Revista Diario

Visita virtual

Publicado el 10 enero 2010 por Quique
Alaska, 10 de enero de 2009,
Hace casi dos años que nos conocemos usted y yo, en este blog, y todavía no le he enseñado mi despacho. Pase y siéntese, por favor.
En el centro, una mesa de conglomerado, sencilla, no demasiado grande, de color marrón claro. Sobre la mesa, a su izquierda, la pantalla plana de mi ordenador y el teclado. A su derecha, un tarjetero y una cajita con caramelos (que últimanente siempre está vacía). Justo enfrente, un gran cuadro con colores de un rojo muy vivo. Hace tiempo, cuando lo compré , una psicóloga amiga mía dijo que le gustaba, pero que quizás ese rojo chillón podría poner nerviosas a algunas de las personas que vienen a verme. Su profecía no se ha cumplido. En todo caso, el cuadro ha aprobado el escrutinio de los usuarios. Creo que le sigue dando al despacho un toque atrevido en contraste con el triste color crema de las paredes.
Al fondo y a la izquierda, detrás de la mesa y de mi silla giratoria,  verá usted una planta de frondosas hojas verdes, de esas que no necesitan luz ni casi agua para sobrevivir. Finalmente, a su derecha, un gran armario de metal donde se guardan la mayoría de los expedientes.
Como puede ver, un espacio sobrio  que intenta ser elegante.
Un día de trabajo para mí comienza a las ocho de la mañana. De ocho a nueve, salvo imprevistos (que últimamente están siendo bastante habituales), no espero ninguna visita. Es un momento que me gusta especialmente, imprescindible para preparar el día. La primera media hora reviso el correo electrónico. Contestar los email pendientes me da una sensación de control de la situación, de que no quedan cabos sueltos.
Trabajo sin música. Intento saborear ese inaudito silencio matutino, sólo interrumpido en ocasiones por el teléfono.
También ojeo la prensa que diariamente nos deja el personal de limpieza. Un par de periódicos de prensa local, de calidad bastente ínfima, pero que bastan para ponerse al día de lo que ha sucedido en Alaska.
Miro mi "hoja de registro", en realidad un folio, una lista con todas las tareas pendientes: Llamadas, informes, todo eso. Una especie de hoja de ruta imprescindible de la que voy tachando, con satisfacción indescriptible, todo el trabajo cumplido.
Luego reviso el google calendar. Desde que lo uso, prácticamente no utilizo la agenda. Es más, creo que este año intentaré prescindir de ella. Para un natural despistado como yo, no hay nada mejor que  registrar todo en un único soporte.
Si es día de entrevistas, busco en el programa informático de expedientes a las personas que han de venir y repaso los últimos acontecimientos para prepararlas bien.
Un día de entrevistas se parece poco al resto. Desde las nueve de la mañana es un no parar de gente y, a pesar de que intentamos no atender a nadie que no tenga cita previa, a veces acaba siendo un caos. Entre otras cosas por mi culpa, porque suelo alargar situaciones que podrían ventilarse en diez minutos.
El primer minuto de una entrevista es decisivo. Antes de entrar en materia, antes de abrir la boca, observo. Con el tiempo he adquirido un cierto sentido para captar el ánimo de la persona que se sienta en mi despacho. Según note a la persona más o menos tensa o relajada, mi presentación varía. Obviar ese estado de ánimo puede destrozar una entrevista, así que entro al trapo. Por ejemplo, un sincero, "le veo enfadado hoy señor tal" ayuda a relajar tensiones. Intento estar atento  al lenguaje no verbal. En ocasiones,  he parado una entrevista para preguntar a la otra persona como se sentía y, si hacía falta, empezar de nuevo. Es absurdo querer transmitir información cuando el estado emocional del interlocutor no está por la labor.
Estoy tan metido en lo que está pasando en la entrevista que a veces descuido cosas fundamentales, como apuntar la dirección o la edad de los hijos. Para el registro de datos soy un perfecto desastre (aunque Teresiña me anime y me diga que no es para tanto)
No siempre estoy tan fino, claro. En ocasiones mi torpeza, mi cansancio o mi mal genio, ha llevado la entrevista al más estrepitoso fracaso (con el tiempo también he aprendido a reconducir a posteriori estas derrotas, aunque  eso será objeto de otro post).
Los días en que no tengo entrevistas son días de coordinación con otros servicios, de realizar gestiones, de hacer informes, de pensar y escribir nuevos proyectos. Salgo y entro del despacho, voy a la escuela, al centro médico, al centro cívico. Piso la calle, respiro, visito recursos. No paro. Me sorprende  la capacidad que tengo últimamente para involucrar a otros profesionales en proyectos educativos un punto descabellados. Todo lo contrario que en mi vida cotidiana, donde, en general, me muestro tímido y bastante torpe. Supongo que es la técnica, que hace milagros. Siempre he pensado que trabajar en esto es como hacer un master en habilidades comunicativas.
Faltan muchas cosas. Por ejemplo, faltan los reparadores veinte minutos para el almuerzo. Pero no hace falta que me repita, pueden leer lo que dije en su día de los bares y lo que me constestaron ustedes mismos.
En fin, creo que es suficiente con esta introducción.
El martes vuelvo al trabajo y  podré continuar explicándoles algunas de las cosas que nos pasan a los ciudadanos de este frío país.
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Pintura: Eric Zener
http://factorialossanchez.blogspot.com

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