Te amé... cuando tu voz apareció,
En el canto de un ave pasajera,
Te amé... cuando esparciste el brillo de tus ojos en la arena,
¡Cómo no reconocer!,
Aquellos ojos, que un día sin hablar dijeran,
Te amé... como la vez primera,
Cuando sentí tu mano placentera,
Que acarició, más de lo que nadie viera.
Te amé... con la soledad como compañera,
Sin importar la duda de los días,
El afán medio dormido, en cada pensamiento.
¿Sabes por qué te amé?
Porque te sentí, en cada espacio de vida ambulante,
En cada aroma de primavera,
En cada fragancia hermosa y placentera,
En cada palabra, que nadie entendiera.
Y si la pregunta hicieras,
Te diré que te amé,
En cada segundo, que pasa y se convierte en ayer.
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