Revista Diario

'Tocatimbres' y mitocondrias

Publicado el 06 abril 2011 por Historiadea
Estoy como la Teniente O'Neil el día en que fue a hacerse la revisión médica al ambulatorio de campaña de aquella infame unidad militar apatrullada por Viggo Mortensen: hecha un asco.
Los solsticios, sobre todo el de primavera, suelen dejarme siempre para el arrastre por cuanto mi legendaria alergia al polen se junta, velis nolis, con una manifiesta incapacidad para asumir, así, de golpe, semejante cantidad de horas de luz. Vampira y noctúrnida que es una, fíjese usted. Por no hablar de la vitalidad y el buen humor que me gasto, teniendo en cuenta lo dicho, en este primer mes en que la primavera _con todo su poderío polinizador_ asoma la patita por las rendijas del calendario.
Puede dar testimonio al respecto el último tocatimbres que ayer osó, fuera de las horas en que uno debe pulsar las bocinas de los domicilios ajenos, aplicar la fuerza de su dedito sobre el botón que intercomunica el portal de mi edificio con el hall de mi casa.
_¿Digaaa?...
_ ¡ABREEEE!...

Nuevo timbrazo y la madre que lo parió.
_¡Diga!...
_ ¿QUIÉN ERES?...
Me dieron ganas de decirle que Sarah Connor y que no se moviese del portal, que en un momentito bajaba a explicarle el significado de 'Sayonara, baby...' pero, dado que no hablo de cine oriental con desconocidos y que ando con la energía en fa menor, me limité a espetarle sin contemplaciones un '¡a la mierda!' que me dejó el cutis terso como el durazno.
Estoy, pues, polvaredas aparte y a tenor de lo narrado, asténica, con menos fuerza que un pedo cara al viento, con un humor de perros y, de nuevo, con un catarro de vías altas contraído en mi propia casa. Que una es autosuficiente y educada y no va a los hogares de nadie a dar incumbencias ni a pillarse virus, bacterias ni miasmas que no son suyas. ¡Faltaría más!.
Me decía mi terapeuta energética hace unos días al hilo de todo esto que comento que, efectivamente, ando hecha un asquito con patas, que tengo en mi organismo más virus que la mona de Estallido y que, si bien puedo congratularme de no albergar hongos en ningún resquicio de mi cuerpo serrano, he de andarme con ojo con el sistema inmunológico y, también, con la cosa del tabaco.
Y teniendo en cuenta que la terapia energética basa su efectividad y su ciencia en el principio inquebrantable de que la energía ni se crea ni se destruye, que todos somos TODO y que, siendo reduccionistas, la célula humana no es más que un corpúsculo de luz coherente, no le dolieron prendas a mi terapeuta a la hora de revelarme, además, que mis preciosas mitocondrias son odiadas in extremis por numerosas entidades perversas.
Con lo cual _según atestigua la terapia cuántica que me asiste_, así ando, con el adenosín trifosfato hecho unos zorros, con la energía a ras de suelo, con el solsticio de primavera haciéndome estragos y con unas denodadas ganas de ponerle los puntos sobre las íes y pasarme por el filo de la pluma a alguna de esas fuerzas perversas que yo me sé y que se van a librar de que les ajuste las cuentas en este foro porque, pobriñas mías, bastante tienen ya ellas con ser la peor peste de la Tierra y con cagarla de mala manera a todos los niveles cada vez que dan un pasito p'alante, María.
Lo que no sé yo es si voy a ser capaz de sustraerme al irrefrenable y genuino impulso de tocarles el timbre en medio de la noche _que es cuando más vampira, lúcida y creativa estoy_ y, tras el previsible '¿Digaaa?...' soltarles, con nocturnidad, alevosía, voz de Hannibal Lecter y el animus necandi en do mayor, algo bastante parecido a '¡¡¡Cago'n-tó-soy-tu-mitocondria-y-ahora-qué-mamarracha'!!!'.
Ya os contaré.

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