Descansa en Paz
Hoy es un día triste. La prima que nunca pude conocer, se ha ido de este mundo tras un brevísimo paso por él.Al enterarme de la noticia, miles de recuerdos volvieron a mí. Alguna vez también perdí a una hermana, a la cual tampoco llegué a conocer, su nombre es Dariguet, ese angelito que mis padres trajeron al mundo con mucho amor y esperanza pero que no pudo continuar su camino. Vivió apenas dos años. Su frágil cuerpecito no aguantó más tiempo pues nació con una serie de enfermedades que le impedían por completo llevar una vida normal. Sólo tuve oportunidad de conocerla por foto, a través de una imagen en la cual se le ve bañarse en su tinita. ¡Qué linda se le ve! confieso que han habido varios episodios en mi vida en los que me ha hecho mucha falta, solía preguntarme ¿Qué hubiera pasado si ella hubiese seguido viva? pensaba que tal vez la vida sería más sencilla pues tendría una amiga cerca de mi, alguien en quien confiar, alguien que me entienda. Recién a los 18 años me enteré que había nacido con Síndrome de Down, es por ello que hoy en día, cada vez que veo un niño así, me siento especialmente emocionado pues pienso que podría ser ella.
Probablemente, si Dariguet estuviese viva, hubiese sido yo quién vea por ella, quien la cuide, quien la entienda, estoy seguro de que hubiese sido el mejor hermano menor del mundo, como también estoy seguro de que ella, como hermana mayor, de alguna forma me habría hecho sentir que yo no estaba solo y que me quería. Sé que está en el cielo, está allí y de seguro que es la gran responsable de que yo siga vivo cumpliendo mis sueños y cuidando de mi familia. Ya habrá momento de dedicarle un post especial a Dariguet, solo aprovecho estas líneas para de alguna forma presentársela a Milagros Lucero (lindo su nombre, ¿no?) ahora que está junto a ella en algún lugar de este universo.
Sé que mi tía en estos momentos está destrozada. No hago más que imaginar el enorme vacío que debe estar experimentando, por eso me es imposible evitar sentirme especialmente tocado por este instante. Pero en honor a la verdad, y en un intento desesperado por comprender el porqué de tan terrible pérdida, debo confesar que llevo más de 20 años cargando una herida abierta con ella, la tía a la cual me enfrenté en navidad para que no lastime a mi hermano, la tía que por su inexperiencia y juventud descargaba sobre nosotros todo su dolor y frustraciones cada vez que perdía el control, aquella que nos cuidaba, nos daba de comer, nos protegía, pero al mismo tiempo nos hería sin darse cuenta. La odié por mucho tiempo y mi mejor forma de expresarlo era que desde que pude tomar mis propias decisiones, me alejé por completo de mi familia paterna. No los visitaba nunca, ni participaba de las reuniones familiares, de los momentos de duelo, de absolutamente nada. Nadie lo sabía pero en verdad tenía mucha cólera contenida, las heridas de mi cuerpo habían cicatrizado, pero las heridas de mi alma, seguían aún muy vivas. La casa de mis abuelos, la casa donde vivían mis tíos, la casa don vivía ella, se volvió un mal recuerdo que no quería revivir por muchísimos años.
Actualmente mi tía tiene más de 40 años, un grave problema de artritis que ya casi le impide caminar por si misma y una pareja que a duras pena le demuestra su cariño. Nunca la he visto realmente feliz, siempre ha vivido apartada de todos, escondiéndose y alguna vez cuando niño, recuerdo haberla visto llorar en la oscuridad de su habitación. Siempre supe que tenía un grave problema que nunca logró solucionar y que la atormentaba constantemente. Tal vez nunca llegue a conocer el origen de sus penas, pero ya ven como son las cosas, sin darme cuenta, mi tía, aquella tía por la que había estado guardando tanto rencor durante todo este tiempo, me estaba dando la lección de mi vida: "El vivir sin cerrar etapas, sin superar los golpes, sin perdonar, nunca te permitirá ser feliz".
Me di cuenta de todo esto, mientras empezaba la misa previa al sepelio, gracias a una señal que no puedo calificar de otra forma más que divina. Pidieron a los familiares más cercanos que se sienten en la parte delantera junto al padre de la bebe. Con él nunca he tenido siquiera una relación cordial, casi ni hablamos, y todos saben que no soy cercano a la familia; pero justo en el momento en que todos ocupaban los asientos, faltaba llenar uno. Nadie más se sentaba allí, y era justo el que estaba frente al cajoncito de la bebe, el lugar donde debía estar mi tia pero que no era ocupado por ella pues aún seguía en la clínica. Fui yo quien tomó ese lugar, fui yo quien la acompañó en ese instante mientras todos los recuerdos de mi niñez se iban apareciendo uno tras de otro. En esos segundos que pasaron, no hacía más que escuchar a mi voz interior agradeciéndole de corazón a Milagritos, por haberme dado esa tremenda oportunidad de cerrar una herida y comenzar un nuevo camino.
Lloré, tanto como lloro mientras escribo este post, porque en verdad eran muchos recuerdos los que se iban en ese ataúd donde yacía el cuerpecito de mi prima. Todos de seguro pensaron en ese momento qué cosa me estaría pasando ¿Por qué llora si a las justas saluda a su tía? No tenían idea de lo que esa partida significaba para mi... #154 antes de ti: Milagros Lucero Enviado desde mi BlackBerry de Claro.