10 años, y toda la vida.

Publicado el 23 julio 2010 por Candreu

Me vais a permitir que el post de hoy sea absolutamente personal. Más propio de un programa del corazón que de las historias que suelo contaros por aquí. Pero creo que la ocasión lo merece. Escribo esto desde el piso 18 del Hotel W New York, en el 541 de Lexington Ave. en Nueva York. Gracias a los miles de puntos de Iberia Plus que consigo a lo largo del año he venido con Alicia, mi mujer, a la Gran Manzana a celebrar nuestro décimo aniversario de boda.
Diez años en los que han pasado muchas cosas: cinco niños, un par de cambios de trabajo, varios cambios de domicilio, momentos muy dulces, dulces, amargos y muy amargos. Como cualquier pareja. Pero sobre todo diez años en los que creo que nos hemos amado, y seguimos amándonos y queremos seguir amándonos.
Un esposo fue a visitar a un sabio consejero matrimonial. Le dijo que ya no quería a su esposa y que pensaba separarse, pero antes de tomar la decisión quería darle una última oportunidad si él conseguía darle un buen consejo.
El sabio le escuchó, le miró a los ojos y solamente le dijo una palabra: “Ámela”. Luego calló.
“¡Pero es que ya no siento nada por ella!”, replicó el hombre.
“Ámela”, repuso el sabio.
Ante la cara de desconcierto del esposo y después de un oportuno silencio, el consejero agregó: “Amar es una decisión, no un sentimiento; amar es dedicación y entrega. Gramaticalmente “amar” es un verbo y el fruto de esa acción es el amor. Ame a su pareja: acéptela, valórela, respétela, déle afecto y ternura, admírela y compréndala. Esto es todo: ámela”.
El amor es parecido a las labores del campo: Hay que arrancar las malas hierbas que hacen daño, preparar el terreno, sembrar, ser paciente, regar y cuidar. Estar preparado porque habrá plagas, sequías o excesos de lluvia, pero no por ello abandonaremos el campo y el cultivo.
Ya decía Chesterton: “Muchos hombres han tenido la suerte de casarse con la mujer que amaban. Pero tiene mucha más suerte el hombre que ama a la mujer con que se ha casado”.
Alicia, no me he casado contigo porque te quería, sino para quererte cada día más.