Ahí estábamos los tres: Nuri, Laura (la compañera de piso de Nuri) y yo, entrando con aquellos coches llenos hasta los topes de nuestras cosas, al barco que nos devolvería a nuestras casas. Los billetes que teníamos nosotros eran con acceso a la Sala VIP que, dicho así, suena como algo muy importante. No era así, solo nos daba acceso a una sala con unos asientos más cómodos y la posibilidad de beber café cuando quisiéramos. Una vez aparcados nuestros coches en la parte baja del barco, subimos a la recepción con algo de ropa y la comida que habíamos preparado para el viaje. Después de esperar nuestro turno nos dieron las tarjetas y buscamos la Sala VIP, donde dejamos nuestras mochilas y fuimos a dar una vuelta por el barco.
La verdad que para ser un barco normal (con esto me refiero que no era un crucero), era muy grande y tenía bastantes cosas para ver. Al primer lugar que llegamos fue la parte de atrás y nos sorprendió bastante lo bien montada que estaba esa parte ya que había una piscina, un bar y varias mesas para sentarte y disfrutar de las vistas.
Como tres chiquillos fuimos a probar esas tumbonas y relajarnos un poco después del ajetreo matinal de maletas, coches y demás.
Recuerdo que estando tumbado en aquella tumbona veía como se alejaba Tenerife. Fue un momento en el que parecía que me despedía de la isla tranquilamente y le prometía que volvería, pero de visita. Tuve una sensación extraña, como de añoranza, apenas llevábamos 20 minutos y ya la echaba de menos. Después de perderla de vista, me quedé algo dormido ya que la brisa y el sol ayudaban bastante a ello.Subimos a la parte más alta del barco y seguimos con nuestra particular exploración. Allí arriba el viento corría con una fuerza increíble. Entre el movimiento del barco, que se empezaba a notar y el viento, no era raro dar un mal paso y desequilibrarte. En esta parte había como una especie de "minigimnsaio" al aire libre donde poder entrenerte un rato y distraerte un poco más.
Con todo esto se hizo la hora de comer. Recuerdo bien esta comida porque tuvo cierto encanto. No os podríais creer el encanto que puede llegar a tener comer una ensalada de pasta y unas cocacolas sentados en una mesa con el mar de fondo. Justo en ese momento el viento nos dió algo de tregua y pudimos comer tranquilos. En realidad todo marchaba bastante bien porque el barco apenas se notaba, y empezaron a ser algo inútiles las biodraminas que se habían tomado Nuri y Laura.
Como buenos españoles había que echar la siesta de rigor y nos fuimos para nuestros sitios a descansar un poco. Yo no podía y aproveché ese tiempo para irme a dar una vuelta yo solo por el barco y echar algunas fotos. La verdad que este paseo fue como una conversación conmigo mismo y reflexionar en todo lo que me estaba pasando. Creo que hasta ese momento no lo había hecho con tanto detenimiento y calma. Me preguntaba que pasaría después, si era lo correcto, si todo podría ser de otra forma. Obviamente, vosotros que me leéis y lo veis desde fuera, seguramente diréis que sí, pero os puedo asegurar que no es tan fácil. A veces la incertidumbre y el miedo te abordan cuando estás más tranquilo, quiero pensar que para que no bajes la guardia y estés atento de lo que pasa a tu alrededor. Yo mismo me respondía o, mejor dicho, me convencía de que aquello iba a salir bien, que era lo correcto y también que ocurría en el momento oportuno. Me acordaba también de una frase que mi gran amigo Juanra me dijo una vez: "todos los cambios son buenos, todos son para mejor". En ella me apoyaba y me sigo apoyando hoy día, y de momento tiene la razón. Me decía a mí mismo que iba a ser duro, que seguramente querría tirar la toalla más de una vez, pero que debería pensar en lo que me esperaba. Fue una forma inconsciente de fortalecerme para lo que vendría después y por supuesto que mi decisión no fuera en vano.Ahora que escribo esto para compartirlo con vosotros me río de lo trascendental que me puse. Pero creedme, es necesario. Pienso que es necesario pararse, estar sólo y pensar en donde estas, situarte en todos los sentidos. Para esto me viene otra frase que leí de Steve Jobs cuando fue a dar una conferencia a la Universidad de Stanford: "si hoy fuera tu último día de vida, ¿querría hacer lo que estoy haciendo?". Mi respuesta fue sí.Un "sí", rotundo aunque aquello me doliera por lo que dejaba atrás y lo que tendría que hacer después. Después de aquel momento tan trascendental, volví a la sala en busca de las demás y merendar algo. De nuevo salimos afuera donde pudimos observar una puesta de sol preciosa. Os la dejo en las siguientes fotos.