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-- Una respuesta a cien blogueros que preguntan.

Publicado el 26 junio 2012 por Jesustadeosila

Es agradable llevar adelante un blog. Debéis de saberlo bien quienes tenéis plantas en casa, quienes gozáis con el cuidado de vuestra mascota o quienes tenéis un hijo. En mi caso particular, tengo macetas, mascotas (se murieron mis gatas, pero se vino a vivir mi suegra a casa), tengo un hijo y... ¡tengo blog!

¿Y qué tiene que ver una cosa con la otra, portento?, os preguntaréis con la gentileza que os caracteriza. Pues mucho.

Cuando hace hoy casi un mes y medio que inicié este blog, había dos cosas que no esperaba: ni que su número de visitas fuera al galope ni que tanta gente se interesara por la persona que lleva escritas estas 36 entradas tan dispares: yo. Intuyo que la barba, las gafas y la corbata imprimen cierto carácter, mas son accesorios supérfluos. De hecho, las gafas estaban rebajadas porque venían ya con la barba y dos gomitas para atarlas por detrás de la cabeza.

¿Pero es un blog de Humor?, me preguntan quienes leen algo que se les antoja (y con razón) cosa seria.

¿Pero es un blog Serio?, me preguntan -y me dejan anonadado- quienes leen algo que se les antoja (y con razón) cosa de risa.

Creo que el título del blog, " de mil humores", no puede dar cabida a tergiversaciones. Un día escribes buscando la risa y al siguiente escribes buscando la complicidad. Nunca saltamos de la cama con el mismo ánimo. Y nunca vemos las cosas de la misma manera. Escribir no es exactamente reflejar la realidad, eso ya lo hacen las cámaras fotográficas y las fotocopiadoras de 25 cartuchos. Escribir no puede ni debe de ser solamente eso. Quien escribe (incluso aunque escriba sobre vampiros amusgados o sobre marcianos de tres ombligos), lo hace siempre desde la realidad. Desde su propia realidad... que no deja, al fin y al cabo, de ser la Realidad de todos.

Quien escribe (y escriben muchos más de los que se dejan leer), jamás andará abocado al fracaso. Porque escribir, compensa por sí solo, sin necesidad de que nadie, enfrente nuestra, nos aplauda por ello. Escribir, conlleva implícita una gran satisfacción personal. Como la que conlleva regar una maceta, alimentar al gato y hacerle saltar por encima de una silla o ver crecer un hijo. Si encima de todo, alguien se interesa por tus flores, alguien acaricia tu gato o alguien te dice que el niño es precioso (aunque no salga a ti, ay), la satisfacción -cuando gusta o al menos te aseguran que gusta lo que escribes- es total: recibes porque has dado.

Y la mayoría de las veces, de lo que recibes vas haciendo acopios para volver a dar. Escribir, como amar u odiar, suele ser recíproco.

Escribir por escribir puede llegar a matar: no lo pienso yo, pero puede que un día no muy lejano -cuando los psicólogos vean mermados sus ingresos- puedan llegar a recetar bolígrafos o libretas con la imagen de un escritorio y un cadáver tumbado encima de un montón de cuartillas: ESCRIBIR ES PERJUDICIAL PARA LA SALUD.

Precisamente por eso. Porque si todos escribiéramos, muchas consultas de psicología cerrarían por bancarrota.

Sobre la cuestión en sí que más me soléis preguntar (¿por qué un día me haces reír y al siguiente me haces ponerme serio y reconsiderar algunas cosas...?), creo que queda explicado un poco más arriba. Porque sí. Porque a veces, en un entierro, el muerto me causa respeto pero sin embargo la comitiva me parece de lo más graciosa. O al revés. A veces, familiares y amigos del difunto me hacen parpadear para alejar una lágrima y es el muerto quien me hace toser para disimular la risa. O todo junto, si en tal brete me ponéis. A veces lloro, pero a veces me descojono. Eso sí: observo con el lápiz afilado, hago fotos con la memoria y una vez en casa, retoco con el fotochop que nos viene de serie entre las paredes del cráneo... y saco mi personal y propia imagen de la situación.

Al final, todos estuvimos en el mismo entierro, pero tú recuerdas las lágrimas del pariente más allegado y a mí me viene a la cabeza que al sacerdote se le veían los vaqueros y los botines por debajo de la sotana.

O al revés, a veces.

De mil humores -aunque prime el humor-, no deja de ser por eso un blog muy personal, como todos los blog. Cada blog revela quiénes somos. No se escapa nadie. Y mi intención, al llevarlo adelante, no es otra que la que lleva a cualquier persona a escribir: pulir el espejo, quitarle impurezas y brillos, e intentar reconocer en él a quien escribe... aunque sea en los comentarios de quienes le leen.

Y así, a lo tonto y por escribir, sois vosotros el espejo donde me miro.

Por eso, escribiendo con seriedad, acabo tomándome a broma. Como si fuera un amigo más.

-- Una respuesta a cien blogueros que preguntan.


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