Os ofrezco a continuación unas anécdotas refrescantes de cuatro conocidos literatos, que estoy seguro de que os arrancarán una deliciosa sonrisilla de complicidad.
George Simenon (1903-1989). Escritor belga.
Asistía George Simenon al estreno de una película policíaca muy mala. Malísima y tremendamente aburrida, en la que el protagonista asesinaba a media docena de personajes y al final se suicidaba ingiriendo una dosis letal de veneno.
-- ¿Qué le ha parecido la película, señor Simenon? -le preguntaron al escritor.
-- Bueno -respondió él-, pienso que al final de la película el protagonista no debiera de haberse suicidado envenenándose. Sino pegándose un tiro.
Y respondió el novelista:
-- Porque así nos hubiera despertado a todos los de la sala.
Ernest Hemingway (1899-1961). Escritor estadounidense.
Para los que creemos que la mayoría de las versiones cinematográficas que se hacen de las novelas dejan mucho que desear, aquí va esta anécdota.
-- ¿Está escribiendo alguna nueva obra, señor? -le preguntaron un día a Hemingway.
-- Pues sí, sí. Efectivamente, estoy en ello.
-- ¿Y puede adelantarnos de qué tratará?
A lo que Hemingway asintió:
-- Claro que sí. Es algo totalmente nuevo y original. Está inspirada en una película que hicieron de una de mis novelas anteriores.
Mark Twain (1835-1910). Escritor estadounidense.
Cuentan que Mark Twain, cuando ya era reconocido y famoso en el mundo entero, le confesó a un amigo íntimo:
-- ¡Ah! Yo tardé diez años en descubrir que no tenía ningún talento para dedicarme a escribir.
-- ¿Y por qué no lo dejaste, entonces?
Y Mark Twain se encogió de hombros:
-- Porque cuando me di cuenta de eso, ya era demasiado famoso.
Bernard Shaw (1856-1950). Escritor irlandés.
-- ¿Qué edad me echa usted? -le preguntó una sofisticada y elegante dama a Bernard Shaw.
El escritor la miró muy detenidamente, sin perder detalle, y le contestó:
-- Si me fijara sólo en su espléndida dentadura, diría que 18 años. Si me fijara sólo en su espesa y linda cabellera, diría que 14 años. Y si me fijara solamente en su espléndido tipo, yo diría que 20.
La dama, emperifollada, coqueta y radiante de felicidad, insistió:
-- Es usted muy amable. Entonces, ¿cuántos cree que tengo?
-- Pues sume 18, más 14, más 20... ¡52 años, señora mía!
(Con agradecimientos a mi amiga Luciana Varvello).