Revista Literatura

Una fiesta innecesaria

Publicado el 19 junio 2017 por Emiliomolinar @EmilioMolinaR
Una fiesta innecesaria
Estamos en unas fechas señaladas para buena parte de los alicantinos pues ya ha comenzado la semana de Hogueras en la capital, con todo lo bueno (en lo referente al turismo y a los negocios que viven de ello) y lo malo (problemas severos de tráfico, ruido excesivo y el ambiente típico de las noches de juerga y sus consecuencias posteriores) que su celebración conlleva. Os contaré qué opino de la que es considerada la fiesta más importante de mi tierra pero antes, para quien no las conozca, explicaré primero por encima qué es esto de las Hogueras de San Juan...
Imagino que quien más, quien menos, todos conocéis o habéis oído hablar de las Fallas de Valencia, una fiesta en las que se queman gigantescos monumentos de madera y cartón, que representan y critican diferentes aspectos de nuestra sociedad de una manera desenfadada. Pues bien, las Hogueras de San Juan son algo muy parecido. Durante casi toda esta semana, Alicante se halla sembrada por decenas de esculturas que pugnan por ser las más visitadas antes de que, en la noche del 24 al 25, todas (salvo las que se indultan) sean finalmente pasto de las llamas, dando paso a continuación a la ya tradicional "banyà" ("bañada" para quien no sepa valenciano), que no es otra cosa que dejarse regar por el agua que lanzan los bomberos para controlar y apagar los fuegos, eso sí, entre los insultos que buena parte de la gente joven les gritan para provocarles y que es, como casi todo en estos días, algo lamentable y absurdo.
Y es que, y ya comienzo con mi opinión personal, la fiesta en sí carece de sentido más allá de la curiosidad que puede despertar en las personas que provienen de otras partes del país o del mundo para visitar la ciudad en esta época. No siempre fue así pues no se trata de un invento actual sino de algo que viene de antiguo y que tenía una razón de ser mucho más profunda. Los orígenes hay que buscarlos en la tradición de la noche de San Juan en la que toda una comunidad se reunía en torno a una gran montaña de muebles y trastos viejos, llevados por todos a la plaza para encender una gran hoguera con la que purificar el lugar y a sí mismos, y que proviene a su vez de los ritos que se llevan haciendo desde tiempos inmemoriales en muchas partes del hemisferio norte para celebrar el solsticio de verano. No obstante fue a principios del siglo pasado cuando se comenzaron a crear los primeros "ninots" o muñecos cuyo arte ha ido evolucionando hasta llegar a ser lo que son hoy, perdiéndose por el camino el verdadero propósito de esta celebración convertida ahora en un triste reclamo para turistas.
Pero si ya de por sí la quema de obras que cuestan miles de euros no fuera a mi juicio algo suficientemente estúpido, tenemos las "mascletás" (también heredadas de su fiesta hermana), y que no consisten en otra cosa que en disparar enormes tracas controladas de petardos con la idea de crear una estruendosa "melodía" que, por alguna razón que soy incapaz de comprender, emociona a quienes la presencian. Diferente es el caso de los fuegos artificiales que se lanzan desde la playa en las noches del 25 al 29 ya que, además de menos ruidosos, son bonitos de contemplar pero, ¿el ruido porqué sí? No voy a pediros que me lo expliquéis...
Y si hablamos de ruido y molestias, la mejor prueba son las "barracas" que cada comisión monta junto al monumento. En ellas, a partir este año del día 20 y hasta la "cremá" la juerga es la protagonista con bandas de música o DJ's contratados para amenizar las noches hasta altas horas de la madrugada sin que les importe lo más mínimo el padecimiento de aquellos que, por una razón u otra, no participan. Y es que no hay evento más intrusivo en la ciudad que este, en el cual si no te unes te tienes que aguantar o, si es posible, exiliarte temporalmente a otro lugar más tranquilo hasta que la pesadilla termine. El resultado, como siempre, son calles llenas de mierda que apestan a alcohol y que demuestran cuál es el verdadero propósito que tienen muchos para celebrar esta fiesta.
Si por mí fuera hace mucho que habrían desaparecido. No obstante, sé que la voluntad de (en apariencia) unos pocos no puede sustituir a la de (otra vez en apariencia) la mayoría, por lo que toca tragar aunque una posible solución sería trasladar la fiesta a las afueras, a un lugar apartado en el que el ruido excesivo no molestase a nadie. Los turistas iban a seguir viniendo a Alicante, pues no solo las Hogueras es cuanto la ciudad puede ofrecerles. Tenemos muchas más cosas y estoy seguro de que la fiesta que este año tiene lugar en plena ola de calor no se encuentra entre sus prioridades más importantes. Quizá algún día las cosas cambien y se imponga, como ya está haciéndose en muchas otras áreas, el sentido común. Hasta entonces Alicante seguirá recibiendo el verano de esta manera, amada por unos y detestada por otros, entre los cuales me cuento...

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