Breve decálogo de los diez directivos con los que mejor no toparse en una empresa.
1 - El pinta paredes. Acostumbran a ser siempre recién llegados y su primera acción consiste en, sin preguntar por qué la oficina, el laboratorio, el taller o lo que sea está pintado de un color, pintarlo inmediatamente de otro y redecorarlo de arriba a abajo para destacar que un nuevo Sheriff ha llegado a la ciudad. Normalmente estos directivos no llegan a ver ni siquiera cómo esa decoración se pudre por mala adaptación al entorno, pintan y hablan sin mirar, destrozan el entorno y salen antes de pagar ninguna consecuencia.
2 - El Terminator. Son directivos que cuando entran en un lugar, nada de lo que hay allí les complace y se ven obligados a fumigar y exterminar el hábitat para instaurar uno nuevo de su agrado. Acostumbran a venir de otra compañía donde hicieron lo mismo y donde justamente a aquellos a los que exterminaron en su momento son los que van a adaptar al nuevo hábitat porque esos sí que valían, y no los que tiene ahora.
3 - El Yo. No importa de qué sea la empresa, no importa lo que en ella se fabrique, se distribuya, se invente o se almacene, el directivo Yo es lo único que interesa en esa empresa. Su bienestar, su horario, su vehículo, sus bonos, su vestimenta, su asistente, su despacho, su teléfono, su ordenador, sus contactos, sus decisiones, sus aciertos, todo ronda alrededor de su Yo magnificente.
4 – El Señor de los Anillos. Este directivo viene precedido por un currículum del tamaño del libro del señor Tolkien, y al igual que el señor Frodo Baggins deja la Comarca para adentrarse en un mundo habitado por gnomos, enanos, elfos, etc., este directivo ha viajado por más empresas que el hobbit entre etnias y especies. Llegan precedidos de una expectativa brutal y se van envueltos en un alivio tremendo.
5 – El Steve Jobs. El directivo cuya frase predilecta es “allí -señalando a cualquier punto donde haya gente-, con uno que apriete un botón nos sobran todos esos”. Creen ciegamente en la tecnología sin tener ni idea y montan procesos absurdos hasta para hacer girar el rollo del papel higiénico. En su intento porque todo se solucione apretando un botón, multiplican las plantillas inoperativas al triple y se cargan a todas aquellas personas que por años han estado haciendo el trabajo productivo que había llevado a la empresa al lugar en el que se encontraba.
6 - El Dúrex. Da exactamente igual de qué vaya el tema, cuál sea la reunión, quién o quiénes sean los interlocutores o qué se le esté pidiendo, este directivo nunca se moja. Está imbuido por una pátina de grasa mágica y látex que lo hace inmune a cualquier decisión. Tiene una habilidad extraordinaria para mantenerse a flote sin decidir jamás, sin tomar ninguna determinación que no vaya avalada por lo menos por dos o tres directivos más a quienes señalar si no acaba en acierto. Destaca por su habilidad doble de atribuirse buenas decisiones de otros y de resaltar cada una de las decisiones erróneas de los demás acompañándolas de frases lapidarias como “a quién se le ocurre hacer eso”, “yo ya lo dije”, o “si me hubieran preguntado, jamás lo habría hecho así”.
7 – El Rafa Nadal. Sin importar cuál sea el proyecto en el que se requiera su intervención o la propuesta que se le haga, este directivo tiene la extraordinaria habilidad de devolverla en forma de una propuesta mejorada. Nunca ejecuta nada porque todo le parece insuficiente o mal planteado. Como el gran Nadal, devuelve una y otra vez cualquier pelota que le mandes a su campo, y en la mayoría de ocasiones además la devuelve envenenada.
8 – Stone Edge. Como los famosos monolitos, este directivo puede ver llover, tronar, salir el sol, pasar las cuatro estaciones, incorporaciones, despidos, proyectos, ideas, fracasos, éxitos, docenas de compañeros e incluso cambios de razón social o de actividad empresarial sin inmutarse. Su inmovilidad es tal que no da un solo paso porque el lugar que ocupa es el ideal. Es inmune a los cambios tecnológicos y a cualquier otro tipo de cambio. Pasa su vida laboral en la misma baldosa que ocupó desde el primer día y ahí es donde se encontrará el día de su retirada.
9 – El Team Building. Es vital, activo, optimista, emprendedor, compañero, pesado hasta la extenuación. Obliga a su equipo a disimular una cordialidad impuesta por los manuales del buen directivo y pasa la mayor parte de su tiempo organizando desayunos, almuerzos, actividades grupales, fines de semana de compañerismo, juegos de confianza, olimpiadas, etc… De todo, menos trabajar para lo que fue contratado. Conoce a la perfección todos los clubs de Paintball, Escape rooms y casas rurales y de colonias de la zona, es experto en One Word, Express Meeting, Lipdub, y mil cosas más, pero no tiene ni idea de los procesos productivos, operacionales, financieros o comerciales de su empresa.
10 – La tarántula. Su vida transcurre fuera de la oficina. Siempre está fumando un cigarro, tomando un café o paseando para despejar su ocupada mente. Al modo de una buena araña amazónica, su red atrapa a cualquier incauto con el que se cruce y lo somete a largas sesiones de charla improductiva en las que se despacha a gusto descuartizando a sus compañeros y destacando lo mucho que él trabaja y lo poco que se le reconoce.
Véase que no he utilizado lenguaje inclusivo, pero estas habilidades no dependen del género de los directivos, pues son igual de comunes entre la masculinidad como la feminidad.