Me alucina que ya tengas 10 años. Soy consciente de cada uno de esos 3650 días que hemos pasado juntas. No se me ha pasado volando ni echo de menos cuando eras más pequeña, ni añoro la época en que eras un bebé o en que hablabas con lengua de trapo. Cada día contigo es el día que más me gustas.
Me pierdo en tus ojos azules. ¿Cómo he podido tener una hija con esos ojos?
Me gusta mirarte mientras duermes. Siempre boca arriba con los brazos encima del cuerpo.
Me cautiva la magia que desprendes y de la que no eres consciente.
Me emocionas cuando cantas mientras te duchas, mientras paseas o mientras juegas, cuando crees que nadie te escucha.
Me sacas de quicio con la ropa. Sacar la ropa del armario y saber que empezarás a protestar. Te pica, te aprieta, se te cae, no puedes mover los brazos, te está largo, te está corto, es rosa, es vestido, es falda...
Me desesperas cuando tengo que repetirte las cosas mil veces porque estás abstraída en tu mundo y ni siquiera me escuchas.
Me admira lo valiente que eres, tu valor para enfrentarte a todo y sobre todo que tienes las ideas clarísimas y no te importa que no sean como las de todos los demás.
Me entristeces cuando crees que no te quiero, que te tengo manía, que soy injusta contigo.
Me recuerdas tanto a mí.
Me enfadas cuando lloriqueas por nada, cuando haces los deberes deprisa y corriendo para ponerte a leer o para bajar a jugar al fútbol.
Me haces reír con tu risa. No te ríes mucho, pero cuando lo haces, eres una risa franca, auténtica, cálida y contagiosa que sale de dentro. Cuando eso ocurre, tú no te ríes...eres risa.
Me encanta verte nadar. Dentro del agua, nadando, pareces mayor.
Me desesperas con tus mil y una quejas. "Me pica aquí", "me duele la tripa", "tengo una roncha".
Me ahogo en orgullo maternal cuando te veo jugar al fútbol. No metes muchos goles "mamá, soy defensa" pero sales a jugar concentrada, feliz y tan contenta de estar ahí sin que nada te de miedo que el orgullo me sale por las orejas. Está muy bien que los padres de tus compañeros te animen más que a sus propios hijos porque así se disimula el hecho de que yo estoy tan emocionada que no puedo ni hablar.
Me sacas de mis casillas con la comida. No puedo soportar la tortura que es verte (no) comer y que la comida te sea completamente indiferente. "Mamá, solo me gusta desayunar". Come algo, por favor y a poder ser antes de que se quede frío.
Me pones histérica con el tema del pelo. ¿Cómo puedes ser tan cabezota?
Me entristeces con tus ojos tristes, con esa mirada que tienes cuando te ha pasado algo y todavía no has decidido si contármelo.
Me rompes el corazón si me miras y veo que estás conteniendo las lágrimas.
Me revuelves el estómago y me haces un nudo dentro cuando te pones enferma, cuando entras en crisis y no puedes respirar , cuando te aparece un dolor nuevo, una roncha inesperada y me miras diciendo "no me encuentro bien".
Me preocupa lo increíblemente sensible que eres, vas a sufrir tanto.
Me flipa verte con los perros, abrazada a ellos, no se quién de los tres está más feliz.
Me provoca nostalgia verte acostada en la que fue mi cama durante 28 años y me muero de la risa cuando descubro que igual que hacia yo, lees con una linterna cuando te apago la luz.
Me maravilla la paciencia que tienes con tu hermana y con tu padre cuando se ponen a hacer el tonto.
Me dejas sin palabras cuando sabes que estoy triste y vienes, me miras y me dices "mamá no te preocupes, lo estás haciendo bien".
Me gusta tu olor.
Me destroza tu sonrisa triste, tan triste que me parte el alma.
Me da la vida tu sonrisa feliz cuando sabes que yo estoy triste.
Me conmueves más que ninguna otra persona en el mundo lo ha hecho ni lo hará jamás.
Me haces feliz.
Feliz cumpleaños de las dos manos para mi princesa de los ojos azules.