No quise pillarme los dedos, hace mes y medio, y titulé este blog como: " DE MIL HUMORES".
En su esencia, intuía que iba a ser un blog prácticamente de humor. Pero en mi esencia, auguraba de sobras que el humor culebrea: no es recto, cambia de rumbos como cambia el aire, y a veces es buen y otras es mal humor. Por eso no quise pillarme los dedos al sopesar su título.
Hoy no sé si me has puesto de mal humor o si es que me han entrado ganas de reírme al oírte hablar... Y ambas cosas, como se entiende, cuadran bien bajo la sombra de un epígrafe tan versátil como es DE MIL HUMORES.
-- Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades... Hemos vivido a lo grande.
Eso dices y te quedas tan pancho, escupiendo el hueso de la aceituna a cuatro yardas de distancia.
-- ¿Quién? -me quedo con las ganas de preguntarte, sabiendo de sobras que hoy me toca a mí pagarte la cerveza y mañana me la pagarás tú. Ya ves. Exactamente igual que hace veinte años.
¿Quién, quién? ¿Quién, melón amigo mío, ha dilapidado tanto dinero viviendo por encima de sus semejantes o de sus posibilidades, que ya parece que es lo mismo a estas alturas? ¿Tú, quizás...? Bueno, tú sabrás: yo siempre coincido contigo en la misma taberna, nunca pasamos de las dos o de las tres cervezas y nunca te he visto quejarte porque te pongan aceitunas o altramuces en vez de delicias de foie-gras de oca con emulsiones de caviar a la bartola.
Tampoco te he visto nunca (quizás porque tampoco nadie me ha visto a mí) cenando en el Bully con la mujer y los niños o almorzando unas lentejas licuadas a la pompadour en el Ferrán Adriá un dominguito al mediodía, después de pasear por el parque de María de Luisa.
Como siempre te veo por la misma bodega por donde yo suelo parar, lo mismo me equivoco.
Por mi parte -y es la parte de la historia que mejor conozco-, empecé a trabajar en un bar a los 16 años. A los 17, y porque se me echaba la mili encima (la mili, esas 823 pesetas mensuales que le robábamos a España a cambio de perder un año de vida dando carreritas con un cetme al hombro); como se me echaba la mili encima, digo, aproveché para estudiar Secretariado hasta los 20. De los 20 a los 21, defendí a mi patria con grande gloria y una ejemplar aptitud "para todos los servicios". A los 21, y licenciado sin honores pero con mis 823 pesetas, me di a trabajar de nuevo en la hostelería: unos diez u once años, de los cuales sólo me tuvieron asegurado cuatro. O eso o nada, Jesús.
De la hostelería y durante un período de dos años, fuí agente del círculo de lectores, pintor de brocha ancha, albañil de torpe espátula y montador de aire acondicionado. E intercalando una cosa con la otra, conseguí un título (estudiando, no los regalan) de Mecánico de Automóviles y otro de Torno, Fresa, Control Numérico y Mecanizado Aeronáutico. Sobre esa época, y con 34 años, empecé a trabajar para una empresa de Aeronáutica, a la vez que me casaba con mi santa esposa (ya embarazada) en una suculenta y rimbombante boda a la que acudieron... dos amigos: los testigos. Y la foto nos la hizo el juez, te lo juro. Una boda celebrada en una venta del Aljarafe sevillano, en una mesa para cuatro: carne a la brasa y ni el Bully ni Ferrán Adriá por ningún lado. Ni la familia tampoco. No había dinero.
Del maravilloso mundo de la Aeronáutica (ya entonces se hablaba del Airbus-400, aunque creo poder asegurar que pocos se han estrellado por culpa mía), pasé de nuevo a la Hostelería. Sin embargo, como acababa de tener a una hija preciosa a la que adoro con algo rayano a la locura, hice tales filigranas que durante ocho meses me llevaron a compaginar tres trabajos: de cuatro de la madrugada a nueve, trabajaba con el frutero de mi barrio, haciendo las compras en MercaSevilla y preparando después el jugoso escaparate de la frutería. A las nueve acababa con la frutería y a las doce de la misma mañana, entraba a trabajar en el Real Club de Golf de Sevilla, como personal de mantenimiento de los greens y los tees. Y para redondear la faena, los fines de semana por las noches arrimaba mi hombro a un Catering, recogiendo bodas (mesas, sillas, platos, escenarios, cocina, menage, mantelería) hasta que amanecía... y cuando amanecía, a fregarlo todo, calcula, unos tres mil platos, unas cinco mil copas, unos seis mil cubiertos... Y era domingo y me daba la una de la tarde, lo justo para llegar a casa, besar a mi hija, dormir y... poner el despertador.
Todavía, a ratos, me daba tiempo a escribir y a quedar finalista en algún concurso de narrativa.
Cuando hemos salido de casa a cenar una noche fuera, ha sido al Macdonalds o a cualquier bar del barrio.
Mi actual coche, lo pagué en cinco años y es de segunda mano.
Cuando hemos ido a veranear, ha sido aquí a Chipiona, a casa de unas tías mías.
La dos veces que he visitado Madrid, las he pagado en un año con la tarjeta.
Desde los 16 años hasta los 45 que tengo... mis jefes, esos grandes amigos para toda la vida, no me han tenido asegurado ni quince años entre todos. Cuando las cosas iban bien, yo trabajaba mis ocho o mis catorce horas, mientras ellos viajaban a Cuba, estrenaban coches, cambiaban de casa porque la vista no era buena, se llenaban sus botos de polvo por el camino del Rocío, se bebían la feria de caseta en caseta...
Ahora todo va mal. Mi jefe tiene que pagar su coche de 45000 euros, quizás tenga el pobre que despedir o asegurar a la chica que le lavaba los calzoncillos para que su mujer disponga de tiempo para ir a la peluquería... Quizás su mujer, al fin y al cabo, vaya a tener que peinarse sola.
-- Tómate otra cerveza, amigo, que me toca pagar a mí.
Ahora todo va mal. He vivido por encima de mis posibilidades y debo de cobrar menos y trabajar más, porque cuando todo era bonanza los placeres de mis jefes fueron muchos... te lo juro. Y desde luego, eso debemos pagarlo.
-- Tómate otra, amigo. Y vuelve a decirme que yo solito he tenido un par bien puesto para hundir España.
-- Joder, Jesús, no te pongas así.
Y miro el reloj porque mañana hay que madrugar:
-- Si no me pongo así, melón. Anda, coge una aceituna. Si es que me da lástima ver cómo tú y yo nos hemos cargado a España...
Y miro a la puerta de la bodeguita... Sólo por ver si viene el coche oficial a recogernos, amigo.
Recoja a quien recoja, nos lo van a descontar de las aceitunas y la cerveza. Conque pide otra... que pago yo.
(Dedicado -pero ya sin rabia- a quien todavía me suelta, cual becerro balando, que la culpa es de todos. Sin rabia. Sin humor. Pero con cierto escozor en el ánimo y mucha lástima. Porque yo no he sido).