Este es el día 11 de 365 días de escritura.
Deseaba otra vez las lenguas. Las lenguas que sibilan susurran líquidas. Las lenguas como zumbidos. Las lenguas que arden en la música. Lenguas de salitre y mar, lenguas de viento y surf. Las lenguas silenciosas.
Un japonés y su lengua: no tiene. Cruzan la plaza de la mano. Ella habla y él le escucha con los cascos puestos. Lenguas que no se encuentran.
El olor a café en los hombres por las mañanas. Lenguas mezcladas. El olor a buenosdías en las calles. Lenguas que se comparten pero no pertenecen. El español y el árabe en Essaouira. El viento otra vez y las gaviotas, y la lengua de las gaviotas y la lengua de la arena y nosotras vadeando dunas, nosotras cruzando el Atlas para llegar al mar y la música, la música acondicional que suena aunque estemos y aunque no estemos. Una realidad no-fingida.
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El tiempo equilibrista sobre la cuerda que se estira y afloja. El tiempo es, antes que la música, una verdad. Quizá la única. El tiempo existe también aunque nosotras no estemos, aunque decidamos no ir o quedarnos en los tipis de los indios del norte, aun con el sol de cara y sobre el piso de mosaico de puntillas, aún así el tiempo existe.
M me regala por la mañana:
¿la poesía o la gloria?
la poesía
¿la bolsa o la vida?
la vida
¿Cristo o Barrabás?
Cristo
¿Galatea o una cabaña?
Galatea
¿el Arte o la muerte?
el Arte
¿la guerra o la paz?
la paz
¿la carne o los huesos?
la carne
¿la mujer o el hombre?
la mujer
¿las línea o el color?
el color
¿el amor o la indiferencia?
el amor
¿el odio o la indiferencia?
el odio
¿la guerra o la paz?
la guerra
¿ahora o siempre?
siempre
¿éste u otro?
éste
¿tú u otro?
Tú
¿alfa u omega?
alfa
¿la partida o la llegada?
la partida
¿la alegría o la tristeza?
la alegría
¿la tristeza o el tedio?
la tristeza
¿el hombre o el deseo?
el deseo
¿la guerra o la paz?
la paz
¿amar o ser amado?
amar
Nikos Engonópulos
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Despertar temprano existe el tiempo. Despertar y que no haya amanecido y el día comienza con palabras otra vez, palabras de orgasmo entre las rocas, un via crucis por los libros que vendrán y aún no me conocen. Palabras como entidad: florecen. Palabras como si nada pudiera ocurrir excepto ellas, en la afluencia de ficción de nuestros relatos propios, aquellos que nos entregamos cada noche antes de que la propia noche sepa que estamos ocurriendo adentro suyo.