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Slow dating

Publicado el 16 febrero 2013 por Soniavaliente @soniavaliente_

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Ni recuerda la última vez que tuvo tiempo de quedar a tomar café, tranquila, con una amiga. Sin estar pendiente del reloj. O tomándose una copa en lugar de agua con gas on de rocks, pajita y limón para que su entorno crea que bebe gin tonic y le deje en paz. Y así madrugar el domingo a placer, libre de pecado. Y de resaca.

Recuerda cómo en una cena de columnistas de Juego de Damas su compañera de planta le preguntaba que cómo se inspiraba, de dónde sacaba las ideas para escribir 10 artículos mensuales, si se pasaba los días trabajando o escribiendo en su despacho, en bata. “Nena, tienes que salir, orearte”. Ella asentía mientras pensaba que no tiene tiempo de divertirse.

Slow dating

Tiene la sensación de que le pasan muchas cosas. Demasiadas para no poner un pie en la calle. Benditas redes sociales. Pero eso no es la vida real. Es un simulacro. Pretender tener mil amigos y no tener tiempo para ver a ninguno es tan patético como frustrante. Una conducta típica del consumidor exprés postmoderno. Aquel que necesita coleccionar, tener, consumir. Usar y tirar, todo rápido. Saciar su apetito voraz, emocional y social, como quien come comida basura. ¿Se han dado cuenta? Fast food, speed dating, hasta los secuestros son exprés.

¿Pero qué nos pasa? ¿Quién nos ha engañado para vivir así? De este inconformismo, de esta insatisfacción crónica, surgen las relaciones rápidas. Las infidelidades se suceden. Las parejas no duran. Todo tiene que ser nuevo, trepidante, eléctrico. Adultos en un eterno parque de atracciones.

¿Recuerdan cómo era el cortejo hace unos años? No hace tanto. Cuando no había móviles. Y una tenía que quedar cara a cara. Y le enamoraban en tiempo real, sí, pero mirándole a los ojos.

Esta semana ha sido San Valentín y ha descubierto una campaña de cafés que le ha encantado, slow dating. Parodiando las citas rápidas propone buscar y encontrar el tiempo justo para disfrutar de esa persona. Y tomarse la molestia de conocerla. Con la excusa más antigua del mundo: Quedar, a tomar café.


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