-- Cuando tenías cuatro años, hija.

Publicado el 07 julio 2012 por Jesustadeosila

Hoy, cielo, recupero unas notas escritas hace siete años, cuando tú tenías solamente cuatro. Están redactadas en un cuaderno que he encontrado buscando otro cuaderno que no era éste (suele pasar), y las transcribo aquí sin quitar ni poner coma. La fecha es de agosto del 2004.

"Hoy se ha pelado mamá. Tú y yo, mientras, ahí en la plazoleta, la hemos esperado, con las espaldas guardadas por la abuela, por esta abuela inquieta e incolora que, con el bolso de mami en el regazo, a ratos nos mira y a ratos se mira. O mira hacia atrás. O mira ya, con recelos, hacia adelante.

"Te quiero, mi niña.

"Mamá tarda en pelarse y tú y tus catorce amiguitos de la plazuela (cuyos respectivos padres, evidentemente, miran al cielo soslayando el marrón) me zarandeáis y me lleváis hacia allá y me traéis de vueltas acá. Tú le robas la bicicleta a otra nena. Alicia se apodera de tu muñeco. Álvaro te quita tu patinete. Lidia me pellizca un brazo, a rosca. Javier me patea una espinilla. Sufro. Tú te me escapas como una flecha, ahora con la pelota de un niño cabezón al que no conozco de nada; debe de ser nuevo. Alicia quiere agua. Busco a su madre con la mirada. Lidia quiere pipí. La abuela se cambia de banco porque el sol le da en la cara, mamá no aparece, no tengo tabaco, Alicia me tira ahora de los pelos y otro niño -un delincuente en potencia- me da en la cabeza con un balón de reglamento.

"Corro tras de ti, porque te atisbo a lo lejos comiéndote los gusanitos de una nicha rubia que no debe entender aún las sutilezas culinarias de la Ley del Más Fuerte. La niña no es que llore simplemente: la niña berrea como un ovino y la madre, con faz angustiada, me mira con desprecio, sacudiendo la cabeza. Cuando consigues al fin que la niña rubia tenga un acceso cardiorespiratorio motivado por la ansiedad de verte engullir a puñados sus gusanitos, das un salto y media vuelta en el aire, chocas con un naranjo y te diriges con decisión a patear al perro viejo de un viejo hombre que desde entonces, creo, ha decidido dejar de tomar el sol en la plazuela.

"Te quiero, mi cielo, pero tengo que reñirte cuando te veo meter dos dedos en la oreja derecha de Álvaro y otros dos en la izquierda de Alicia. Lucía llega de la mano de su papá y tú, contenta de verla, no digo que no, le asestas dos collejas en la frente que la hacen tambalear y dar de culo en el suelo. El padre de Lucía reanima a su hija, comentando algo entre dientes sobre los padres criminales que sacan a sus hijos psicópatas a la calle con tanta calor. La abuela, que ha vuelto a cambiar de banco, entrabla conversación con el drogadicto soñoliento que se ha encontrado a la vera. El drogata, ni lo dudes, se plantea por primera vez en treinta años lo duro que es vivir. ¿Pero dónde leches está tu madre...?

"No te veo. No te veo y se me para el pulso. No te veo.. Alicia aquí, Álvaro allí, Lucía allá, la niña rubia sin gusanitos berrea aún, pero no te veo, a ti no te veo.

"De veinte bestezuelas que desgastan y atronan la plazoleta, me falta una: tú. ¿Dónde te has metido? ¿Dónde estás, mi amor? Me desespero y cien imágenes se me pasan por la cabeza. Miro a mi alrededor. Me planto, con los brazos en jarras, en el centro de la plazuela. Giro. Miro. Sudo. Te busco y no te veo.

"Un miedo que ni en sueños existe, me hace tambalear. No te veo. La pelota de reglamento del niño delincuente me vuelve a dar en la cabeza. Ahora no le sonrío. Se la quito y se la embarco en un tercero de una patada. Que llore. Que se joda. Que le compren otra. Yo a ti, no te veo.

"--¡Mateo, Mateo! -le tomo el brazo al buelo de Alicia, que viene caminando con su siempre atenta sonrisilla-. Mateo, que no veo a mi niña.

"Mateo me sonríe -siempre sonríe- y señala a mis espaldas.

"-- Viene ahí con su madre, Jesús -me dice.

"Y os veo de la mano. Mamá, preciosa con el pelo corto. Siempre preciosa tú.

"Y aunque el salvaje pigmeo intente de nuevo volarme la cabeza con su balón de reglamento, yo me siento -en un segundo eterno- el hombre más dichoso de la Tierra.

Sevilla, agosto de 2004.

(Entiendes ahora, mi linda princesa, por qué me busqué otro trabajo para los sábados por la mañana).


También podría interesarte :

Quizás te interesen los siguientes artículos :