Revista Talentos

Washington

Publicado el 07 julio 2015 por Pablo Ferreiro @pablinferreiro
WashingtonWashington termina de escribir una carta firmando con puño firme. La mete dentro del maletín sobre la mesa lamparita para todos lados ensombreciendo y alumbrando caprichosamente.El Uruguayo, pone la silla de pino bajo la soga no sin antes acomodarse el cuello del traje negro a lo James Bond.
junto al fajo de billetes, una cruz bañada en oro y la margarita que lo caracterizaba. Tira una soga sobre la viga, el envión mueve la
Alcídes es el marido de Inés hace cuarenta años. Sube las escaleras lentamente, lleva puesto una camisa de bambula y cuatro cajas de vino. El cuchillo estaba afilado en el cinturón. Transpiraba y se calentaba cada vez más por esa margarita que encontró en su cama. Conocía a Washington de pibe, desde que le afanaba naranjas al tano. Ya Inés había pagado ahora le faltaba él. Con Alcides no se jode se decía en el barrio, y Alcides quería demostrar porqué. LLegó al 8vo b. Tiró la puerta de un patadón, Gritó “Donde estás hijo de puta” y el hijo de puta estaba ahí.
Irina era rusita como las otras Irinas. Había sido paciente, esperó debajo de la cama desde la mañana cuando se coló en la casa. Llevaba puesto su vestido ajustado cuadrillé. Irina es hija de Anibal y Anna, más conocida como la rusa. Aníbal que era compañero de Washington,  murió en el golpe a la Joyería de Junkavich. Anna murió una semana después para evitar que hable. Tres años esperó Irina, fueron pocos comparado a lo largo que se hizo el día esperando el momento justo para vengar a su familia. El momento había llegado, sacó la 22 que tenía enganchada a la bombacha blanca y avanzó hacia el living. Abrió la puerta, miró los ojos al uruguayo y apuntó enseguida.
Robert era un soldado mercenario americano. Cuando recibió el llamado de Junkavich tomó el primer vuelo hacia Buenos Aires. Le cobró al viejo una fortuna,el viejo se decepcionó porque pensó que los recuerdos de aquel verano juntos en Tailandia en que forjaron su amistad eran suficientes. Le extendió un cheque al americano que cobraría sólo cuando el joyero se hiciera con el cuerpo del Uruguayo. Robert, con un profesionalismo implacable y sin quitarse los lentes de sol, disparó un cable de metal y trepó por el edificio. Primero se asentó en el del 8 “a” para ver el terreno, en que iba a actuar, quería algo limpio y silencioso. Tomó la ametralladora de su espalda y le colocó el silenciador. De un salto llegó al balcón de Washington.
Willy era Guillermo, Guillermo era un genio de las computadoras. Willy no usaba anteojos ni tenía granitos, era flaco, pintón y tenía una novia hermosa. Willy tenía dinero pero no piernas. Las perdió cuando los mafiosos del Río pasaron por su casa para averiguar sobre el uruguayo. Aguantó dos tiros el muchacho y terminó hablando. Washington no pagó el dinero estipulado por las claves de cuentas bancarias que le había conseguido en la famosa estafa al banco en 1999. Willy Juró vengarse y para eso mandó al robot. El robot era pequeño pero letal, tenía unos dardos sobre que mataban al simple roce con la piel y una camarita que filmaba todo en el medio de su frente. El robot entró por la ventana volando, Willy accionó los dardos apretando ctrl x apenas apareció en imagen el uruguayo.
Gino era mafioso, hijo de tanos. Usa gomina aunque no esté de moda, come todos los mediodías el churrasco de higado a la plancha con puré que le preparaba la vieja. Arriba del hígado siempre ajo y perejil. La Vieja que extrañaba a su marido. Gino padre manejaba cabarulos y falopa en el río hasta que apareció muerto con una margarita tapándole la boca. El uruguayo lo había matado por buchonearlo con la cana la vez de la estafa al banco.Gino se escondió en el baño luego de abrirse paso por el edificio a fuerza de sobornar al portero. Esperó relajado la entrada del uruguayo al baño empuñando una escopeta. LLegando la noche, se impacientó, abrió la puerta del baño y apuntó a Washington . 
Se encuentran todos en la habitación rodeando a Washington que ya tenía la soga al cuello y estaba en punta de pie en la sillita de pino. Todos se sorprendieron, Alcides, Irina, el robot o willy, el yanqui y Gino. Todos entraron al mismo tiempo, todos quedaron congelados por un segundo. Washington se rió y pateó la silla hacia atrás quedando colgado. Alcides atacó a Gino por la espalda enterrando el cuchillo entre sus omóplatos. El americano lanzó unas estrellas que cortaron la soga que colgaba a Washington,  las cuales no sólo cortaron la soga sino que se encajaron en la cabeza del bueno de Alcides por de carambola. La caída del uruguayo hizo que el disparo de los dardos del robot dieran justo en el cuerpo pálido  de Irina. Irina, herida, disparó al Americano en medio de la frente repetidas veces. Washington desde el piso agarró al robot y lo lanzó por la ventana. El lío duró apenas unos segundos. Washington se tiró en el piso, rió a carcajadas y se prendió un Benson and Hedges y. Tiró una margarita en el piso y salió caminando con el maletín, con cuidado de no arruinar sus zapatos.
Él lo sabía todo, todo salió como lo planeó. Una pena que el autor de tal hazaña, tal proeza estratégica, que tuvo tanta sangre fría, que calculo el mínimo detalle, muriera de un paro al corazón común y corriente mirando a Peñarol. Merecía una muerte mejor.

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