Revista Diario

Yo quise ser poeta por un pastor

Publicado el 02 noviembre 2010 por Cosechadel66

Un excelente día para recuperar este post, por dos razones. Una por la celebración del Centenario del nacimiento de Miguel Hernández, y otro para dedicárselo a una vecina del patio en su cumpleaños: @trianarts. Feliz día, amiga.

Puede que quisiera ser futbolista por Juanito, ese al que en el minuto siete de cada partido corean en el Bernabeu… illa, illa, illa, que ingresó en el Madrid cuando yo tenía 11 años y lo dejó cuando empezó a maravillarme la Quinta del Buitre. Es posible que quisiera crear mundos fantásticos en paquetes de tres novelas cuando leí El Señor de los Anillos por segunda o tercera vez. Puede que quisiera ser piloto por el viejo cabrón trabajaba donde trabajaba y a mi los aviones siempre me encantaron, aun ahora. Puede que incluso quisiera ser vaquero por John Wayne, indio por John Ford, abogado por Ironside, policia por Starsky y piloto espacial por Han Solo. Pero en aquellos momentos, y hubo muchos, que quise ser poeta, lo quise ser por Miguel Hernández.

Lo conocí por la clase de lengua, y hubo algo en sus poemas que me acercó a él. A los poetas no se puede acercar uno asi, a mente descubierta, como a los novelistas. Hay que acercarse despacio, verso a verso, saboreando lo que quieren decir. Y debió ser eso lo que me paso, cuando por ejemplo lei

Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos,
que son dos hormigueros solitarios,
y son mis manos sin las tuyas varios
intratables espinos a manojos..

…y me pareció una de las frases más redondas sobre miradas que jamás he oido. O esta otra:

Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros

Luego fui acercándome más, leyendo sus poemas más complicados, aquellos en los que pretendía torcer el lenguaje para crear adornos tan cercanos al Góngora que tanto amaba. Pero lo que me término de conquistar fue su biografía. Me lo imaginaba escribiendo y leyendo, avidamente las dos cosas, mientras trabajaba pastoreando a las cabras de su familia. Obligado a dejar los estudios a los 15 años, eso no le paró, y continuó aprendiendo sólo. Y luego luchando, con palabras y balas, por la República contra la sinrazón fascista, y luego en el penal, escribiendo a un hijo al que no vería crecer y al que dedicó sus “Nanas de la cebolla”.

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

Y luchando contra la tuberculosis, que al final se le llevó en 1942, aun preso en Alicante. Le conocieron y amaron Neruda, Aleixandre, Juan Ramón Jiménez, Buero Vallejo y tantos otros. Puede que le deba a él amar la poesía e intentar decir las cosas de manera diferente, no siempre, claro, pero si cuando las teclas o el bolígrafo pretenden hacer algo más que escribir, pretender ser vida.

Quizás el poema de Miguel Hernández más famoso, y una de las obras maestras de la poesía en lengua castellana, comparable a cualquiera de Lope, Quevedo, Machado o Lorca, sea su “Elegía a Ramon Sijé”, su mejor amigo, muerto en 1935. Cada verso, cada palabra, expresa el dolor y el amor de la manera más bella posible.

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Y ya sabéis, si os queréis acercar a Miguel, hacerlo despacito… verso a verso.

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