ASUNTOS PENDIENTES
Uno de los factores que, en mi opinión, juega un papel esencial en el nivel de stress de las personas es el tener “asuntos pendientes”, conflictos no resueltos, diferidos continuamente.
¿Cuántas veces al encontrarnos con un conocido a quien tenemos tiempo sin ver, lo saludamos, le preguntamos ¿Cómo estás? y nos responde:
---“Aquí con mi eterno dolor de cabeza, con esa preocupación de que … ” …
y esa frase “preocupación de que” podemos sustituirla por:
· “esta empresa donde trabajo no sirve para nada”
·“el hijo mío no ha terminado todavía los estudios universitarios y ya lleva más de 8 años en eso”
· “mi cónyuge sigue con su amante, como siempre”
· “tengo que mantener a mi hija y al nieto. Ella parió soltera y no dura en ningún trabajo porque los jefes pretenden que trabaje horas extra cuando es necesario”
¿Qué es lo que realmente está pasando en la vida de esta persona que conocemos?
¿Qué la lleva a “tener pendiente” durante años la misma situación y a “sufrir por esa perenne preocupación”?
¿Qué le impide tomar una decisión para resolverla?
Un individuo en estas circunstancias generalmente está descalificándose a sí mismo, anteponiendo las necesidades de los demás a las suyas propias, y negando la capacidad que tiene para resolver esos asuntos pendientes.
Esta persona podría -en un “esfuerzo de emergencia” por sobrevivir emocionalmente y dejar de estar “enferma”- practicar un ejercicio sencillo pero muy potente:
respirar profunda y lentamente y -alejada de todo distractor- analizar esa misma situación pretendiendo que los personajes que se encuentran inmersos en ella son unos desconocidos.
Esta presunción le ayudaría a distanciarse emocionalmente de la escena y -aplicando una visión de helicóptero- le permitiría captar una mayor cantidad de elementos que tienen roles importantes en la situación y, por tanto, en el resultado: ese sufrimiento inacabable del protagonista por tener un asunto pendiente.
El tener la posibilidad de analizar una situación “en frío”, aplicando mayor racionalidad y menos emoción, nos hace posible ver el panorama con más claridad, determinar dónde podemos introducir cambios que reduzcan el sufrimiento, y decidir cuándo y cómo ponerlos en práctica.
Eso sí, para terminar con ese “sufrimiento” es necesario estar dispuestos a asumir riesgos e introducir cambios en la manera de vivir.
Ello depende únicamente de nosotros mismos.
Existe una famosa Oración de la Serenidad, de origen desconocido, que conviene recordar, entre otras, en estas ocasiones en que tenemos Asuntos Pendientes…
Señor, concédenos:
la serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar,
el valor para cambiar aquéllas que podemos,
y la sabiduría para reconocer la diferencia.