-- Infancia, sí. Pero...

Publicado el 28 junio 2012 por Jesustadeosila

Nos tomamos una cerveza, amigo, nos medimos con la mirada, nos contamos las canas de la barba y vemos a unos críos salir del colegio: ¡ah, los niños! ¡Ay, la infancia...!

Divino tesoro, suspiramos.

Y yo hoy te digo que no, compañero.

¿Pero de veras merecen ser recordados los lejanos años de la Infancia? Me pregunto si aquéllos patios en sombras, si aquélla cocina oliendo a coliflor o lentejas, si aquélla madre gritona, si aquél padre intermitente; me pregunto si aquéllos escenarios que hoy restauro dando cincelazos a la memoria, merecen siquiera un vistazo, una lágrima, una sonrisa.

¿A qué esta manía, tan estúpida como humana, de mirar hacia atrás... pero siempre para echar en falta, nunca para reconocer lo que sobra?

¿A qué ese empeño insano y cangrenante por querer reconocernos entre las imágenes de una fotografía en blanco y negro, como si esa cara sin arrugas y todavía sin cuartear tuviera por fuerza que tener algo que ver con la cara, los ojos y el aliento de quien hoy la contempla?

¿Por qué siempre recordar para acabar tragando saliva o zollipando, pero nunca para soltar aire y gritar al cielo, ¡pufff, al fin: ya pasó! Ahí estuviste pero ya no estás.

Oh, la Infancia, oh, lalá. Bien, pero la infancia es una edad muy jodida, no lo olvides tú también, amigo. Mi infancia como la tuya, fué un acorde monótono de broncas y collejas. De madrugueos incomprensibles. De clases tediosas. De confesiones humillantes y delitos ocultos que me facturaban, en un sí es no, a los más recónditos infiernos. De domingos que duraban dos horas y empezaban a anochecerse antes del almuerzo, tan exiguos como recreos de treinta minutos. De lunes patibularios donde echaba a andar una jornada que apenas si entendía....

Vale, vale, vale, parece que te oigo refunfuñar. Sí: había una amistad, había unos juegos, vale que había hasta amorcillos chiflados y etéreos, y te admito que hasta un beso que quizás existió o quizás en verdad la brisa me hizo soñar. ¿Pero y qué...? También hoy tengo amigos. También hoy juego a la oca con mi hijo o al póker con cualquier desventajado. Y todavía, mira qué tonto, la brisa me trae un beso y me siento enamorado de nuevo, sonrío y me impregno como papel fotográfico, un día sí y otro no, pero revelando las fotos, ya, que mañana me harán ir a querer reconocerme en una cara barbuda, cuarteada y con arrugas junto a los ojos... La cara que hoy tengo y no volveré a tener mañana.

La infancia, amigo, existe cuando ya ha pasado.

La infancia no es más que un laberinto para ratones albinos: en cada esquina un trozo de queso, pero siempre sujeto a un cepo. Mira qué chasco, que no pasa un día sin que te cojas un dedo y a veces hasta la nariz. Aunque después, con los años, sea cómodo olvidar que nuestros primeros pasos fueron una riada de lágrima y moco, una tempestad de frunces y pataleos, un alargar el dedito con la mayor ilusión del mundo para terminar dando un respingo y llevárnoslo a la boca, amorachado o sangrante.

Por eso, amigo, me ha dado por pensar en positivo cuando he visto a una infancia desbocada que celebraba sus vacaciones a las puertas de un colegio, hace un rato.

En positivo, sí, aunque pienses por lo que llevas leído (a mi me ocurriría lo mismo) que estoy escribiendo en el alféizar de mi quinto piso, antes de saltar sobre el tenderete del bajo-A, con el teclado en las manos.

La Infancia es el timo de la estampita, sólo que cuando lo descubrimos es demasiado tarde para reclamar nuestros recuerdos a cambio de esa foto en blanco y negro que nos endiñaron, y que ahora con gran melancolez nos paramos a observar.

Es, amigo, la Infancia, creernos que porque no encontramos hoy la Felicidad, es porque tuvimos por huevos que haberla perdido en la curva más lejana de la vida... cuando quizás, ni siquiera nos la hayamos echado nunca -o todavía- a la cara.

Aquí te dejo esto. Para que si nos vemos dentro de treinta años, no me traigas fotografías de noventamil píxeles diciendo que hoy, midiéndonos con la mirada, tomando una cerveza y contándonos las canas, éramos los más felices del mundo.


También podría interesarte :

Quizás te interesen los siguientes artículos :