Revista Talentos

Yo no soy maría

Publicado el 28 enero 2016 por Aidadelpozo

La mañana del sábado me levanté cansada. Había dormido casi siete horas pero me sentía tan agotada como lo estoy después de las maratonianas caminatas que practico cuando necesito estar sola. Supongo que ese agotamiento era más mental que físico. Recibir el viernes la noticia del suicidio de mi amiga María había sido un golpe duro. Pasé todo el día en el tanatorio y eso me dejó gris y taciturna. Pensaba en lo efímero que es el viaje, el sinsentido que tiene todo, lo frágil que es nuestra vida, lo poco que nos divertimos, lo mucho que nos amargamos por tonterías. Lo estúpidos que somos.

María se tiró por el balcón de su piso de Pintor Rosales y no dejó nota alguna. Su familia se preguntaba qué había podido suceder a una mujer que meses antes estaba llena de vida pero yo creo que María había dejado de estar viva mucho tiempo antes de aquel día, pero ninguno de sus amigos ni familiares lo supimos ver.

Dicen que los suicidas no avisan, que acaban con su vida sin despedirse de nadie. Toman la decisión un buen día y punto. He consultado en Google, ahora todo se consulta ahí. He averiguado que las mujeres son más de pastillas. Ahora me doy cuenta de que conocíamos muy poco a nuestra amiga María pues no optó por la normalidad sino que se despidió a lo grande, dando un salto al vacío como si quisiera volar. Me gustaría saber qué pasa por la cabeza de un suicida en el instante mismo de que toma conciencia de que va a morir, cuando sus párpados pesan como piedras si decide acabar con todo tomando una caja de pastillas o cortándose las muñecas o si su corazón se dispara al saltar y cuando se acerca su cuerpo al suelo... ¿Se evapora su dolor, es más profundo?

Lo que sí es irrefutable es que jamás está en tu mano evitar que acaben con todo, que concluyan su camino, decidan pararse por puro agotamiento y renuncien a continuar de esa forma abrupta. Los suicidas toman una decisión y la llevan a cabo.

María decidió finalizar su viaje hace ya tiempo, pero seguía caminando. Lo hacía como zombi o quizás como fantasma ya, pues al menos los zombis tienen cuerpo. La última vez que quedamos el grupo de amigas y ella nos acompañó, ya lo tenía consumido y famélico. Abandonada en su casa desde hacía semanas y, según su familiar cuando estuvimos en el tanatorio para despedirnos de ella, era un puro hueso. Algunas de nuestras amigas se acercaron al cristal para verla, no sé si por morbo o para darle el último y respetuoso adiós pues algunas de ellas nunca dejan de sorprenderme, pero el caso es que cuando salieron estaban blancas como la cal. Una se atrevió a decir que en la morgue habían hecho un trabajo de reconstrucción de película pero que, aún así, los zombis de la serie The Walking Dead parecían más sanos que aquella mujer que en nada se parecía a la risueña María de meses. Me pareció un comentario de un gusto pésimo pero todas estábamos nerviosas y lo disculpé.

Echando la vista atrás, creo que nuestra amiga nos importó a todas un carajo cuando dejó de aparecer en nuestras quedadas, la tachamos de amargada y gastamos bromas a su costa entre cervezas y vinos. Servía de carnaza para el cotilleo y cuando acabábamos de despellejarla, seguíamos con nuestras vidas, como si tal cosa. Haciendo memoria, mientras me dispongo a ducharme, recuerdo que se negó a vernos escudándose en mil historias. La llamábamos y cogía el teléfono pero siempre se disculpaba por no poder quedar y nosotras, las que nos llamábamos sus amigas, admitíamos estas sin insistir en que nos acompañase. "Allá cada cual con sus historias y problemas, María se ha convertido en una quejumbrosa alma en pena desde que lo dejó con Carlos y comenzó con las webs de contactos", decíamos todas. "Amigas...", me digo ahora, "¿lo somos? ¿Estarán para ayudarme si caigo como María, si me convierto en fantasma como ella, si un día por h o por b me meto en ese berenjenal extraño de las redes sociales como ella hizo? ¿Y si me sucede como a María y pierdo el norte, el sur, el este y el oeste? ¿Y si acabo famélica y amargada, derrotada y sola sin querer dejar mi casa? ¿Estarán ellas para que sonría de nuevo? ¿Estarán para tenderme una mano?"

El duro golpe que sufrió María cuando Carlos y ella lo dejaron, la hundió en la desesperación. He dicho que Carlos y ella lo dejaron, pero en realidad fue él quien la dejó por una compañera de oficina. Se la tiraba en los viajes de empresa. Y María hablaba de él como si fuera el mejor hombre de la tierra. Decía que trabajaba mucho para construir un futuro juntos. Diez años de vida en común y aún hablaba de construir, mi pobre María, ¡qué ilusa! Ni hijos tuvieron y ni siquiera se compraron un perro. Ibas a su casa y no parecía un hogar. Muy frío, muy Carlos. Siempre pensé que ese gilipollas era un hielo. Nunca se casaron y sin embargo, al mes y medio de dejarlo con María lo había hecho con su compañera. Alguien comentó hace poco que esperaban un hijo.

Llevo año y medio divorciada y tras mi ruptura he tenido una relación más o menos estable que ha durado seis meses y un par de rollos sin importancia para ellos pero se ve que para mí sí la tuvieron porque me dejaron un tanto trastocada. Pero claro, yo no soy María y sigo pintándome el rabillo del ojo, poniéndome mis vestidos vaporosos y saliendo a la calle con amigas o sin ellas, para pasear por el cielo azul de Madrid.

Evito a los hombres, me cruzo de acera cuando veo uno que me parece atractivo. No quiero líos, de momento... Me limito a respirar el perfume de El Retiro sin importarme demasiado si voy o vengo y si los demás vienen o van. Hace tiempo que para mí el futuro carece de importancia y lo que me gusta lo hago y lo que no, no. No necesito usar las redes sociales para acostarme con un hombre y sé que no acabaré como María. Yo estoy hecha de otra pasta. No me veo caminando arrastrando los pies, siempre me he visto con vaporosos vestidos de flores y tacones, con sonrisa y ganas pese a que no me ha ido demasiado bien después de mi divorcio. Tampoco le ha ido bien a Marcos. Se ha comprado un perro, apuntado al gym y está francamente atractivo.

¿Por qué acabamos divorciados? ¿Nos cansamos? Él dejó de poner pétalos de rosas a mis pies y yo dejé de usar lencería negra de encaje. Dejamos de conquistarnos. Ahora, mientras me visto para ir al funeral de María, me pregunto si quizás tiramos la toalla demasiado pronto. Tal vez nos faltó un desayuno en la cama, un juguete, un bombón de licor, una ducha juntos, un te amo sin que fuese respuesta a una pregunta...

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Hay mucha gente en la iglesia, está a rebosar. Entre todos los congregados he descubierto a Marcos junto a la puerta. No sé por qué me he girado pues no esperaba a nadie y todas mis amigas y yo estábamos ya sentadas en uno de los primeros bancos. Pero lo he hecho y le he visto. Le he pillado mirándome. Ha sonreído. Lleva una camisa vaquera y unos tejanos rotos. Está guapísimo. He soñado despierta durante un segundo y he recordado el olor de su perfume. A la salida hemos saludado a la familia de María. Están todos desolados. Mis amigas se han quedado charlando y yo he acelerado el paso y las he perdido de vista. Veo a Marcos y sonrío. Nos hemos dado dos besos. Me ha invitado a café.

Sentados en la cafetería, recordamos lo bonito, "¿para qué recordar lo malo, Lara?", pregunta y sonríe. Muestra sus dientes blancos. Deja una mano sobre la mesa, pegada a la mía. Nos hemos rozado mutuamente con los dedos. Una caricia furtiva que me ha acelerado el corazón y puesto la piel de gallina. Creo que él está igual que yo. Me pregunto tantas cosas...

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Amanece. Me desperezo al ritmo que lo hace el sol, alzándose majestuoso en el horizonte, entre los tejados de las casas de mi Madrid cosmopolita. Me giro y ahí está mi ex marido, bañado por los rayos del sol de la mañana. No ha habido pétalos pero, ¿quién los necesita? Lo que deseo es esto que tengo. Ni siquiera me planteo más allá de ahora ni pienso qué pasará cuando despierte. Me ha dicho que me echaba de menos y eso me basta. A veces no es necesario tener el cien por cien de algo sino el algo que una persona te puede dar por entero. Pedimos demasiado y no nos conformamos con gozar de la aventura de vivir. Aún tengo en mi memoria el escalofrío de un enloquecedor orgasmo, el recuerdo de la cabeza dándome vueltas, el sudor mezclado con el perfume de Marcos, la habitación que tiembla, el pelo alborotado, el sonido de nuestros gemidos, el alma que se nos sale del cuerpo para enredarse en la lámpara, imitando lo que hacían nuestros cuerpos. "¿Para qué más, Lara?", me digo. "¿y por qué menos?"

Me pregunto si alguna vez María sintió lo mismo, si llegó a ver con los ojos del corazón, a desear coger fuerte de la mano a su ex marido, si pensó por un momento que no había hecho lo suficiente y aún estaba a tiempo.

Yo ahora lo pienso contemplando en cuerpo desnudo de Marcos. Parece que es la primera vez que le veo, que es uno de los amantes que tuve tras nuestra ruptura. Pero no lo es. ¿Futuro? Dejemos que decida el tiempo por nosotros pues ya vimos que nosotros nos equivocamos al decidir el camino. Espero que al despertar, Marcos vea lo mismo que ahora veo yo...

Y espero que donde quiera que esté ahora, María sonría de nuevo.

YO NO SOY MARÍA

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