Enseñanza.
Me dedico a observar naufragios. No hay remuneración en esto, sólo enseñanza.
Se trata de un inmenso hervidero de espíritus perdidos entre la lluvia, en las sombras, entre callejones, en habitaciones con ventanas que no se abren.
Soy acechadora del desencuentro, sé ignorar los gritos y los pinchazos de dolor. Agazapada por los rincones, observo el abismo del solitario, que allí, sobre el acantilado, va cargando el desamor y el abandono.
Soy la que escudriña a través de una densa niebla, en mitad del mar, entre las olas, hasta localizar al que se ahoga y mirarle los ojos: gaviotas abiertas al cielo.
Sí, esa soy yo, la que espía la vida y le exprime hasta la última gota para alimentarse...
DOM.