Revista Diario

To BB or not to BB

Publicado el 10 junio 2010 por Looope

To BB or not to BB
Resistir no ha sido un problema.

Cada cierto tiempo me lo he planteado y la respuesta ha sido siempre la misma: no me gustan los Blackberry. Lo que quiero es un iPhone. Desde siempre. He esperado tanto y ahora está tan cerca.

La gente me dice "Luis, cómprate un Blackberry, ¡anda! ¡Es buenísimo! Así nos mantenemos comunicados gratis" Pero no. Cuando veo un iPhone siento el amor en el aire. Me provoca cantar, susurrarle cosas atrevidas, seducirle y llevarle conmigo el resto de mi vida, exhibirlo y ser felices juntos, sentir las miradas recelosas de la gente, mi celular florero. Cuando veo un Blackberry, siento lo mismo que siento cuando como comida india.

Para mí sería como querer ir al Cirque du Soleil y conformarme con ir al Circo de los Hermanos Gasca.

Hubo un momento de encrucijada hace poco, cuando hablé con mi papá por el Blackberry de mi prima. Hay algo que se remueve dentro cuando tu figura paterna solloza de la emoción a través del Messenger. Al guarapo de uno le cae un palo de agua.
"Sería tan fácil comunicarnos, hablaríamos todos los días" La estabilidad de mi núcleo familiar sustentada en un dispositivo móvil que nos cohesionaría fácilmente, un mensaje de texto corto a la vez.
Y al mismo tiempo, después de tanta profesión de amor hacia Apple todos estos años, mucha gente estaría en total desacuerdo con que caiga en esa tentación. Nadie me desaprobaría más que Conchita. Ya me la imagino, viendo de reojo con desdén mientras hablo. Y yo, sintiéndome sucio -insertar escena llorando en la ducha, bañándome con una esponja- e infiel.

Conchita es mi MacBook.
Donde sea que voy, me gusta pasar desapercibido... al menos hasta que abro la boca. En el mundo saben que eres venezolano porque hablas español y tienes un Blackberry... y dices marica, o sea, won y vaina de forma exagerada, pero ese es otro asunto... Es peor que sacar el cuatro, el arpa y las maracas y ponerte a cantar "Caballo Viejo" en plena Gran Vía... o tararear sin querer agárrense de las manos.


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