Revista Diario

Sobre asesinarse

Publicado el 25 octubre 2010 por Elcocteldeloscuentos
Sobre asesinarseSe metió en la cama cuando todavía tenía las manos y la ropa manchadas de su sangre invisible. Si él, que no había hecho nada malo, había acabado muerto en vida por su culpa, ella tenía que declararse asesina. Y en el juicio personal que iba a hacerse aquella noche, no tendría más que alegar en su defensa, que ella nunca supo (ah, que nadie lo sabe) qué iba a pasar después.
Se arropó con la colcha hasta la nariz y deseó con fuerza dejar de llorar, calmar su respiración. Cogió aire de una manera exagerada, como si respirase hasta por la piel, para intentar llenar los pulmones y que se le pasase el sofoco. Una vez controlado el ritmo de su respiración, habló sin decir nada con su corazón. Quería que se le pasase la taquicardia que le daba intensas punzadas en el lado izquierdo del pecho, y quería que se le pasase de inmediato. "Cállate. Que te calles". Fue calmándolo, usando como último recurso la amenaza de muerte, y al final le dijo que no hacía falta que siguiera bombeando sangre. Que quería que parase las sístoles y las diástoles, "pero hazlo poco a poco, mientras duermo". Y así, el corazón obediente, bombeando primero sesenta veces por minuto, y luego cuarenta, y luego diez, fue ahogando a la asesina de almas y de ganas de vivir, para que recibiera su merecido.
Al cabo de unas horas, sin embargo, es el puto despertador en vez de la voz de San Pedro lo que oye. Intenta levantarse, tomarse un café y subirse al mismo autobús de cada día. Pero en la parte del café se acuerda que lo único que desea es autoasesinarse, y vuelve a la cama.
Con un poco más de entrenamiento, logrará que esa rebelde máquina que sigue haciendo ruido debajo de su piel, se pare.
Ayer nos fue imposible traeros el nuevo número de EadB.
En esta semana os lo dejamos :)

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