estalló cual rugido invadiéndolo todo. Era innegable que la soledad tiene sus bemoles en lo evidente, no obstante, quería cerrar los ojos y creer lo que quisiera con sólo sentirla. Quería ser transportado a ese efímero contraste entre lo étereo y lo absoluto. Pero eso era imposible, la realidad estaba frente a él; en las risas de sus amigos y ese pensamiento lo absorbía como una inyección letal.SIGILOPor eso cada golpe, era recuerdo de cada mirada, una sonrisa abierta, un antojo y una espera frente a la ventana. Sentía morir por la rabia de no poder gritar la ignominia, el desarraigo y incomprensión de sus amigos. La evidencia de ser vulnerable ante lo irreversible. Lo funesto del dolor interno que te embarga hasta la asfixia y ya no sangras. Cuando ellos lo cercaron sabía que algo iba ocurrir; esas risas maliciosas, sus manos y el hedor que desprendían cada uno de ellos. Podía ver su cuerpo desde arriba, insoportable y apestado por otros, inerte como cuando ella se le avalanzó por primera vez a los brazos, cuando se reía a carcajadas y descubrió que eran lo mismo y se amaron. Cerró los ojos y no supo más.
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Un texto algo largo, lo dejaré un tiempo para que lo lean con tranquilidad. :)
Gracias por su apoyo  desde que entré a la red Yurena Guillén, María Luisa (Mamamía), Emma Gunst, Julio Díaz Escamilla, Diana Porfilio, Gabriela Amorós, Antonio (oscilaciones)
y a mi nueva amiga Merché Marín (le agradezco el premio el blog de oro)
Les dejo un premio a mi estilo :) muy personal
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Y a mis amigos de la red que fueron a la presentación: David Ostos, Fanny Jem, Ludobit, Pierrot, abatido por las estrellas y Esteban Boz. Gracias por acompañarme esa noche.
Prometo poner sus links mañana ya me voy a dormir  : un abrazo infinito a todos

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