Lara se levantó de su mesa para acercarse a una de las estanterías con libros de la biblioteca. Zariel se levantó de inmediato, y se acercó a una estantería cercana al lugar donde depositaba su libro Lara, y fingía que estaba buscando algo en concreto. Lara se movía hacia la posición de Zariel, leyendo lomos, sin percatarse de la presencia de este. Zariel había pensando qué le iba a decir: quería conocerla. Por supuesto no se enteraría su padre, y tenía claro que al más mínimo indicio de peligro, abandonaría su idea.
Pero algo en su interior decía que Lara no era como las demás. tenía que haber más humanos. Ellos no podían ser los únicos. El plan de su padre, el que tantas veces repetía que les había mantenido vivos, tenía muchas lagunas incomprensibles: ¿si habían sobrevivido ellos, por qué no otras familias? ¿Cómo se puede suplantar una población entera? - bueno, ese es otro tema - pensaba Zariel, y en ese momento estaba concentrado en otra cosa.
Lara se acercaba mientras revisaba las estanterías, y Zariel seguía fingiendo, esperando su turno. Pero las piernas le temblaban, y se le hacía un nudo en la garganta. Lara pasó de largo, emitiendo tan solo un triste "perdona", acompañado de una sonrisa, indicándole con educación que estaba en medio. Y se alejaba entretenida en su tarea.
La rabia de Zariel fue materializándose en su interior despacio, sin prisas, contenida, sin dar señales al exterior. - Soy capaz de exponerme saltándome el plan de mi padre, y no puedo ni hablar con una niña que, quizás, ni sea humana -.