Revista Literatura

Viaje temporal-7. Tras la tormenta...

Publicado el 21 junio 2013 por Xabelg
Viaje temporal-7. Tras la tormenta...
Ernesto durmió durante bastantes horas, aliviando la tensión de los sucesos vividos en los últimos días. Cuando finalmente se despertó, sintiéndose mucho mejor, se levantó al momento, para ir al baño.
Al salir del baño, se encontró con Pedro, que le preguntaba con la mirada que era lo que había hecho esta vez.
-Buenos días, supongo que habrás descansado, no Ernesto? con la de horas que has pasado durmiendo... y roncando. Bueno, dime que has hecho esta vez?
-Que te hace pensar que he hecho algo?
-Venga, sabes que percibo cada uno de tus saltos, no me vengas con esas.
-Vale, vale, no te sulfures... Accidentalmente, acabé en la Cuba de los años 50... con el mismísimo Fidel Castro delante de mi, pero no era algo premeditado, y fue por un motivo de fuerza mayor.
-Ah si? Te perseguía la CIA para torturarte o algo así?
-No, no es eso, es que... Resulta que... la dependienta de la panadería, a la que conoces, Susana, pues... quería... quería sexo, conmigo...
-Que terrible peligro- Respondió Pedro entre risas.
-No es un peligro físico, es que... En ese momento me dí cuenta de que Susana es... es la madre de mi ex novia Silvia. De haber hecho aquello con ella, además de ser casi incestuoso, podría suponerme un insuperable trauma.
-Ahorrame detalles escabrosos, ten cuidado con lo que haces. No puedes hacer todo lo que te de la gana, tienes que usar tu don con responsabilidad, y no puedes realizar un salto así como así, sin pensar en donde ni cuando vas, podría ser peligroso para ti, y para los demás, por no hablar de la misma historia, que puede ser alterada por algunas cosas de las que tú hagas. Tienes que manejarte con mucho cuidado. Con tu atolondramiento, podrías causar una catástrofe.
-Está bien, he metido la pata, lo sé, lo he comprobado en mis propias carnes. Pero tengo que decir en mi defensa, que estaba borracho y estresado, y tenía que escabullirme de alguna manera de aquella incómoda situación.
-Pero ten en cuenta lo que te digo, y hazme caso. Esto es serio, un descuido por tu parte podría llevarte a la perdición... A ti, y a todos.- Sentenció Pedro, justo antes de entrar en su habitación.
Bueno, pensó Ernesto, el sermón no fue para tanto. Pedro debía de estar perdiendo fuelle en ese sentido.
El domingo se agotó, y llegó el lunes. A la mañana, le siguió la tarde, y tras ella, la noche. La llegada de la  noche traía consigo la nueva jornada laboral de Ernesto y Pedro. Mientras Pedro andaba enfrascado con tinta, fotolitos, y maquinaria de impresión, Ernesto se dedicaba a sus labores de seguridad y vigilancia, o más correctamente, a recorrer el edificio pensando en sus cosas.
Ernesto se había librado de una buena en Cuba, tanto por haber salvado el pellejo, como por no haberse involucrado profundamente en aquel periodo de la historia. De lo que no se había librado aún, era de las iras de Susana, que a ver como reaccionaba con él por lo de su repentina desaparición. Ernesto imaginaba que en cuanto le echase el guante, le asaría vivo en el horno, como si fuera una de las barras de pan que hacía diariamente. Iba a tener que lidiar con esa situación, le gustase o no. Tendría que darle algo parecido a una explicación, aunque no sabía como, y eso teniendo en cuenta que aún le dirigiese la palabra.
Amanecía, y la salida del sol de la mañana, anunciaba el final de la jornada diaria. Con algo de sueño, Ernesto y Pedro caminaban en dirección a su casa, atravesando las desiertas calles en esas horas, pareciendo los únicos habitantes de la tierra. No había ni tráfico, ni nadie a la vista, la mayoría de la gente, aún no se había levantado para acudir a sus centros de trabajo.
Cuando estaban cerca de su casa, Ernesto se dio cuenta de que estaban a punto de pasar por delante de la panadería en la que Susana trabajaba. Sabía que a esa hora ya estaba trabajando en ella. Aceleró el paso, ante la carcajada de Pedro, que sabía el motivo de su aumento de velocidad, y parecía divertirle la situación.
Una vez rebasado el local, se permitió volver a aflojar el ritmo, ya podía ver el portal del piso de Pedro, la puerta tras la que estaría a salvo. A punto de alcanzarla, oyó una conocida voz tras él:
-Eh, tú, oye, tenemos una cuenta pendiente que resolver, que no se te olvide!
Era Susana, que asomaba medio cuerpo por fuera de la puerta de la panadería.
-Yo me subo a casa, que estoy molido... Cuidado con el rodillo de amasar, eh?-Dijo Pedro dejándole sólo ante el peligro, mientras procuraba contener la risa.
No tenía escapatoria posible, iba a tener que armarse de valor, y aguantar estoicamente lo que Susana le echara. Miró a la todavía abierta puerta del portal, y descartó la idea de meterse rápidamente, sólo empeoraría más las cosas, y no era cuestión de enfurecer más al personal, además, la chica tenía razón, no podía simplemente escabullirse. De modo que se le acercó, con cara de pena, y preparándose para lo peor. Abran los paraguas, que va a empezar la tormenta de improperios, pensó.
-Tu eres un cabrón, crees que a una mujer se le puede dejar en la cama con el cuerpo echando humo de esa manera?
-Esto... yo... no me acuerdo bien de lo que sucedió... estaba bastante borracho, lo siento.
-Yo también, tanto como para creer que desapareciste delante de mi... pero vamos, que la borrachera no te excusa...
-Ya lo se... perdona... no se que decir...
Susana se le acerco más, y le dijo al oído:
-No digas nada, no hace falta... Pero entérate, nene, a mi nadie me deja con las ganas, no voy a rendirme, yo nunca desisto, serás mío antes o después, tenlo por seguro.
Tras esto, Susana se metió en la panadería de nuevo, dejando a Ernesto  sin habla. La situación le parecía tremendamente atípica, casi surrealista, no esperaba algo así en absoluto. Sorprendido, era poco, para describir su estado actual, y eso que él era un tipo que podía viajar en el tiempo. Lo más curioso es que Susana, en ningún momento le había parecido verdaderamente enfadada.
Subió a casa mientras pensaba en lo poco  que se parecía esta Susana a la del futuro, la que había conocido como la madre de su novia. La Susana del futuro, con unos años más, era una reina de la decencia, una guardiana de la moral, y resulta que en su juventud, no tenía reparo alguno en abrazar la promiscuidad y perseguir a los hombres que le apeteciera.
-Bueno, Ernesto, que tal ha ido la discusión, tendré que llevarte a urgencias?-Preguntó socarronamente Pedro al verlo aparecer en el piso.
-Mmmm, no. Ha sido menos grave de lo que me creía. Será que nadie me abronca como tú.-Respondió sonriendo.

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