10. Vacaciones en el mar

Publicado el 03 diciembre 2012 por Enferme @kikerufian
Después de todo lo vivido, sobre todo los últimos días, nos vino bien algo así. El viaje en barco no es que fuera un crucero ni mucho menos, pero fue un sitio donde tuve bastantes momentos de tranquilidad, de pensar o no pensar en nada o, de simplemente, relajarme. El viaje no duró ni dos días, pero cuando estás en un sitio "metido" el tiempo parece alargarse un poco más.

Ahí estábamos los tres: Nuri, Laura (la compañera de piso de Nuri) y yo, entrando con aquellos coches llenos hasta los topes de nuestras cosas, al barco que nos devolvería a nuestras casas. Los billetes que teníamos nosotros eran con acceso a la Sala VIP que, dicho así, suena como algo muy importante. No era así, solo nos daba acceso a una sala con unos asientos más cómodos y la posibilidad de beber café cuando quisiéramos. Una vez aparcados nuestros coches en la parte baja del barco, subimos a la recepción con algo de ropa y la comida que habíamos preparado para el viaje. Después de esperar nuestro turno nos dieron las tarjetas y buscamos la Sala VIP, donde dejamos nuestras mochilas y fuimos a dar una vuelta por el barco.

La verdad que para ser un barco normal (con esto me refiero que no era un crucero), era muy grande y tenía bastantes cosas para ver. Al primer lugar que llegamos fue la parte de atrás y nos sorprendió bastante lo bien montada que estaba esa parte ya que había una piscina, un bar y varias mesas para sentarte y disfrutar de las vistas.


Como tres chiquillos fuimos a probar esas tumbonas y relajarnos un poco después del ajetreo matinal de maletas, coches y demás. 

Recuerdo que estando tumbado en aquella tumbona veía como se alejaba Tenerife. Fue un momento en el que parecía que me despedía de la isla tranquilamente y le prometía que volvería, pero de visita. Tuve una sensación extraña, como de añoranza, apenas llevábamos 20 minutos y ya la echaba de menos. Después de perderla de vista, me quedé algo dormido ya que la brisa y el sol ayudaban bastante a ello. 

Subimos a la parte más alta del barco y seguimos con nuestra particular exploración. Allí arriba el viento corría con una fuerza increíble. Entre el movimiento del barco, que se empezaba a notar y el viento, no era raro dar un mal paso y desequilibrarte. En esta parte había como una especie de "minigimnsaio" al aire libre donde poder entrenerte un rato y distraerte un poco más.


Con todo esto se hizo la hora de comer. Recuerdo bien esta comida porque tuvo cierto encanto. No os podríais creer el encanto que puede llegar a tener comer una ensalada de pasta y unas cocacolas sentados en una mesa con el mar de fondo. Justo en ese momento el viento nos dió algo de tregua y pudimos comer tranquilos. En realidad todo marchaba bastante bien porque el barco apenas se notaba, y empezaron a ser algo inútiles las biodraminas que se habían tomado Nuri y Laura.Como buenos españoles había que echar la siesta de rigor y nos fuimos para nuestros sitios a descansar un poco. Yo no podía y aproveché ese tiempo para irme a dar una vuelta yo solo por el barco y echar algunas fotos. La verdad que este paseo fue como una conversación conmigo mismo y reflexionar en todo lo que me estaba pasando. Creo que hasta ese momento no lo había hecho con tanto detenimiento y calma. Me preguntaba que pasaría después, si era lo correcto, si todo podría ser de otra forma. Obviamente, vosotros que me leéis y lo veis desde fuera, seguramente diréis que sí, pero os puedo asegurar que no es tan fácil. A veces la incertidumbre y el miedo te abordan cuando estás más tranquilo, quiero pensar que para que no bajes la guardia y estés atento de lo que pasa a tu alrededor. Yo mismo me respondía o, mejor dicho, me convencía de que aquello iba a salir bien, que era lo correcto y también que ocurría en el momento oportuno. Me acordaba también de una frase que mi gran amigo Juanra me dijo una vez: "todos los cambios son buenos, todos son para mejor". En ella me apoyaba y me sigo apoyando hoy día, y de momento tiene la razón. Me decía a mí mismo que iba a ser duro, que seguramente querría tirar la toalla más de una vez, pero que debería pensar en lo que me esperaba. Fue una forma inconsciente de fortalecerme para lo que vendría después y por supuesto que mi decisión no fuera en vano.Ahora que escribo esto para compartirlo con vosotros me río de lo trascendental que me puse. Pero creedme, es necesario. Pienso que es necesario pararse, estar sólo y pensar en donde estas, situarte en todos los sentidos. Para esto me viene otra frase que leí de Steve Jobs cuando fue a dar una conferencia a la Universidad de Stanford: "si hoy fuera tu último día de vida, ¿querría hacer lo que estoy haciendo?". Mi respuesta fue sí.Un "sí", rotundo aunque aquello me doliera por lo que dejaba atrás y lo que tendría que hacer después. Después de aquel momento tan trascendental, volví a la sala en busca de las demás y merendar algo. De nuevo salimos afuera donde pudimos observar una puesta de sol preciosa. Os la dejo en las siguientes fotos.



La única noche que pasamos en aquel barco fue bastante bien, dormimos y descansamos. El día siguiente no fue tan bueno, parece que el barco se tenía guardado todo su movimiento para el último día. No sabemos porqué, pero no hacía ni mal tiempo ni nada, pero se movía muchísimo. Lo único que podíamos hacer era quedarnos en aquella sala, viendo alguna que otra película y quedarnos dormidos cuando menos lo esperábamos. Las últimas horas de un viaje son siempre iguales, y más si estás cansado. Suelen ser largas y pesadas y no ves el final del trayecto. En ese tiempo empezamos a cavilar donde dejaríamos el coche, tal y como estaba, esa noche que pasábamos en Huelva antes de seguir a nuestros destinos. También hacía que nos impacientáramos el hecho de que en aquel puerto nos recogería una gran amiga nuestra, una onubense guapísima; Adri. Finalmente terminaron los vaivenes del barco y al poco el trayecto. Recogimos todos nuestros bártulos, y bajamos a recoger los coches y salimos a la oscuridad de una Huelva que nos acogería esa noche. Efectivamente, allí estaba Adri que nos dio una grandísima bienvenida entre abrazos y chillidos de alegría. Después de los saludos nos condujo hasta el hotel donde nos quedaríamos y buscamos un parking para nuestros coches. La verdad es que no me fui muy conforme después de dejar el coche allí, pero era lo que había.Lo mejor vino después cuando fuimos todos con Adri y sus amigos a cenar. Aún puedo saborear en el recuerdo aquel vino blanco del condado de Huelva, que tan bueno estaba y que tan bien me sentó. Lo pasamos genial entre risas, comida y bebida. Después fuimos a dar una vuelta por los pubs de Huelva para tomarnos una copa, uno no está cansado si es para disfrutar de esta manera. En definitiva, fue una noche genial en donde nos encontramos con una gran amiga que hacía bastante que no veíamos. Curiosamente Adri sería la amiga que vimos al llegar a la península y la última cuando abandonamos Madrid antes de partir hacia Noruega.Pero dicen que todo lo bueno dura poco, y así fue. Solo unas horas de risas y diversión para después llegar al tan odiado momento de las despedidas. Tras los abrazos y besos nos fuimos exhaustos hasta nuestro hotel, al día siguiente nos esperaba un día duro y largo.  Al día siguiente recogimos nuestros coches y pusimos rumbo a Sevilla. Allí Nuri y yo nos separaríamos, pero ésta vez serían solo unas semanas pues volveríamos a Tenerife juntos de nuevo, ya que teníamos piso hasta Mayo, y así sin agobios poder estar tranquilos con nuestros amigos "chicharreros" durante una semana. A media mañana llegamos a Dos Hermanas, y tras un delicioso desayuno nos dijimos un "hasta luego" que supo amargo. Ninguno de los dos queríamos meternos en nuestros coches pues ello significaba separarse. Un beso, un abrazo y "luego te llamo" acabó con aquel momento agónico y partimos para nuestros destinos, donde nuestra familia nos esperaba, pero eso mejor lo cuento en la siguiente entrada ¿no?..... ¡Hasta la próxima!.