Revista Diario

Un lujo

Publicado el 18 enero 2012 por Pirfa @paloma_pirfa
Un lujo Quedan apenas cinco días para volver al trabajo. Para que el despertador suene a las 5,30, arrancar el coche, conducir una hora, trabajar siete horas diarias (o más, dependiendo del día y los acontecimientos) y conducir otra hora de vuelta. Quedan cinco días para que esta rutina se apodere de mi vida otra vez, igual que antes del nacimiento de Cecilia. Pero ahora todo es distinto. A falta de cinco días para que su mamá vuelva al trabajo, Cecilia ha dormido casi siete horas del tirón y otras tres después de mamar. Se ha despertado junto a su mamá riendo a carcajadas. Ha recorrido con ella el camino que separa la habitación donde duerme de la otra, donde se le cambia el pañal, haciendo parada en los dos espejos que hay en el pasillo para sonreírle a la imagen que le devuelve y que, sospecho, es la que más le gusta: ella y su madre, mejilla con mejilla. Su mamá la ha vestido lentamente, sin prisas, mientras le hacía cosquillas en los pies. Luego ha jugado un rato con ella, le ha vuelto a dar de mamar y acaba de dormirla cantándole al oído. Es la una de la tarde. Dentro de cinco días, la mamá de Cecilia, o sea yo misma, no podría estar a esta hora contemplando el sueño de su primera siesta del día. A esta hora, en mi rutina diaria, ésta es una hora de nervios a contrarreloj. Y todavía me faltarían tres o cuatro horas más para volver al lado de mi hija, que dentro de cinco días seguirá necesitándome a mí y a mi pecho tanto como hoy. Un lujo Yo no vivo por encima de mis posibilidades. Pago más de lo que quisiera, como cualquier españolita, y disfruto gastando mi dinero con mis amigos; pero he conseguido ahorrar unos eurillos, no muchos, los suficientes como para entrar en economía de guerra y dilatar algunos meses más la separación de mi hija. Un lujo En casa, hemos decidido cambiar el despertador por la calculadora y hacer algunos esfuerzos para invertir en el proyecto que más nos apasiona: nuestra hija. Sé que a todas las madres les cuesta dejar a sus pequeños y que esta sociedad las obliga a hacerlo antes de lo que ellas desearían. Yo también tendré que volver al trabajo y dejar a Cecilia con sus abuelas o en una guardería. Pero todavía no. Aguantaremos un poco más y, algún día le contaré a mi hija que su madre, una vez en toda su vida, se permitió un lujo impagable: quedarse a su lado.

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