Revista Literatura

Silvino Ortega, el sectario

Publicado el 25 abril 2012 por Gasolinero

Silvino Ortega, alias Sedas, es someramente profundo; se queda en las primeras matas de cualquier cosa y no escarba casi nada, o más bien nada, en pos de la opinión. No lo necesita, no obstante, ya que Silvino Ortega (a) Sedas es sectario. También es militante de un partido político, de una de esas organizaciones mayoritarias que piensan que los ciudadanos somos gilipollas (con perdón); lleva más de tres años sin pagar la cuota, pero como el tesorero de la asamblea local de su formación no le reclama el pago, él se hace el desentendido.

Ortega heredó el negocio paterno, una lonja repleta de estanterías de madera llenas de pliegos de tela de todos los colores del espectro, dependientes con los antebrazos metidos en manguitos negros y que medían los retales de tela con varas prismáticas de madera, con las puntas protegidas por embellecedores dorados y que advertían al cliente, clienta generalmente, que este paño es «doble de ancho». Ahora la botica es una franquicia de una marca de ropa ya confeccionada, de moda por lo visto. Quiero decir, que la marca de ropa de moda que vende en su establecimiento se estila ahora especialmente. La redacción la carga el diablo, ya se sabe, y si los conceptos no se aclaran, pueden inducir a la confusión.

Silvino Ortega, el sectarioSedas sólo usa las varas de medir virtualmente y con distintas unidades, según sea para mensurar los hechos de su partido o los del otro. La que usa para su grupo cada centímetro tiene cinco; la otra, cada centímetro mide una micra. A las opciones minoritarias ni las contempla en su liviano mundo: son morralla, dice, que solo hacen falta cuando no alcanzamos la mayoría. Don Silvino tiene una mente digital, maniquea y feliz que retroalimenta con el boletín de su partido. Cuando le levantan una rueda de molino consagrada para que comulgue con ella, saca mínimamente la lengua, dice amén y para adentro.

Silvino Sedas se declara fan incondicional de Apple y se define como maquero, no se sí con cu o con ce y ca. Cuando puede lo suelta, impúdicamente. Hace poco en el colegio de sus hijos presentaron una plataforma educativa por internet y le faltó tiempo para preguntar que si la aplicación «corría en Apple», dijo. El hecho de que Ortega sea fan de esa marca no tiene nada que ver en su condición de sectario, pero queda bien en los tiempos que corren.

Para Sedas los fallos de su partido son errores y los de los otros son traiciones, incluso los contrarios lo hacen adrede para cargarse conceptos intrínsecos, normas inamovibles y derechos consuetudinarios.

Silvino vive en la calle de este escribidor, en la que como bien sabes lúcido lector, el drama del desempleo ha entrado en casi todas las casas como una plaga bíblica, a pesar de tener los dinteles marcados con sangre de cordero. A tres puertas de Sedas vive otro pequeño negociante, afiliado al partido contrario y con los mismos tics que nuestro amigo. Sólo les une su amor por la manzana mordida; ambos lucen las últimas novedades de la casa sin pudor y con la que cae.

Algunas veces, al ir a coger el pan, nos juntamos varios vecinos y nuestros colindantes amigos comienzan a discutir, de política dicen que hablan. Se echan en cara, maniqueamente como no puede ser de otra forma, errores pasados, presentes y futuros; hacen juicios de valor en menos que se le dice a un perro «¡vete!» Usan el «y tú más» con fruición y desenfado y en lugar de buscar soluciones, buscan culpas —siempre del contrario—. Intentan ganar dialécticamente la discusión y cuando hablan no miran al otro, nos miran a nosotros, al resto de los vecinos buscando nuestra aprobación. Los demás contemplamos el espectáculo con una mueca de amargura.

Cuando acaban, nos vamos cada uno a nuestra casa, ambos retóricos convencidos de que sus argumentos han humillado  al contrario y convencido al público. Nosotros, con el alma caída a los pies y con cada vez menos esperanzas de salir de donde nos han metido.

http://www.youtube.com/watch?v=8Nzsh60MQto


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