Revista Diario

Une journée pas comme les autres.

Publicado el 24 mayo 2014 por Evamric2012
Une journée pas comme les autres.
El metro de París es una jaula de grillos, nadie anda en su sano juicio. Es lo que hay. Luego os sigo contando.Esta mañana tenía que estar bien tempranito a las 8h45 en una cafetería, en la que había quedado con el insufrible de Fernández antes de presentar el balance y los datos de un trabajo en el que ambos íbamos defendiendo ideas opuestas ante un proyecto común.Yo salí medio zombi. Me levanté a las cinco y media, me preparé un café mega cargado, y aun así ni el palito del rímel conseguía levantarme las pestañas.  La ducha esta vez fue como el agua que corre y resbala y no despierta… Le di al grifo del agua fría a todo tren, y ahí que va y la lanzo sin piedad por este cuerpo, y la cabeza como que reaccionó primero  porque se me quedó congelada en un satiamén.Salí, tras tomarme el café mega cargado, me calcé los tacones malvas que me regaló la Lauri, y me puse una fardita malva también con un escotazo blanco y con mucho encaje de lencería.Cuando una es bajita, y sabe que siempre ha conquistado sentada a todo lo que le interesaba llevarse al huerto, no cambia la estrategia,  y cuerpo para abajo ya se deja de tonterías y aprende a sacarle pimentón al canalillo, pa que nos vamos a engañar. Así que escotazo al canto, tacón moradito, y con un sueño arrastrao viejo y aromatizado de mal tiempo, ya lista, cogí la cartera, y llamé al ascensor.Esa es otra. Vivir en un séptimo donde aun quedan 3 pisos más para arriba, no llama a la tentación sino al cabreo. Joerrrr!!!  Que a la hora que llame uno al pinche ascensor está ocupado y tienes tiempo hasta de rezarte un par de rosarios para ver si el día sale como Dios manda y con la bendición esa tan latina  y de culebrón incluída.Reviso la agenda, vuelvo a casa para buscar el tabaco que me había dejado otra vez ligando con la taza de café, salgo,  y nada. Espero taconeando en malva y por fin llega el deseado. Así he apodado a mi ascensor. En él, la pija del noveno  y mi vecino guapo con el que veo todos los partidos del Barça contra el Real. Ambos somos de equipos rivales, y mira que lo pasamos bien tras los güisquis y las pizzas echándonos dardos envenenados. Pues bien. Llego ya por fin a la calle, y ya son como las 7 y pico, y me da un coraje que pa qué. No llego tarde, menos mal. Pero en el metro, yo ahí, escotazo con  tetas bien puesto, encaje en su sitio, moñete bien hecho (como media hora haciéndole un homenaje a cuatro pelos) y va y me siento al lado de una mamma africana de lo más divina. Multicolor, sonriente, con esos trajes tan de ir por casa, que no sabe una dónde le podría meter mano, y su pañuelo haciendo un lazo en la cabeza, que les queda de la muerte y además se hacen en un pis pas.  Pues nada, saco Mil años de soledad, perdón, Cien años de soledad que estoy volviendo a intentar leer (y esto es puro masoquismo por mi parte, pero bueno), cuando mi vecina,  hace amago de que se baja en la parada siguiente. Se levanta, y con sus aires africanos y esa especie de capa foulard que lleva,  arrastra en su salida con las gafas que llevo en la cabeza, medio moño, la mitad del escote, todos los años completos de la soledad del Gabriel, y sale tan campante del metro. La gente del vagón empieza a reírse como una fiera desatá, y a mí me da por reírme también y alzarme de hombros. La gente, simpática ella, me recoge gafas, medio moño, libro, (escote no, porque hasta ahí habríamos llegado), y a carcajada limpia… y encogiéndose de hombros también como haciéndome un guiño. La cosa se hubiese podido acabar ahí, ¿no? Pues va a ser que no. Ya que desde afuera mi linda mamma africana golpea el cristal de la ventanilla del vagón, me lanza una sonrisa de las de rendir a todo un ejército, y me lanza un beso con la mano.  Me echo a reír,  le mando otro, todo el vagón riéndose, y pienso que en el fondo sabía las ganas que tenía de que me llevase al Africa antes de ver al gil de Fernández.Me bajo con el moño todo chuchurrío, Fernández al verme me suelta, ve al baño por favor y acomódate porque vienes de la fiesta de anoche, verdad?? Y de haber podido clavarle un gancho de esos que cabalgaban sueltos del moño en to los ojos como que…. Es que me da cada idea…El día  me fue rebién. Porque se lo fastidié a Fernández. A Fernández le salió torcido.Y no me río, eh???
Jajajjajajajajajajajajajjajajajajjajajjajajajjjjjjjjjjjjjj!!!!!!!!!!!!!
De vuelta a casa, ya es tarde, vuelvo a coger el metro. Y un caballero me tira los tejos.
Situación.
Moño como pa asustar hasta a la bruja de la Blancanieves. El escote ya no está en su sitio. ¿A dónde estará?  Me asemejo a una lechuga de esas que no se quiere ni pa ensalá. Los cien años esos de soledad, parecen miles… y ese caballero, pidiéndome el teléfono, que si me estaba esperando desde que nació, que si mi pie necesita un masaje, (es que esto de llevar muleta, no sabéis lo que da de sí, eh? A las desesperadas os aconsejo llevar siempre una en el bolso) que si la mantequilla de Karité… que ni me imagino las virtudes que tiene... y va y me duermo. Genín sabe que soy de desplomarme hasta en una silla en el minuto menos esperado cuando el cansancio me vence. El caballero me da unas palmaditas, y me doy cuenta de que me he pasado 10 estaciones.Me despido, le digo que soy viuda. Y que ahora estoy en pleno luto. Me deja su teléfono, y echo para atrás.  Me queda un cuartico de hora antes de llegar a destino. Y ¡¡ay!! Hogar dulce hogar… y puto ascensor!!!. Ni de día ni de noche... es peor que un amante infiel el muy jodío.Llego a casa, es tarde, me pego la ducha y me visto para ir  a mi antro y perfumarte la vida con un bolero.
La vida sigue....
Asimbonanga Jhonny Cleg


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