Revista Literatura

Tres árboles

Publicado el 15 junio 2019 por Fdh

Tres árboles bastaron, y unos rieles,
para que el sitio recibiera un nombre.
Sin fasto ni ceremonia, el hombre
puso dos términos en los papeles:
Taco Ralo. Marcaban solamente
de dónde provendría la madera.
Dicen que esa circunstancia ligera
tuvo lugar en un puesto: El Veinte.
Lo cierto es que sucedió más al norte.
Aquí trazaron la primera calle.
Un almacén, con su breve detalle
de arreos, mostraría ya su porte.
El monte de algarrobos y de ancoches
por cercano sería misterioso.
Lo poblaría el hombre caviloso
y el que bajaba del tren por las noches.
Vio la luna que alzaron un altillo,
fundaron un club, una biblioteca;
que el primer foco, en la tarde hueca,
brilló como la flor del espinillo.
Traspatios y frentes, lutos y fiestas; todo por fin quedó dispuesto. Sabido
cada rostro, y cada cosa, ruido
y silencio despoblaban las siestas.
Un rumor de armas llegó con los años.
Prolijamente lo cuenta la Historia,
y en el pueblo, la confusa memoria
que atribuye el afán a unos extraños.
Volvieron los días a ser iguales,
faltos de empeños que los animaran.
Eso bastó para que se marcharan
a encontrar en el Sur los arrabales.
Una voz marcial y fría anunció
una larga noche pobre y violenta.
En un patio gris, con luna de menta,
tuve lo que después se me negó.
Hubo pocas cosas en el principio:
palabra, luz, barro, según el mito.
De ese primer instante, lo descrito
fue la repetición y el participio.

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