Revista Diario

Woawwwwwwwww !!!!!!!!!!!!!! compras, compras y mas compras !!!!!!!!!!!!!!!

Publicado el 06 febrero 2012 por Madrecelta @madrecelta

Woawwwwwwwww!!!!!!!!!! En mi vida me he sentido como esta mañana a las ocho en punto y tampoco como me sentí después, hacia las 13,30 horas.
Lo primero es, que a esa hora, sacaba del cajero 400 euros, dispuesta a quemarlos en ropa y todo lo que hubiera por donde pasara. Lo segundo ya os enterareis.
Volví a casa, mi madre me esperaba (más maja es, había pedido unos días de fiesta para cuidarme) y el plan era volvernos locas en las tiendas.
Encima de la mesita del recibidor había dos sobres, en uno ponía mi nombre Violet Davinia (ni bajo tortura lo diré) escrito por mi padre, conocía muy bien su letra, y dentro había 400 euros más!!!!!! y una nota: "Para que mi princesa luzca cómo se merece". El otro estaba escrito con la tremolosa y ya algo deformada letra de la abuela Rufina: "Para mi niña" y 200 euros más!!!!!!!!!!!!!!! Woawwwwww!!!!!!!!!!!! 1.000 euros para gastar sin sentir remordimientos de conciencia..
Apareció mi madre, toda guapa, (sabía arreglarse muy bien y era una mujer muy atractiva), sonriendo como hacía tiempo que no la veía, además, por lo que las dos nos sentíamos libres, seguras y decididas. Le conté lo de los sobres y su mirada me dio a entender que ya lo sabía, pero añadió: "Tu tranquila cariño, que, por si acaso, llevo fondos suficientes".
Nos lanzamos a la vorágine de las compradoras compulsivas, ¡Una locura!. Cuatro abrigos, botas, bueno lo de las botas fue lo más bonito que me ha pasado en la vida, (son mi pasión) y ni recuerdo cuántos pares compramos. Pantalones, ropa interior, exterior, bolsos, pañuelos, guantes, bufandas, gorros, bisutería de todo y mucho. No recordaba habérmelo pasado tan bien desde hacía muchos, muchos años.
Hacia la una decidimos no seguir adelante con el plan inicial que incluía comer en un buen restaurante. Estábamos tan cansadas que mamá llamó a la abuela para que nos apañara algo, con lo que de paso la hicimos feliz, y decidimos proveernos de una gran bolsa de "xuxes" y pasar la tarde arreglando y probando las compras, además mi abuela también disfrutaría y aunque algunas "xuxes" no podía morderlas, las chupaba hasta que se deshacían.
No puedo recordar cuantas bolsas llevaba en cada mano, pero creedme si s digo que muchas. Salíamos de la última tienda riendo, felices. Vimos que mientras estábamos dentro había llovido, pero ya no. ¡Hasta en eso teníamos suerte! ¡Qué día!. El acceso a la tienda era una rampa de un material parecido a la goma, desgastado por el uso y algo resbaladizo por la lluvia, con lo que mi madre me avisó que tuviera cuidado,
De habérmelo dicho unos segundos antes hubiera sido posible evitar el desastre, pero el aviso llegó tarde, algo patosa sí lo soy.
Resbalé, cayendo al mismo tiempo que, al intentar agarrarme a algo (inexistente por otra parte), abría las manos, esparciendo en el amplio diámetro que mis brazos formaban las bolsas y sucontenido por todas partes.
Compradoras, dependientas, guardia de seguridad, todos acudieron en nuestra ayuda. Sentada en el suelo me sonrojé al ver un sujetador colgando del brazo de la foto-cartón de un modelo anunciando calzoncillos, pero fue sólo un instante. Desde mi cómoda postura, , vigilaba con ojos de urraca que nadie se apropiara de ninguna de mis pertenencias. Tal era mi temor que no me abstuve de gritarle a mi madre que vigilara ella también.
Aquéllo fue como cuando abren el chiquero a los toros en Pamplona, 100 o 1000 mujeres, no sé, muchas empezaron a protestar airadamente, mientras mi madre intentaba disculparse y disculparme. Cuando ya las tenía casi calmadas una mole de unos 120 kilos, y soy generosa, metió un pie en la pernera de unos vaqueros, perdiendo el equilibrió y aterrizando sobre mi pie izquierdo, que ni cuenta me había dado que estaba en una postura, digamos, rara. Chillando cual gorrino en matadero, se debatía encima de mi pie. El dolor fue tan agudo que me rebotó justo en medio de la cabeza, consiguiendo con ello que mis aullidos taparan los emitidos por ella.
Era como una película muda, a mí me caían unos lagrimones como puños, la gorda se balanceaba sobre mi pie como si fuera un columpio, compradoras y dependientas se peleaban por ser las primeras en socorrernos y, justo en ese momento, vi por el rabillo del ojo, como mi madre intentaba escamotearse, saliendo en silencio. La llamé a gritos de ¡COBARDE VUELVE!, que ejercieron un paralizante efecto en sus piernas.
Aparecieron en escena dos Guardias Municipales, ahí yo ya perdí los papeles, les ordené, sí, sí, les ordené que le pusieran las esposas a la gorda y que llamaran a una grúa para intentar quitármela de encima. Parece mentira lo que pueden llegar a gritar un puñado de mujeres, histéricas, juntas y que no saben lo que deben hacer, porque no tienen ni idea de lo que está pasando.
La cosa se aclaró o se lió más, no estoy muy segura, cuando llegaron unos señores con un chaleco rojo y una cruz en la espalda.En aquéllos momentos el dolor del pie y el peso de la gorda, me impedían regir como era debido. No sé cuántos eran. Noté un pinchazo en el brazo y luego todos se convirtieron un gnomos chiquititos y rojos. Me entró la risa floja, esa risa tonta que no puedes controlar y noté como me elevaban por los aires y me metían en un no sé que... y... me...
Horas más tarde y ya en casa, mi madre que tenía los brazos y las manos llenas de arañazos, intentaba explicarme como habíamos salido vivas de aquel infierno. Tuvio que dejarlo cuando vi mi pie izquierdo convertido en una bola del tamaño de una pelota de las del anuncio de Nivea, pero en blanco, visión que me sumergió en un estado de pánico total y creencia absoluta de que en cualquier momento iba a salir un alienígena de ella.
Cuando cosiguieron calmarme, la abuela también estaba y muy asustada la pobre, empezó, otra vez, a contarme como se había solucionado el asunto.
Pero yo, erre que erre, a lo mío, volví a interrumpir a gritos ."MIS COMPRAS, ¿DONDE ESTAN MIS COMPRAS?", mis dos hermanos tardaron su buen rato y no poco esfuerzo en sujetarme y hacerme entender y, peor aún, que lo creyera que todo, asolutamente todo, estaba en casa.
Sonreí invitándo, amablemente creo, a mi madre a que prosiguiera con el relato, pero me entró una modorra y nooo teeengoooo muuuuyyyyy clllllaaaarooooo cooooooomoooooo acaaaaaaaaaaaaab.............grnnnnnn grnnnnnnnnn grnnnnnnnnnnnnnnnnnnnn!!!!!!!!!!!!!!!!!!!


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