Revista Talentos

Trenes

Publicado el 10 octubre 2017 por Aidadelpozo

Todo el mundo te dice que los trenes solo pasan una vez y tú te lo crees. Y lo crees con tanta fe, sin plantearte que pudieran estar en un error, porque precisamente todos lo dicen. Sin embargo, yo estoy ahora aquí, sentada en el andén de esta solitaria estación porque así me siento, sola, aunque me halle rodeada de personas que no conozco, que no me miran, que no me importan y a las que yo les traigo sin cuidado. Estoy aquí sentada porque espero ese nuevo tren que me llevará a alguna parte o quizás a ninguna y no me importa dónde duerma esta noche, pues solo ansío que sea lejos de Damían, de su ira, de su mal genio, de sus humillaciones, de ese demonio que quiso meterme en el cuerpo, de ese dragón que solo buscaba convertirme en ceniza. Fueron tres años, tres, donde escuchaba llegar los trenes a la estación cercana a mi casa y pensaba, "Lara, ahí está el tuyo, por mucho que aquellos que ni te conocen se empeñen en hacerte creer que no hay tren alguno para ti".

Espero y no hay nadie a mi alrededor y hay cientos de personas. Espero mi tren, sé que llegará, mi vida apuesto a que sucederá, que parará frente a mis ojos y que me montaré en él. Y me llevará a un hermoso lugar rodeado de árboles y hierba fresca, donde lo único que escuche al despertar sea el trinar de pájaros que me invitan a vivir el nuevo día..

Un tipo se ha sentado a mi lado y lee a García Márquez. No he podido evitar echar la vista a Cien años de soledad, para saber en qué parte de la obra se halla. Y tan burdamente he intentado disimular, que me ha mirado durante unos segundos y ha sonreído.

Anuncian que el próximo tren lleva retraso. Cogí el billete hace horas, en la misma estación y, cuando el vendedor me preguntó dónde viajaba, le contesté que donde más lejos pudiese llevarme un tren. Me miró incrédulo y me dio el billete. Solo ida, ya veré después... Es mi sino que la diosa Fortuna no me sonría, pues el tren que llegará más tarde de lo previsto es el que yo voy a coger. El hombre que lee a Márquez me mira y comenta que es su tren y que si yo voy al mismo lugar. Contesto que sí y vuelve a sonreír. Me ha invitado a un café. Por megafonía indican que el retraso previsto será de más de una hora. Un café, ¿por qué no?

*****

Acabamos de hacer el amor y comienza a amanecer. Es distinto a todos los hombres que he conocido. Me ama. Va a leerme un poema que ha encontrado en un blog de un autor aún desconocido. Me dice que llegará lejos pues tiene el don de hacer sentir con sus letras. Lo comparte conmigo porque le ha llegado hondo, según me cuenta. Antes me ha amado con tal intensidad, que he perdido la noción del tiempo, que he deseado que no hubiera cielo y tierra fuera de estas cuatro paredes pues él es mi cielo y mi tierra ahora, que he querido gritar al mundo que hay muchos más trenes, muchas más que una sola oportunidad; que todos se equivocan, que hice bien cogiendo aquel tren.

En ese andén, por ese tren que no llegó a su hora, por García Márquez y su soledad eterna, por un capuchino en la cafetería de la estación, hoy estoy aquí y el va a leerme un poema. Nunca pensé un día descubriría qué es amar y que iba a ser él quien me lo enseñara.

Tiene diez años más que yo, es maestro de escuela, perdió a su familia en un accidente de tráfico y el destino hizo que decidiera anular un billete de tren para visitar a sus padres en Barcelona y apostar por un destino diferente. Era la persona que estaba detrás de mí en la taquilla aquella tarde. Me vio cuando entré en la estación y cambió de idea con respecto a su viaje. No sabe por qué, me cuenta cuando se lo pregunto, pero lo decidió nada más verme. Llamó a su familia y les comentó que deseaba estar solo. La realidad es que lo que había decidido fue tomar un café conmigo. Nunca pensó que el tren sufriera un retraso y, antes de que fuera anunciado por megafonía, ya había ideado el modo de invitarme cuando montásemos. Casualidades, supongo.

Tomamos ese café y cuando subimos a aquel tren, lo supimos. El camino se hizo interminable, la espera eterna. No fue necesario preguntar si deseábamos estar juntos. Sin palabras, nos dijimos que sí. Alquilamos una habitación en un hotel cercano a la estación y nos amamos hasta el alba. Al amanecer ya teníamos todas las respuestas, aun sin haber formulado pregunta alguna.

Un mes más tarde de montar en aquel tren, regresamos a Madrid, vendió su casa y compró una en un pueblo cercano. Desde la ventana de nuestro dormitorio se divisa un hermoso jardín. Hay un estanque y está rodeado de hierba. Los niños juegan en los columpios y sus padres charlan en los bancos. Se oyen risas, se respira vida, aun en los días grises hay alegría. Amanece y los pájaros trinan. Ese sueño, ese pensamiento en aquel andén, esa invitación a la vida. Ahora todo es real.

Despierto abrazada a Diego y, aunque no hubiera jardín, ni hierba ni trinar de pájaros, ni niños riendo, ni papás charlando, experimentaría todas esas sensaciones como si las estuviera viviendo.

Dicen que estar enamorado es ver el mundo desde una perspectiva diferente. No importa que llueva, que esté nublado, que haga frío o un sol abrasador, pues siempre se vive rodeado de jardines. Es cierto, ahora lo sé, pues estoy enamorada de Diego y veo jardines cuando está a mi lado, y pienso en jardines cuando pienso en él...

Algunos futuros padres ponen música a sus bebés. Ellos perciben el mundo a través del vientre de su madre. Diego lee al nuestro, nos lee a los dos cada noche. Toca mi vientre y sonríe. Es gratificante hacer el amor y sentir que la persona que amas, tiene calor para dos y lo tendría para mil y para cien mil. Es maravilloso acariciar con el corazón y saberte tan amada...

En la entrada de nuestra casa hay colgada una enorme fotografía de una vieja estación de tren. Hay uno parado en el andén y gente que viene y va. Diego me lee siempre, y yo disfruto de su voz y de su piel, de su mirada de niño, de su sonrisa, quiero que cada noche me ame y después me cuente una nueva historia. Ahora está escribiendo la nuestra y no se le da nada mal.

Vivo con un escritor, amo los trenes.

NOTA DE LA AUTORA: Este relato de mi autoría, también está publicado en el blog PICARONIA. (www.picaronia.com)

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