Revista Literatura

Y viceversa a todo

Publicado el 16 agosto 2018 por El Perro Patricia Lohin @elperro1970
36812292_1737549376330797_4753295419503542272_n.jpg© Alain Laboile

Querido, hay un viento de la hostia por estos lares.
Me bajo del auto que queda en el estacionamiento y permito que todo ese aire me pegue en la cara. Cien metros me esperan hasta llegar a mi trabajo. ¿Cuántos pasos serán? No los cuento. Pero cierro los ojos, como quien anda en la bici sin agarrarse -nunca pude por cierto-.
Un paso tras otro. Noto que voy derecho.
¿Qué hago? ¿Espío o no espío?
Trato de adivinar por dónde voy. Nadie me roza. La vereda está desierta, tal vez por eso me animo. Me animo porque nadie viene de frente, nadie verá que tengo los ojos cerrados y una media sonrisa en la boca. Nadie dirá nada sobre esta pobre loca. Al final los abro casi llegando a mi puerta.
No es ninguna hazaña. Cualquier niño lo hace.
De pronto se me ocurre que ir hacia vos es como estar con los ojos cerrados caminando en contramano por la Panamericana en hora pico, cruzarla intermitentemente y rezar mucho; aunque como sabrás no pienso molestar a ningún supremo para que me salve de vos. Estoy segura de que él está metido en todo esto. Es mejor echarle la culpa de todo esto a otro.
Hay condenas que ya sabemos que debemos atravesar. Ni siquiera hablo de auto castigo. Si después de todo fui, vine, fui, vine.
Eso me trae la imagen de una noche de insomnio prendiendo y apagando el velador, un remolino en la cama reclinando el lado derecho e izquierdo alternadamente y cada dos minutos, o una tarde cualquiera con el encendedor en la mano encendiéndolo y apagándolo hasta que se nos chamusquen los dedos o se termine el líquido. Que sea lo primero que llegue: o se quema el foco, o viene el maldito sueño, o deja de funcionar el encendedor, o dejo de caminar por este campo minado.
No alcanzo a divisar quién se cansará primero. Siento que estamos en una carrera de alta resistencia, y no te noto ni cansado; inclusive a veces sospecho que todo esto te divierte. Hay unas estrellitas brillantes de maliciosidad que asoman por detrás de tus pupilas, justo en el mismo instante en que arqueás una ceja.


Me hago responsable, culpable y firmo con tinta negra la autoría de esta dicotomía, mientras sigo regando el autocultivo de dudas existenciales que me hacen avanzar cinco pasos y retroceder seis.
Definitivamente alguien debería denunciarme para que vengan a confiscar todo eso que está creciendo en mi azotea.
Nunca pensé que tu casa quedaba tan lejos cuando a principio de año me invitaste a ir: casi tres estaciones, un cumpleaños, varios escritos, millones de pasos, y una indeterminada cantidad de disyuntivas.
Estaba pensando que la próxima vez que nos encontremos, podríamos calcular la distancia exacta que marque la mitad: la mitad entre tu vida y la mía, entre tus ganas y las mías, entre tus miedos y los míos; es de decir calcular la mitad de todo y en ese preciso punto colgar un cartel que diga Calle Incertidumbre, o una pintada en la calle que me recuerde el día de mañana que por ahí he pasado corriendo, huyendo, riendo y hasta comiendo una manzana; pero que nunca hemos pasado juntos, ni de la mano, ni me has venido a buscar ni te he ido a acompañar.
Todo eso, desde tu casa a la mía, desde tu mitad hasta la mía, desde tu primer mirada hasta la mía.

Y viceversa a todo.

Patricia Lohin


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Sobre el autor


El Perro Patricia Lohin 400 veces
compartido
ver su blog

Sus últimos artículos

Revistas