Sobre cambiar la perspectiva

Desde que Mi Jorge me ha explicado que "ahorita" significa "vas a esperar lo que yo quiera, que las prisas son muy malas" la vida es mucho más fácil en mi realidad paralela. No entro al trapo.
El otro día un chiquito de una tienda me dijo que me cobraba 129 dólares por un móvil nuevo, y luego me dijo que no, que 139, que estaba mal en el ordenador. Yo sonreí y dije que de eso nada, que carta en la mesa presa, que me había dicho 129 y que eran 129. Mientras mi Jorge al lado miraba con cara de "tía, no seas cutre" y yo le miraba con cara de "déjame, que estoy muy loca": fueron 129, no tuve que armar pollo ni nada.
El mismo día nos fuimos a cenar por ahí porque sí, y la camarera se olvidó de que estábamos durante veinte minutos. Debo de estar desarrollando superpoderes o algo porque la miré, me miró, dije "la carta, por favor", ella sonrió y apareció con la carta y con unas judías verdes saladas que por lo visto en Japón se toman con la cerveza, lo mismo que nuestros panchitos. Las judías por el morro, y tampoco tuve que armar pollo ni nada.
Porque si no entras al trapo la vida es mucho mejor. Que tu directora paga a todo el claustro una tarde en los recreativos para despedir el curso (cena incluida), pues tú sonríe y tira. Que el de la farmacia te dice que no va a pedir a la encargada que busque la crema que necesitas porque "a la encargada no le gusto mucho ahora mismo", carcajada y para adelante. Que justo cuando vas con la hora pegada te tienes que parar en un stop un rato largo porque una familia de patos decide cruzar la calle en ese momento, pues foto y al Instagram. Que te das cuenta de que has estado pagando de más por tu apartamento durante dos años, unas risas y alegría.
Hemos encontrado un apartamento nuevo cuatrocientos dólares más barato. Mismo barrio, mismas condiciones, de momento no hay truco. No hay nada como cambiar la perspectiva.