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UMDC: 07. Fiesta de pijamas.

Publicado el 04 junio 2013 por Jonmcgees
UMDC: 07. Fiesta de pijamas.
Todos tienen algo que contar, nunca se sabe con qué te pueden sorprender. Quizás el mundo está lleno de misterios que no se podrán resolver jamás. Lo mismo la persona que jamás la verías emparejada, al día siguiente lo está. Que la pareja que se quería tanto y llevaba no sé cuánto tiempo, acaba por romper. Incluso un día preguntas como ha ido a la otra persona en una cosa que esperaba algo desde hace mucho, te dice que ha ido mal, o que ha ido bien. Realmente esas cosas son cosas básicas. ¿Pero si miramos los pequeños detalles del día a día? Pues no, quizás ahí estén las cosas que te lleves para siempre, guardadas. Esas pequeñas anécdotas en las que nadie se fija pero son las que se cuentan.
Habíamos quedado, como siempre. Solo que esta vez estábamos unos pocos reunidos, quizás gente que no solía estar siempre junta, o quizás faltaba gente sí que solía estar. Carlo, Malena, Marta, Felipe, Irene y Carmen. Claro, yo también. Iba a ser una tarde-noche en la que dormir todos juntos en casa de Carmen.En su casa podíamos hacer muchas cosas, estar en el ordenador, o sea ver películas. No, en realidad podíamos hacer pocas cosas. Pero habíamos quedado para pasarlo bien juntos, no para estar con máquinas, y no lo digo yo, si fuese por mi habría estado con el móvil toda la noche sin problema, lo decía Felipe. ¿Por qué? Seguro que quería averiguar cosas de los demás, quizás quería contar cosas suyas.
Comenzaba la tarde. Llamaba a la puerta. A mi lado estaban Malena y Marta, habíamos quedado para ir juntos. Nos abría Carlo y entrábamos a la habitación de Carmen. Saludamos y nos sentamos todos en la cama. Realmente la tarde pasó muy rápida, vimos una película, cenamos, tomamos helado e hicimos un poco el tonto mientras nos echábamos fotos. Nada destacable. Claro, pero ahí estaba Felipe. – Vamos a jugar a un juego. Bueno, en realidad no es un juego. Nos tenemos que contar una anécdota que sea emocionante, puede ser mala o buena. Eso que siempre quieres contar pero nunca encuentras la manera. ¡Algo así! Y así nos conocemos un poco más. – Comentaba éste. ¿Quería contarnos algo o simplemente quería cotillear? Quizás ambas cosas. Lo curioso es que nadie puso pegas. Nada más que hacer, supuse.
Nadie quería empezar, les daba vergüenza o simplemente no sabían que contar. El concepto de “emocionante” quizás era lo que echaba para atrás. ¿Qué es para ti eso?Venga, empiezo yo. Es algo malo, no sé si os valdrá pero no se me ocurre otra cosa. Yo tenía tres mejores amigas, de las cuales solo conservo una. Las otras dos ahora se las pasan criticando cada cosa que hago, riéndose de mí en clase o llamarme cosas que no soy a las espaldas. Aunque parezca que es cosa mía, no lo es. También cuando ven que congenio con alguien intentar que a esa persona le caiga mal. Y ahora la anécdota, viene por ellas. Recuerdo un día en clase en el que tuve que exponer un trabajo delante de todos y bueno, pues ya escuchaba las típicas bromas por detrás, pues de repente apareció una araña y yo me puse a gritar, todos se rieron y para colmo estaban ellas disfrutando el momento. Estuvieron todo el día cachondeándose por eso. Luego nos estaban explicando algo y cerré los ojos porque salió algo muy asqueroso y todas se pusieron a gritar mi nombre como que tenía miedo y que era tonta, y claro, se estuvieron riendo de mi ellas y toda la clase. Y por si queda duda, soy la pardilla de la clase gracias ellas. – Contaba Irene. Fue la primera. Al principio no me parecía para tanto pero luego vi que aunque no fuese una anécdota “emocionante” se había sincerado y había contado algo. Algo en donde ella había estado y estaba siendo humillada. Me dio pena, sentí una punzada y mis pelos se erizaron. No sabía que decir realmente y es que esos temas son muy delicados. – Son gilipollas, te entiendo perfectamente, conmigo también aprovechan cualquier cosa para reírse de mí. – Comentaba Carlo, imagino que para animarle. – Lo que yo voy a contar, no es emocionante, más bien es traumático. Al menos lo ha sido para mí. – Introduce Carlo. Creo que sé por dónde va. Estaba seguro que iba a contar lo que le pasó con aquel chico. Algo me lo decía. – Yo un día fue a un salón con amigos y de repente nos presentaron a un chico. Fue extraño porque era excesivamente simpático y lo que más me cortó fue cuando me preguntaba mi orientación sexual. Quería que fuese de la suya. Me tiraba, me decía cosas muy asquerosas. Pasaron los días y lo seguía intentando. Después de muchos rechazos pareció cansarse. Realmente creo que simplemente lo hacía para reírse de mí. – Continúa Carlo. – No, si que se cansó. Era gracioso como después de haberte tirado decía que no le gustabas y que dejásemos el tema. – Cortaba Felipe. Ambos compartíamos el “asco” hacía ese chico. Aunque más bien a mí, lo que me daba era repelús, grima. Sinceramente nunca sabía qué hacer, pero sí que me llevaba mal. Lo de Felipe era exagerado porque se le nota mucho cuando alguien le cae mal, pero con él era exagerado porque lo manifestaba en voz alta, nadie se lo tenía que notar en las caras que ponía. – Bueno, y un día se pusieron a jugar a la botella y yo jugué. Era un juego, sin más. Pero el chico aprovechó para besarme y demás. Morí de asco ese día porque encima me dejó las babas en la cara. – Y si, si que contó aquello que pensaba. Lo que no sabía es que lo hubiese pasado tan mal. Imaginé que era un suceso de esos que pasan y se olvidan porque no se le dan importancia.
Felipe me miraba. Mucho. Demasiado. Imaginaba que quería que yo contase algo. ¿Por qué esa obsesión por saber de mi? O quizás quería que le diese paso para contar algo. Pero no, Carmen se adelantó. – Lo mío es una tontería pero me apetece contarlo. Yo tengo unos amigos por Twitter y los quiero mucho. Pues con uno de ellos siempre hablo antes de dormir. Un día me llamó y me dijo que me tenía que contar algo importante, yo también a él. Así que se le ocurrió el decirlo los dos a la vez. Yo solté que mi madre me iba a comprar algo, no me acuerdo de qué. El me gritó que estaba enamorado de mí. Pero es que fue encima a la vez y yo me quedé sin saber que decir porque él sabe que yo tengo novio. Intenté cambiar de tema pero a él se le notaba decaído. – Contó Carmen. - ¿Y el cómo está? Que fuerte… - Preguntó preocupada Marta. Conociendo a Marta, si le presentaban al chico se hacía íntimo suyo. Además se contarían todos los problemas. Un nuevo confidente. Realmente Marta era buena para ese tipo de cosas. Carmen terminó diciendo que el chico estaba bien y que seguían siendo tan amigos como lo eran antes. Quizás no al comienzo pero a los días se le pasó al chico.
Y ahí llegaban Marta y Malena que estaban dispuestas a contar algo que les había pasado a ambas. – Nosotras estábamos esperando a que abriesen las puertas para un concierto. Las dos solas sentadas en un banco y, de repente, se nos acerca un vagabundo, un tío raro. – Contaba Malena. – Un yonkie más bien. – Corregía Marta. Malena se reía y hacía como que la otra no había dicho nada. – Y nos pidió dinero. Nosotras, como es normal, dijimos que no teníamos pero él se puso en plan contándonos que el ya se lo había clavado a unos porque le estaban mintiendo… dijo: “Se lo tuve que clavar porque no me daban dinero” – En ese momento me puse a reírme, yo y todos en realidad. Ese “Se lo tuve” como si fuese por obligación nos mató a todos. Y como no, ahí estaba Marta corrigiendo. - ¡Que no pasó así! Dijo que estuvo a punto de clavarlo porque no se lo daban o algo así. – Y empezaron a pelearse ambas por decir cómo pasó. Al final relataron que no les pasó nada, que no les dieron nada y que un amigo suyo acabó dándole dinero. Se metieron en una tienda y la dueña las ayudó. Algo así. Realmente ese suceso fue gracioso.
Ya solo quedábamos Felipe y yo. Las miradas de Felipe se acentuaban más. Me hacía gracia. – Venga, ahora yo. Lo mío es extraño. Me pasó hace mucho tiempo realmente y no me voy a poner a contar los años pero fue hace varios y es que no se me ocurre que otra cosa contar. – Introducía. Conté un pequeño relato que me pasó hace mucho tiempo.Yo me llevaba muy mal con un chico que acababa de llegar al barrio donde solía ir siempre. Ese chico parecía intentar quitarme del grupo pero yo también lo intentaba con él. En ese entonces yo era un chico más malo, demasiado manipulador. Lo acabé dejando casi sin amigos notorios y me reía un poco de él. Un día nos insultamos a grito abierto, se chivó a su madre y ésta me pegó una paliza, delante de toda la gente. Al final unas madres la quitaron y se le plantó una denuncia que obviamente perdió. Yo era el típico chico que hablaba mucho pero hacía poco. No pegaba, de hecho no pego. Insultaba y amenazaba mucho. Ahora como mucho insulto pero no de esa forma tan cruel.Cuando acabé me hizo gracia la cara de todos. Era como no se lo esperaban, a excepción de Carmen que si sabía todo lo que pasó aquel día porque ya le había contado, aunque cada vez que lo escuchaba susurraba el típico insulto que se le dice a una mujer que le pega a un menor.
Pensé que ahora iría Felipe por el hecho de que solo quedaba él, pero no, se adelantó Marta. Supuse que quería contar algo en solitario ya que lo suyo le supo a poco. Quizás porque habló más bien poco. – Yo en realidad quiero contar una cosa, el por qué odio tanto a unas y el primer día que habría quedado con mi novio. No sé, me apetece. Yo iba a casa de él porque hacía una fiesta. Al pasar la noche me dijo de ir a su habitación para estar a solas y cuando salí empecé a escuchar a varias chicas criticarme. Me pusieron de puta y demás. Lo bueno hubiese sido que mi novio me hubiese defendido pero no lo hacía por lo que ataqué yo misma criticando también. Yo creo que ahora nos odiamos mutuamente pero yo las odio más. Por putas. Lo que pasa es que llegó un momento de la noche en el que me harté y me fui de allí porque no me sentía cómoda. Llamé a mi padre y me recogió. Dejé a la pobre Malena sola porque no avisé a nadie. Luego más tarde mi novio vino a verme y pedirme perdón. Nos perdonamos. Al menos tuvo el detalle ese. – Dice esbozando una sonrisa. Parecía contenta, después de todo parecían haberse perdonado después de la pelea de aquel día cuando quedamos todos para jugar. - ¡Hostias! ¿Y al final estáis juntos o qué? Me contaron que os habíais peleado. – Pregunta Felipe. Si que seguían juntos, además parecía que igual que antes. No sabía decir si eso era bueno o era malo, pero ahí estaban.
¡Y el turno de Felipe! Ya se podía lucir todo lo que quisiese. Se puso en posición, empezó a poner caras y comenzó. Algo me daba que eso iba a ir para largo. Y es que no me equivocaba. Comenzó contando cómo empezó a gustarle un chico, la forma en la que coqueteaba con éste y hablaba de unos coqueteos que, según Carmen, quizás solo estuviesen en la mente de él. Cosa que no se tomó nada bien. Veía señales en el otro chico. Me imaginé que hablaba de Tomás. Le gustaba, o eso me dijo. Al parecer quedaron para más veces, así solos o qué se yo. También contó otras cosas de su vida. Como se ligó a un tío un día cualquiera y se liaron en casa de éste. Según él no pasó nada fuera de lo normal pero me da que nadie se lo tragó porque el chico del que hablaba sobrepasaba la mayoría de edad. Contó más cosas, con poca importancia. Se debió quedar a gusto porque quedó como un triunfador, o eso quiso hacernos creer. Yo me lo creí todo, hubo quienes no. Yo confiaba en que quizás Tomás estuviese lanzándole señales equivocadas, es decir, sin darse cuenta de lo que hacía. ¿Quién sabe? Quizás estuviésemos delante de una nueva pareja. Tal vez no.
Carmen empezaba a aburrirse y pidió hacer otra cosa. Yo la apoyé. Felipe ya no parecía querer contar nada más porque también apoyó. A los demás les daba igual. Nos pusimos una nueva película, ésta vez de terror con la que hubo varios gritos por parte de varios allí. Cuando teníamos que ir a por algo, o al baño, ninguno quería. Al acabar la película todos nos quedamos durmiendo algo pegados. O sea tampoco eso pero si juntos. Era una situación graciosa, de vez en cuando sonaba el típico ruidito que daba a la notificación del móvil, o uno en vibración. Todas las cabezas apuntaban a ese lugar, estábamos cagados. Al final todos acabamos por caer, uno por uno. A unos les costaron más y a otros menos. Sabía que Marta, Carlo, Irene o Felipe se durmieron del tirón. A Carmen le costaba pero porque nunca podía dormir, así que se pasó la mitad de la noche con el móvil. Malena y yo no fuimos menos, ella porque odiaba las películas de miedo y así que acabó. Mi razón era una mezcla entre la de Malena y la de Carmen.
Los tres hicimos un grupo en WhatsApp y nos pusimos a hablar por ahí. Decíamos tonterías sin sentido, nos pasábamos fotos graciosas que encontrábamos por Twitter o en casa de Carmen, de ella misma. Se nos escapaban las risas y luego sufríamos por despertar a los demás. Pero le dimos fin y nos pusimos a dormir. Mejor no desvelar al personal.

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