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Tribulaciones de un marido de compras

Publicado el 31 mayo 2010 por Bloggermam
Tribulaciones de un marido de comprasEmpieza todo de maravilla, estoy fresco, son las 10 de la mañana. He entrenado duro para esta prueba. El centro comercial está casi vacío y soy el único hombre entre docenas de mujeres que me ignoran mientras agitan prendas colgadas de las perchas. En ese momento pienso que es mejor que una jauría de mujeres te ignore a que la tome contigo como si fueras un stripper, a los que admiro, no por sus cuerpos esculturales y bronceados, si no por su arrojo y falta de apego a la vida al enfrentarse a una multitud de mujeres enardecidas.
Así que aprovechando que tengo operativas las 3 neuronas, repaso mentalmente las tiendas de ropa que hay en el centro comercial...hay más de veinticinco...pero sé que no será posible ir a todas porque moriré antes entre dolorosas convulsiones provocadas por tanto estrés visual. Si ya es complicado abrir un armario de casa y encontrar el "abrigo green marruecos" antes de que te griten que la "camisa gris marengo" es ESA! imagina en un sitio en el que hay miles de prendas...iguales. Si tengo dificultades para distinguir una lechuga de un chopo, como voy a poder distinguir una falda de un top o de un cinturón??
Para un hombre es de un estrés asfixiante ir de tiendas con una mujer, porque la gran mayoría somos incapaces de distinguir más de 8 colores. Dicen que algunos hombres superdotados pueden distinguir 16, como los antiguos spcetrum. Incluso la leyenda asegura que hay hombres que saben qué color es el rosa palo, que distinguen entre el color burdeos y el cariñena, y que son capaces de poner nombre a más de 5 tipos distintos de color marrón cagarruta.
Pero yo ya estoy muy entrenado en estas lides y mientras mi cerebro se mantiene fresco puedo esquivar las preguntas con frases evasivas del tipo
"ese te queda muy bien" (como todos)
"el color es muy favorecedor" (esa funciona, ella no va a elegir algo de un color que no le favorezca)
"yo te veo bien"(tengo las lentillas recién graduadas)
"se lleva mucho ahora" (ojo, si en la tienda pone algo de factory o outlet...no usar)
Pero cuando ya llevas un par de horas viendo prendas y más prendas, ya no recuerdas no sólo el nombre de la tienda, ni la hora del día, ni las medidas de Kim Bassinger. Así que la calidad de las respuestas cae en picado y te puedes sorprender con frases como:
 "yo pensaba que era un top, no una falda"  (efectivamente, el calor que notas en la cara es de los rayos láser de sus ojos)
 "en el probador te voy a hacer la caída de Roma...disculpe señora, pensaba que era mi mujer"  (si no te abofetea...huye o te dará su número de teléfono)
 "a la rubia del otro probador le quedaba de lujo" (huye, corre todo lo que puedas)
 "me llama mi mujer" (eres hombre muerto)
Estoy convencido de que tanta pregunta, sobre cómo le queda la ropa forma parte de algún oscuro ritual de tortura. Porque mi mujer sabe de sobra que yo no tengo ni pajolera idea de ropa. De hecho mi ropa la elige ella para evitar que vaya por la calle vestido como una mezcla entre chiquito de la calzada y el rey del carnaval de la once. Y no es que no me preocupe en qué ropa se ponga, como la mayoría de hombres estamos más pendientes de saber cómo se quita esa ropa. De hecho debería recordar que una de las primeras cosas que hice cuando nos conocimos, fue desnudarla.
Pero no va a ser todo aburrimiento, también se pueden aprender cosas. De hecho me llamó la atención una etiqueta de un vaporoso minivestido azulón en la que avisaba en inglés de que había que tener cuidado con los sofás blancos. Vamos, que el vestido destiñe más que un finlandés bronceado a pistola. Y está bien que se avisen de tales eventualidades. Yo imagino que la primera vez que se dio la circunstancia de que un minivestido azulón pusiera un sofá blanco como la camiseta del Málaga, pudo suceder una calurosa noche de verano ... los padres se han ido de fin de semana lejos y han dejado la casa a disposición del hijo de veinte años. Así que éste llega a las 4 de la mañana acompañado de la chica del minivestido azulón. Se produce una intensa y sudorosa refriega sexual en el blanco sofá. A la mañana  siguiente la chica ha desaparecido y el muchacho despierta con un resacón horrible sobresaltado por los gritos de su madre. -Hijo ¿que has hecho en el sofá? -Yo no he hecho nada. -Pues algo habrás hecho porque parece que han despellejado encima a Papá Pitufo.
Una de las cosas que me llamó la atención es que al estar en un centro comercial tan gigantesco, hay muchas firmas diferentes. Pero es sólo apariencia. Los de Inditex, tienen muchos nombres para disimular que son la misma empresa, pero hay veces que a los creativos de la firma se quedan encasquillados y no son capaces de encontrar nuevos nombres y van a lo fácil: Zara Mujer, Zara Hombre, Zara Niño, Zara Home, Zara Goza, Zara Bragas (¿que no? ellos lo han puesto peor que lo han llamado oy-shosho). Ya sólo les falta que pongan un Zara Coches y un Zara Tatoos. Pero me aterra la idea de ir a cambiar el aceite del coche y que tenga que conjuntar el anticongelante con los retrovisores.
Hay dos cosas fundamentales que ayudan a disolver el poco cerebro que se pone un hombre para ir de comrpas: la música y la falta de espacio.
Yo me hago cargo que alguna de las técnicas de marketing se basan en arrear en la cara al comprador con la ropa hasta que éste por evitar el riesgo de asfixia compre algo y pueda llenar los pulmones de aire, pero para un sufrido marido que intetenta seguir a su mujer entre una selva de perchas, expositores, carteles que cuelgan del techo, pasillos en los que te enganchas a la vez con los dos hombros en la ropa, mientras tratas de esquivar a una señora con el pelo cardado que has visto en siete tiendas consecutivas y saltar por encima de una dependienta que está agazapada invocando al dios de los bajos de los pantalones deshilvanados, pues la sensación empieza a ser angustiosa. Estoy convencido que hay más espacio libre en la cueva de un brujo nepalí. De hecho para intentar perseguir a mi mujer por la tienda hay que desarrollar la agilidad de un monje shaolín. Estoy convencido de que los de las escenas de Matrix en las que esquivan las balas...las hicieron en una tienda de H&M.
En cuanto a la música, me he dado cuenta de que hay una absurda congtradicción. Cuanto más mayor es el cliente tipo de la tienda más fuerte es la música. Tendría que ser al revés. En las tiendas a la que van a comprar las abuelas sordas la música tendría que estar a todo volumen y en las de ropa para jovencitas debería ser un susurro porque todavía tienen las orejas por estrenar...supongo.
También se nota la diferencia de estilo musical. Entras en una tienda en la que la imagen es Norma Duval y la música incluso se puede canturrear. La reconoces y te sabes la letra. Si entras en una tienda de jovencitas, es como presenciar el intento de huída de una mosca de 40Kg contra un cristal. pam pam pam pam pam. Recuerdo una de las canciones que oí porque no me costó recordar la letra y si llego a reconocer al cantante le coso la boca. Era algo así como "el amnésico de Puerto Rico", en realidad no lo de amnésico es deducción mía, porque en un minuto fue capaz de repetir Puerto Rico unas treinta veces, supongo que para intentar recordar dónde quería ser enterrado.
Y el culmen de esta música es cuando entras en un local en el que hay una multitud de personas que se retuercen al ritmo de la música como si se estuviera celebrando la convención anual de afectados por sobredosis de hemoal y fueran hasta las pestañas de efedrina. Y además hay espacio libre ¡se ve el suelo! bueno, se intuye porque está todo muy oscuro. Así que no estás seguro de si estás en una discoteca porque en el fondo a la derecha hay una aglomeración de mujeres: sin duda son los aseos. Pero no son los aseos, son los probadores.
En ese momento hasta los ateos rezamos para no tener que ir a los probadores, pero la ley de murphy está ahí para arruinarte un poco más la vida y ves a tu mujer que llega sonriente con 17 cosas, te las echa encima, para que no puedas huir, y te dice, "acompáñame al probador"...La sorpresa del momento te hace olvidar que lo mejor sería comprar una maleta para acarrear tanta ropa hasta el fondo de la cueva. Pero como estás tan aturdido por la música que la persigues con aspecto de árbol de navidad hasta los probadores.
La sensación de un hombre en un probador de mujeres es complicada, te pongas dónde te pongas estorbas. Eres como un armario ropero de tres cuerpos con las puertas abiertas. Además tienes que hacer el gesto de no mirar, para evitar que alguna te tilde de obseso... pero cómo explicas que la baba que te cae es porque estás al borde de la apoplejía y no porque te excite ver un refajo...Así que cuando tu mujer asoma y te dice "ve a buscarme otro igual que este pero de la 42" es como si se hiciera la luz después de una tormenta.
Sales aliviado de los probadores y todo parece que mejora, te cruzas con una chica que te sonríe con un 3 gigante en la camiseta escotadísima y dudas de si es una promesa o una amenaza, ignorante de las realidades de la vida sonries sin darte cuenta que estás a punto de enfrentarte a una de las pruebas más duras que hay en una tienda: Conseguir algo de la talla 42.
Primero no tienes ni idea de dónde puede haber un pantalón igual que el que tienes en la mano. Así que buscas a una de las dependientas que sólo con oirte balbucear "yo, marido, inútil, pantalón" te señala con el dedo la dirección y continúa hacia otro sitio retorciéndose al ritmo de la música. Cuando consigues llegar al lugar, tienes que descifrar las etiquetas. Hay que distinguir los precios en euros, libras, dólares y pesos mejicanos, de los códigos de barras, de la fecha de caducidad y  de las tallas en europa, francia, italia, méxico, rusia y pamplona. Claro ves 34, 42, 44, 17, 8 y le das la vuelta al cartoncito para saber también el número complementario. En cuanto te adaptas al lenguaje de las etiquetas es cuando descubres que es misión imposible. La talla 42 es una invención, un cuento de viejas...flacas, una entelequia. La talla 42 es el santo grial de la ropa, todo el mundo la busca pero muy pocos son los que consiguen encontrarla. De hecho cuando adquieres experiencia te das cuenta de dónde pueda haber un pantalón de la talla 42, porque es una estantería especial en la que hay una sóla percha con un cuchillo ensangrentado atado con una cadena, para que la primera persona que lo agarre se pueda defender, mientras sujeta la prenda fuertemente contra el pecho gimiendo "mi tesoroooo, perrraaas"
Después de tanto estrés uno acaba agotado, pero satisfecho por haber ayudado a que ella haya hecho sus compras, comentas inocentemente que pudo eleropa elegir entre mucha ropa y te llevas la misma frasa que si estuviera en el armario de casa "Bah, no había nada para ponerse". Eso ya hunde en la miseria a cualquier hombre. Menos mal que me hice nudista y no tengo que pasar por ese calvario para elegir bañador.

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