La oscuridad le va penetrando dulcemente, hasta saciar su apetito. De vez en cuando, desde algún recóndito resquicio de su conciencia, algo se le rebela; un disimulado destello que pronto perece agotado por el esfuerzo de intentar arrebatar su esencia a las tinieblas.
Odia la candidez de sus amigos cuando van a visitarle. Desde suposición en la cabecera de la cama del Hospital, le permite a su espíritu merodear entre ellos, mientras su cuerpo permanece pasivo y hastiado.
Mil veces prefiere las bridas del Averno a los lazos que debilmente le unen al mundo conocido. Su mayor anhelo..., que alguno de ellos tropiece con el cable del respirador y le libere definitivamente de esa penitencia.
a mis alumnas de area...