Revista Literatura

Un caso inexplicable

Publicado el 17 mayo 2016 por Eduardo Ferrón @eduardoferron

Capítulo 2: Un caso inexplicable

Capítulo anterior: La pintura fantasma

Pues eso, que estaba desaparecido. Una noche estaba en su habitación del hotel Milton y a la mañana siguiente ya no, pero hasta un tonto podía reconocer que no se había marchado, pues sus pertenencias estaban aún en las gavetas en su cuarto.

Verás, Freeman amaba el dinero más que a otros bienes materiales, así que siempre viajaba con poco bajo el brazo y ese poco aún estaba en su habitación. Era de suponer que andaba por ahí de paseo, aunque el día era miércoles y además hacía mucho calor, por eso sonaba un tanto imposible. Al segundo día sin saber de él estaba claro que algo le había sucedido.

Nadie supo explicarlo entonces, pero habiendo desaparecido su detective ¿quién averiguaría lo que le había sucedido? Pues otro detective, claro está. Aquí es donde Jones entra en juego.

Además, Jones y Freeman se conocían desde hacía mucho tiempo, motivo por el cual el primero siempre dudaba del segundo. No podría decir que eran amigos, ni camaradas, eran algo así como perros de pelea. Digamos que no roían los mismos huesos. Pero eso cambió cuando un día Freeman apareció en la ciudad de Jones. No solo eso, llegó con un supuesto intelecto que hacía que Jones se pusiera verde de la pura envidia apenas escuchaba su voz.

Pero eso no importa de momento. Lo que sí importa es que Jones aceptó el trabajo porque a) hacía semanas que no tenía trabajo y b) pensó que aprovecharía la oportunidad para descubrir más sobre Freeman, ahora que tendría a la mano los recursos de la policía.

El capitán los esperaba en su oficina y les hizo una señal para que entraran, tan pronto los vio aparecer.

—Gracias por venir, Jones.

—No me lo agradezca todavía, capitán —dice Jones, reparando en el montón de papeles apilados en su escritorio.

—Lo que sea que eso signifique.

—¿En qué estaba trabajando Freeman? —pregunta Viviana.

—En nada nuevo, que yo sepa —dice el capitán, cerrando la puerta—, recién había cerrado un caso, ¿quieren escuchar?

—No, gracias —dice Jones.

—Yo sí —dice Viviana y mirando a Jones, continúa—, el hombre es una leyenda.

—Como sea —dice el capitán—, ¿han escuchado hablar del Pergamino de la Salvación?

—¿La pintura famosa de Coullen o el escrito sagrado de los Eles? ¿O quizá la canción de los sin sombra? —dice Jones.

—No, la película que estrenarán en Hollywood la próxima semana —dice el capitán.

—¿Una película? ¿Qué sigue ahora, historias fantásticas en una escuela y niños corriendo con varitas mágicas?

—¿Hace cuánto que no vas al cine, Jones? —pregunta el capitán.

—No hay necesidad, tengo un proyector en casa.

—Mejor no pregunte más, capitán —dice Viviana.

—No pensaba hacerlo.

El capitán se acerca al escritorio, toma una carpeta del montón y se la alcanza a Jones.

—La pintura se exhibió en el Museo de Reveliere el mes pasado y desapareció como por arte de magia.

—Leí el caso —dice Jones—, nadie sabe cómo fue que llegaron hasta el salón principal sin activar las alarmas.

—Yo hubiera metido a un perro bien entrenado —dice Viviana—, uno de esos tan chiquitos que caben en un bolso.

—Tampoco quiero escuchar esa historia —dice el capitán—, el caso es que Freeman encontró la pintura oculta en una pared falsa en la casa de los Goodman.

—¿Goodman, el abogado? —dice Jones.

—Sí, aunque Goodman presenta pruebas de que estuvo fuera del país los últimos dos meses —dice el capitán.

—¿Y qué más? —pregunta Viviana.

—Ya saben cómo es esto: Goodman alega que no tuvo que ver y de ahí el caso se va a un juicio que durará cuando menos dos años.

—Claro —dice Jones.

—Y ya, eso es todo —dice el capitán—, Freeman dijo que regresaría a casa y que estaría ahí un par de semanas. Desde entonces nadie lo ha visto, pero eso ya lo sabes.

—Solo tengo una pregunta más, capitán —dice Jones—, ¿quiere que le traiga a Freeman vivo o muerto?

Continuará…

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