Revista Diario

Sirenas

Publicado el 10 diciembre 2009 por Quique

Alaska, 10 de diciembre de 2009,
Estaba hablando en la escuela con la psicopedagoga cuando ha sonado una sirena a toda pastilla. Me ha recordado la fábrica textil donde trabajé hace mil años. Sonaba dos veces: una te metía en el cuadrilátero, la otra  te salvaba del KO.
-Es el simulacro de incendio Quique.
-¿Cómo?
-Sí, tenemos que bajar todos al patio en orden. Es que lo hacen sin avisar.
Y para el patio que vamos, profesores y más de trescientos niños en filas de a veinte, bien ordenaditos. No sé que hubiera dicho de esto Teresiña, que siempre me dice que parecemos unos apagafuegos.
Sea como sea, un paréntesis inesperado. De repente, al aire libre, con un sol que se agradece, nos relajamos todos y las conversaciones pierden peso.
-La última vez nos suspendieron, nos dejamos a X , que estaba tan tranquilo en el lavabo. ¡Imagínate!.
Tenía que ser X, me digo, del  que hablaremos luego en la reunión. A su lista de virtudes tendremos que sumar  la templanza.
Más tarde,

Hablo con Ana *, que no quiere saber nada de su hija desde que ésta ha decidido, por iniciativa propia, vivir con su padre. Pobre Julia enfrentada sin comerlo ni beberlo al ¿quieres más a papá o a mamá?, pero a lo bestia. Su drama: haga lo que haga será una traición. Pobre madre, siempre quejándose de que el padre vivía lo “bueno” de la paternidad, pero incapaz ahora de disfrutar de esa ventaja. Pobre padre, en su nuevo rol de ladrón. Pobre educador, que en vez de un serrucho para partir a Julia en dos, sólo ofrece a la familia un saco de técnicas que hagan pensar en traiciones, celos, despechos, rabias y amor.
Me pide el cuerpo emplearme a fondo con esta familia. Como recomienda Alonso Varea en "Con los bolsillos llenos de técnicas", voy a poner en juego todo el arsenal.
Algunos educadores  (lo siguen haciendo muchos jovencitos recién salidos de la universidad) hablan con desprecio del trabajo “de despacho", dando pábulo a una de las mayores tonterías y pérdidas de tiempo de la educación social; la dicotomía entre el trabajo de calle y el de despacho.
Claro, sólo son capaces de ver unas sillas y una mesa. Ignoran que un despacho es también un espacio escénico. Ahí, en el despacho, pero sólo si uno se toma muy en serio la entrevista, es decir, el trabajo con personas, se ríe, se lee, se llora, se suspira, se oye , se canta, se juega y se aprende.
Ilustración: Denis Zilber
(*) Todos los nombre son inventados
http://factorialossanchez.blogspot.com

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